El entrenador español, Josep Guardiola, esta firmando uno de los mejores años de su carrera deportiva en Inglaterra, donde vivió la pandemia con fases de soledad y centrándose en cómo solucionar los problemas del Manchester City
Una nota del Diario El Confidencial presentó un artículo haciendo referencia al actual momento del Pep.
2021, el año en que Guardiola se inventó otra manera de ganarlos a todos
Joan Patsy, la mano derecha de Txiki Begiristain en el área deportiva del Manchester City, descorchó la botella de champán y llenó las copas de Pep Guardiola, Manel Estiarte y de Marius, el hijo de Pep, que hablaba por teléfono con Barcelona, con Cristina, felicitándose mutuamente por el título que acababa de ganar el City. Hacía solo unos minutos que el Leicester había ganado en Old Trafford y en casa de Pep, como en la de cualquier aficionado del City, se empezaba a celebrar. En esas, Pep miró a Manel y le dijo: “¿Qué hacemos? Habrá que celebrarlo, ¿no?”. Y eso hicieron. Celebrar la Premier de la pandemia. Manel activó el WhatsApp —Pep no tiene, aunque le moleste a Cañizares— y convocó al 'staff' en el comedor de la ciudad deportiva.
Llamó a Marc Boixasa, el delegado del equipo, y le pidió que invitara a los jugadores: “Quien quiera, que venga”, le dijo. Y para sorpresa del 'porter nocturne', empezaron a llegar coches. Se presentó hasta Ferran Soriano, el CEO. En la CFA solo faltó Brandon, uno de los utilleros, porque su mujer está a punto de dar a luz. “Fue una fiesta-burbuja, pero ha sido la mejor de las fiestas que hemos vivido. Absolutamente improvisada, llena de risas, abrazos y mucho sentimiento”, admite uno de los organizadores, para quien esa noche en la CFA fue el resumen perfecto de lo que ha sido el año. Un año marcado por la pandemia, que ha obligado a Guardiola a reinventarse la gestión del día a día y una manera de jugar condicionada por la ausencia del Kun, que solo ha participado en 11 partidos, siete de titular, por culpa de las reiteradas lesiones, y también de Gabriel Jesús, que sufrió una lesión y cogió el covid-19.
El Manchester City fue fundado en una iglesia con la idea de ayudar a la gente del barrio: gente humilde, para ayudarla a crecer en un ambiente sano y ser buenas personas. Y eso es justo lo que han conseguido esta temporada Pep Guardiola y su equipo de colaboradores. Hacer mejores a sus futbolistas, uno por uno. Puede que todo se resuma en la vieja teoría de Txiki Begiristain cuando insiste en un axioma que no negocia: “El genio es él y todo lo que pasa a su alrededor lo genera él”. O puede que sea lo que Philip Lahm escribió en 'The Guardian', al afirmar que Pep fomenta el talento individual del jugador: “Es una celebración de la individualidad. La creatividad es más importante que un esquema".
El caso es que el próximo día 23, cuando el Everton visite el Etihad, Fernandinho levantará ante 10.000 aficionados el trofeo que le acredita como campeón de la Premier. Será el primer día con público en el estadio en más de un año y la quinta Premier en 10 temporadas para el City, la tercera desde que llegó Pep y prometió “intentarlo”. Desde aquella mañana, todo ha cambiado mucho. Para empezar, el equipo es bastante mejor que aquel de Clichy, Delph y Nolito que terminó tercero, a 15 puntos del Chelsea de Conte. Guardiola, que aquel año cambió cuatro veces de coche —uno lo estrelló contra una columna del 'parking' y a otro le reventó el motor por un error en la elección de la gasolina…—, llega ahora cada mañana a la ciudad deportiva en bicicleta. Lleva casi seis meses sin ponerse al volante de su coche eléctrico y hay quien cree que este cambio de hábito tiene que ver con el hecho de que el año pasado le fuera retirado el carné de conducir después de acumular las suficientes sanciones, todas en el mismo punto de la ciudad, todas camino del entrenamiento, casi todas a la misma hora. “Casi mejor que vaya en bici”, asume uno de sus más fieles amigos.
