La selección de Italia eliminó en penales a España para avanzar a la final de la Eurocopa. Los dirigidos por Roberto Mancini tienen un invicto de 33 partidos.
Un artículo publicado por el Corriere dello Sport de Italia analiza la clasificación y reconoce que la escuadra española fue más en la cancha.
Aquí la nota:
Anoche Dios era italiano. Nunca he olvidado el que en la maravillosa e infinita novela futbolística se encuentra bajo el título "Citas históricas". El autor, Hristo Stoichkov, quien en USA 94, justo en vísperas de Italia-Bulgaria, propuso esto: "Dios es búlgaro, pero yo ya lo sabía".
El cielo nos ayudó esta vez. Porque los demás jugaron mejor: conocimos España más España que este europeo, ni siquiera pariente lejano del que había sufrido los dolores del infierno con Croacia y Suiza. Nos hundió tres de cada cuatro veces, solo en la última prórroga reaccionamos más con nervios y orgullo que con las piernas. Por primera vez desde el 11 de junio no pudimos jugar nuestro juego, sino el de los oponentes. En un momento parecíamos cansados, mentalmente agotados (no todos, Chiellini la excepción). Incluso aquellos que tomaron el control agregaron poco, solo Berardi intentó algo bueno y diferente. No hemos contado los riesgos que asumimos.
Seamos honestos, así hacemos felices a los comentaristas ingleses: España se lo merecía, pero vamos a la final. Nosotros que somos los protagonistas absolutos de este torneo, el más continuo, pero también el más sorprendente.
Una alegría incontenible. Difícil de contar, explosivo, atractivo, una transmisión de imágenes, sonidos y sentimientos positivos. En el último penalti, el de Jorginho, me imaginé a Spinazzola que, gritando de alegría, tiró las muletas al aire.
Un juego de errores y constantes correcciones por parte de los entrenadores, esta semifinal. Luis Enrique comenzó por excluir inicialmente a Morata por el mediocampista extra, Oyarzabal. Una elección que valió la pena solo en términos de control del juego. Sin embargo, el gol de Chiesa obligó al español a insertar no uno sino dos delanteros, Morata y Gerard Moreno. En ese momento fue Mancini quien le quitó el Immobile a Berardi y le pidió a Insigne que centralizara. Tras el igual de Morata, otro ajuste de Mancio con la entrada de Belotti y Locatelli. En definitiva, fue un juego más táctico que técnico, aunque el juego de un toque, rápido y muy preciso de los españoles puso tanto a Jorginho como a Verratti en una dificultad considerable: el más desfasado, Barella.
En tres años hemos pasado de la humillante exclusión del Mundial a la final de la Eurocopa. No podemos dejar de considerarlo un milagro deportivo, sobre todo si tenemos en cuenta que Mancini no pudo trabajar con el equipo durante mucho tiempo. Partiendo de mil desconfianzas e incertidumbres -el único en creerlo, el técnico que inevitablemente contagió a su equipo-, nos encontramos con una selección llena de sustancia, capaz de entretener, pero también de luchar.
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