El contexto de la pandemia por el Covid-19 y el escaso tiempo que tuvo Brasil para planear algo más producido convirtió a la ceremonia inaugural de la Copa América en un breve acto cargado de simbolismo y discreción.
Con un breve video de 85 segundos de duración y con juegos de luces sobre las gradas vacías del estadio Nacional Mané Garrincha, en Brasilia le dieron paso a la competencia con una austeridad tan esperada como lógica: no hay nada que celebrar en un país donde el coronavirus ya se llevó más de 467.700 vidas y suma más de 16,7 millones de contagios.
El momento más emotivo fue cuando el trofeo centenario ingresó al campo de juego. La Copa América fue colocada en una tarima por dos personas fundamentales de este contexto: un médico y un enfermero.
Luego, la transmisión oficial le dio paso a un paneo general del estadio, del cielo, de las gradas vacías y de los arcos, antes de meterse en lo que ocurría en la zona mixta, donde los seleccionados de Brasil y Venezuela se aprontaban para ingresar y, luego de un minuto de silencio en honor a los fallecidos, iniciar la acción en la 47º edición de la Copa América.