Hay situaciones que conducen a la confusión; hace calor en las mañanas, pero es un calor cargado de humedad por los chaparrones de los ciclones, las tormentas tropicales y depresiones.
Llegó por acá el otoño, aunque solo tenemos dos temporadas en Costa Rica: la lluviosa y la seca. O digamos mejor los aguaceros y el calor sofocante. Se caen las hojas de los árboles, igual que en el otoño, es una época ideal para ir a la playa, tomarse unas birras, un churchil y hasta comerse un helado.
En estos meses de pandemia que nos confunde, que nos cuesta ver más allá de nuestras narices, el futbol lo convirtieron en una farsa. No es como creíamos iba a ser. Está sin estar. Se juega sin jugar. Y todos avanzamos a ciegas. Todo es extraño, muy raro.
Es un futbol de televisión, sin emoción, sin drama, sin acción real, todo es montado para cumplir el libreto donde buscan que el espectador se contagie y hasta crea que es parte de la trama.
Se fueron los aplausos, los gritos de la gradería, el contagio del aficionado.Todo es una farsa en nombre de la pandemia.
Dicen que el virus permite asistir a los bares, realizar fiestas, comulgar en un motel, congregarse en reuniones con aforos reducidos, pero el protocolo de la UNAFUT no permite que los jugadores celebren un gol o se toquen porque son multados, aunque en las jugadas de bola muerta se abrazan y chocan más que en un baile a ritmo de bolero.
No se permite entrar a la cancha sin desinfectarse las manos. Los entrenadores con un bozal inhibidos para relacionarse con sus jugadores, se les multa si hacen un gesto de desaprobación. El cuarto árbitro, el VAR de nuestro campeonato, dicta sentencia a su antojo.
Si las encuestas aseguran que Saprissa y Alajuelense son los de mayor afición, Herediano con un 5% y el resto solo tiene el 3%, quién ve por la televisión un partido entre Guadalupe contra Santos, Jicaral enfrentando a Santos o San Carlos y Sporting.Quizás los familiares de los jugadores, los directivos que no fueron al partido y alguno que se entretiene con una carnita asada.
Cada vez más nuestro futbol se parece a la novela de Yoko Ogawa, La policía de la Memoria, que describe un mundo con normas cada vez más absurdas, donde se prohíbe todo hasta que no va quedando casi nada.
Nuestro futbol es una farsa. La selección juega, dicen que juega, y vemos todo como si fuera normal. Los equipos se presentan a la cancha porque hay que sacar un campeón, las finanzas lo demandan. Qué importa si juegan bien o mal. Si mejoramos o retrocedemos. No hay ligas menores en nombre de la pandemia. A quién le importa.
Alguien dijo que mejor veamos este futbol con el rabillo del ojo. Tiene razón: mirarlo de frente es imposible, hay un muro que construyeron, una farsa, de la que nos costará salir de ella porque todos están muy cómodos.
** El autor tiene una Maestría en Comunicación. Licenciatura en Periodismo y Educación Física. Además es entrenador de Futbol y Baloncesto.