Y ha cambiado desde la exigencia de una pandemia que ha marcado al equipo más allá de los 90 minutos, como suele explicar Manel Estiarte: “No es que juguemos sin público, es que vivimos diferente”. Tan diferente, que este año el equipo ha estado menos horas que nunca en la ciudad deportiva. De hecho, por vez primera, Pep no ha concentrado al equipo antes de los partidos de la Champions, más allá de los que ha jugado a domicilio, obviamente. Ni siquiera ha hecho el tradicional entrenamiento matinal. Los jugadores llegaban tres horas antes a la CFA, merendaban, recibían la última charla y a jugar. El City ha ganado todos los partidos, excepto el que jugó en Oporto, cuando ya estaba clasificado. En una ciudad confinada, sin bares ni restaurantes, donde apenas se podía ir al supermercado o a pasear un rato por un parque, Pep decidió que sus hombres pasaran el mayor tiempo posible con sus familias. “Igual es porque sabe lo que es estar solo”, admiten en su entorno. Y es que Pep ha vivido momentos de absoluta soledad. Como el día de su 50 cumpleaños. Venía de ganar horas antes al Cristal Palace (4-0 en Mánchester) y al día siguiente tenía partido aplazado contra el Aston Villa, también en el Etihad. Aquel 18 de enero no estaba en Mánchester ni Marius, su hijo, porque en Inglaterra las escuelas no abrieron hasta finales de febrero. Así que recibió el cariño de sus amigos en una videollamada grupal desde Barcelona al mediodía y de su padre, hermanos, esposa e hijos por la misma vía: el teléfono. Y el afecto de sus colaboradores más estrechos durante la comida...
Lejos de lo que puede pensarse, esta manera de vivir no ha hecho que Guardiola trabaje más: “Imposible dedicarle más tiempo a su trabajo que el que ya le dedicaba”. Pero sí ha hecho que, básicamente, esté más aburrido: sin cines ni restaurantes, ha vivido como nunca de la oficina a casa y de casa a la oficina. Ha cambiado el equipo y ha cambiado su vida: María, su hija, estudia en Londres; su esposa, Cristina, con quien está a punto de celebrar 30 años en pareja, ha vuelto a Barcelona con Valentina, la pequeña. Así que Pep vive con Marius en un apartamento de Mánchester que se les ha quedado un poco grande. En la derrota del primer año, la primera temporada de su vida en la que Guardiola no levantaba un título, podríamos encontrar una de las claves que han llevado al éxito este año. En su primer curso en azul, Pep descubrió la generosidad, y recibió comprensión y apoyo del 'sheik' Kaldoon. En Barcelona hay mucha gente que se sigue preguntando, incluso molesta, por qué lleva siete años en Mánchester y solo estuvo tres en el Camp Nou. Pep, que fichó por el City por Txiki Begiristain y no tardó en entenderse con Ferran Soriano, CEO del Manchester City Group —11 equipos repartidos por el mundo—, admitió tras su última renovación, el pasado mes de noviembre, que si había alargado su contrato hasta 2023 era principalmente por el apoyo que siempre había recibido del 'sheik'. “En esta situación, no le podía dejar tirado. Sentía que se lo debía, por lo mucho que le había dado el primer año”, admiten en la familia Guardiola. Por eso, cuando se fue cuatro días con Cristina a Abu Dabi durante el parón de selecciones de noviembre, la fecha en la que España jugó contra Holanda, y Kaldoon le propuso la renovación, Cristina sabía que aceptaría al día siguiente. Y así fue. Antes de regresar a Mánchester, Pep aceptó seguir dos años más. Ahora suele bromear al decir que se acaba de comprar una casa en Barcelona y de alguna manera la tiene que pagar…
“Aquel fue un momento importante, porque afianzó al entrenador y dejó claro que la próxima temporada él iba a estar en el banquillo, pero igual algunos jugadores no”, admiten en Mánchester, donde se reconoce que más allá de haber llevado al equipo a ser campeón de la Carabao Cup, semifinalista en la FA CUP, campeón de la Premier League y finalista de la Champions League, la gestión de Pep este año es, de largo, su mejor obra como entrenador. La Premier de la pandemia la ha ganado el City porque Guardiola ha reinventado la esencia del futbol: el día a día, la ayuda al compañero y el hacerse mejores unos a otros. Pep prefiere pensar que la culpa es tan suya como de los que le han acompañado en el camino y se esfuerza por recordar que trabaja rodeado de muy buena gente. Más allá del doctor Edu Mauri, probablemente el tipo que más hace reír en Cayton Lane, donde está ubicada la ciudad deportiva, de la bondad y sabiduría de Lorenzo Buenaventura, de la fidelidad y la complicidad producto de los muchos años que lleva trabajando a su lado de Carles Planchar, jefe de analistas del 'staff', y de que tenga a su lado a Manel Estiarte, algo así como un hermano mayor, la incorporación de Juanma Lillo ha resultado trascendental. Desde que se fueron Mikel Arteta y Domenech Torrent, era evidente que necesitaba que alguien le echara una mano, más allá de Rodolfo Borrell. “Fue él quien puso el nombre y a nadie le extrañó. Y Juanma dejó China y se vino. La historia no tiene mucho secreto”, reconocen en los despachos, donde se le habían ofrecido algunas alternativas, no con mucha vehemencia: llamar a Mascherano o a Xabi Alonso —los dos han jugado en la Premier, están haciendo camino como entrenadores y han trabajado con Pep—. O contar con Maresca, que acababa de llegar al club y finalmente ha liderado el triunfo del Sub-23. Pero a ninguno se le llegó a plantear. Era Lillo o Lillo. Y fue Lillo.
