La segunda derrota ante el Shakhtar, 2-0, sitúa al Real Madrid en el abismo. No depende de si mismo, ya que según los resultados de los otros juegos de su grupo podría quedar eliminado o verse relegado a la Europa League.
Las causas son profundas y no implican únicamente a jóvenes jugadores tibios, como Asensio o Odegaard, o veteranos decadentes, como Isco. También a un Zidane contemplativo, que no encuentra el gatillo para agitar al equipo, y a la decisión de Florentino Pérez de cerrar la caja. Ello auguraba un año difícil que la afición era capaz de soportar en tiempos de pandemia. Un naufragio es distinto. El riesgo, hoy, es alto.
A la espera de conocer el resultado entre el Inter y el Borussia Monchengladbach, es inútil hacer cálculos, pero nada que no sea la victoria en la última jornada contra los alemanes le serviría al Madrid para alcanzar los octavos. Caer en la Champions, unido a su irregular tendencia en la Liga, donde suma tres encuentros sin ganar, podría acabar con la temporada de forma prematura, algo irresistible incluso en estos tiempos, incluso después de conquistar una Liga. En el Madrid, el pasado sirve cuando suma a un buen presente. Si no, la mirada se dirige al entrenador. Como dice Zidane, es el fútbol.
El técnico francés tenía una razón para pensar que el partido sería diferente, y era el regreso de Benzema. Porque, hoy, es el único toque de distinción de su ataque. Su fútbol jamás estará pasado de moda, pero el ataque del Madrid necesita más cosas, entre ellas velocidad y pegada, los ingredientes del vértigo.
A los costados del francés, Asensio y Rodrygo. Dos apreciaciones a modo conclusivo sobre ambos. Si pese a sus inapetentes antecedentes, el balear continúa entre los titulares es porque Zidane le espera, paciente. En cuanto al brasileño, los hechos indican que al francés le gusta más que su compatriota Vinicius, al que dio minutos con más espacios pero ya desesperado. Nada positivo deja la visita a Ucrania, aunque inicialmente diera síntomas de despertar Asensio, el que más cerca estuvo del gol, evitado por el palo y por un excelente Trubin. Portero joven, de envergadura, posición y buenas manos. Rodrygo empezó vertical, profundo, y acabó solidario y desaparecido. No se trata de correr, sino de saber para qué.
Uno y otro necesitan más ego, aunque suene petulante. Mejor sobrepasarse en la dosis que empequeñecerse. Los jóvenes del Madrid han de abandonar la timidez, porque hay partidos en que parecen debutantes. Esto sirve para Rodrygo y Asensio, como para Odegaard, correcto en el trámite con la pelota, pero con cualidades que apenas hemos observado en el Madrid y le hicieron ser autoritario en la Real Sociedad. Es un centrocampista con condiciones de mediapunta, entre ellas capacidad para conducir y eliminar piezas. Ese descaro es que el hizo dar el salto a Valverde, ahora en el varadero, y el que siempre muestra Lucas Vázquez, cuyo arrojo y competitividad le dan para seguir en el Madrid. Bueno para el gallego, preocupante para el equipo.
Después de un nuevo fiasco en la Liga, el Madrid arrancó con la voluntad de cambiar la dinámica y regresar a San Siro. Presión alta, velocidad de balón. Volcado a la derecha, fue Rodrygo quien primero exploró el área con acciones individuales que hicieron daño pero no encontraron destino. De hecho, el peligro no asomó hasta que la pelota llegó a Asensio, con buenos movimientos en el área. Primero recibió de Benzema y lanzó a la madera; después, tiró una pared con Odegaard, con un tacón de lujo, y fusiló el arco. Trubin sacó una mano de hierro. Las ocasiones mostraron el miedo al Shakhtar, en un arranque muy distinto al de Valdebebas, pero los de Zidane no tuvieron capacidad para darle continuidad a este dominio, hecho que apunta a falta de forma, de fe y de recursos. La presión le daba para generar más sensación de peligro que el juego, pero no es un equipo pensado para presionar. Su problema no es ése, es lo poco que genera.
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