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“Me da calma”, reconoce Pep. “Es la persona más positiva que conozco. Nunca habla mal de nadie y siempre busca una solución, Nos ha ayudado mucho. Sin su influencia, sería imposible estar donde estamos. Me conoce perfectamente, sabe lo que necesito en el momento justo y tiene un sentido especial para ver cosas que yo no veo o leer situaciones del partido difíciles de encontrar para mí. En los malos momentos, me hace sentir tranquilo y me hace ver la situación real del equipo, más allá del resultado, sea bueno o malo. Es especial, ha sido muy importante en este periodo". El mayor problema de Lillo es, en cualquier caso, el idioma, porque su dominio del inglés es bastante justo. “Pero se maneja bien con los latinos”. En cualquier caso, a fin de cuentas, Pep tiene muy claro que sin el compromiso de sus jugadores todo sería muy diferente. Y en ese sentido, todas las miradas están puestas en Rubén Dias, el central portugués por el que el City pagó 65 millones este verano: “En verdad son 40, porque el Benfica pagó 25 por Otamendi”. De hecho, esa fue una de las grandes razones por las que Txiki llamó un día a Monchi para decirle que el Sevilla podía quedarse con Koundé y Diego Carlos, dos jugadores que estaban en la órbita azul, pero por los que el Sevilla pedía demasiado. La figura de Otamendi cuadró el fichaje de Rubén Santos Gato Alves Dias. “Tardé dos semanas en entender por qué era capitán en el Benfica”, suele decir Estiarte. Los que han visto partidos en el Etihad saben de qué habla. No hay jugada en la que no se le escuche pegar un grito, “pero siempre positivo”, reconocen en el 'staff'. Tampoco es que sea el mejor central del mundo, pero solo Ederson, el portero, ha jugado más partidos que él y desde su jerarquía y competitividad ha hecho mejor a Cancelo y a Stones.
Y a partir de ahí, el equipo fue creciendo como las fichas de un dominó se derriban unas a otras. “Siempre tiene la palabra justa, el abrazo a punto para reconfortar a un jugador en el acierto y, sobre todo, en el error”, señalan en la ciudad deportiva, donde saben que Pep ha conseguido lo que en Inglaterra siempre pensaron que no conseguiría: jugar como más le gusta, dominando los partidos con la pelota, defendiendo con la pelota, y jugando al ataque. “¿Te acuerdas? Pep ha de cambiar su manera de entender el futbol si quiere ganar la Premier, decían el primer año. Pues mira. Ha ganado sin '9', llenando el equipo de centrocampistas”, recuerdan en la CFA. De una manera muy coral. Durante el año, al equipo lo han aguantado el excelente nivel y los goles de Gundogan, los de Mahrez, que ha firmado su mejor año, a ratos ha aparecido Sterling, otras veces Bernardo Silva… Y siempre asentados en Rodri, uno de los jugadores que más partidos han jugado, y en la experiencia de Fernandinho. “En realidad, ha habido momentos para todos”, recuerda uno de sus colaboradores. Así que a las puertas de la que puede ser la tercera copa de Europa para Pep, de que Mánchester se convierta en la segunda ciudad europea después de Milán en tener dos equipos campeones del continente o de que el City gane su tercer título, Txiki Begiristain, el hombre que llevó a Guardiola a vivir a Deans Gate, ya busca un refuerzo —un '9', ¿tal vez Kane?— que sustituya la leyenda del Kun Agüero, quien este año ha jugado tan poco que parece que ya se fue. Alguien dirá que con la pasta del 'sheik' es fácil, pero no estaría de más recordar a Pellegrini cuando dijo que “las ideas no se compran con dinero”. El champán sí, y está en la nevera por lo que pueda pasar el 29 de mayo en Oporto.
Fuente: Diario El Confidencial España