La próxima semana (10 de noviembre) Joao Félix cumplirá 21 años. Y, salvo que en Moscú (Lokomotiv) o en el Metropolitano (Cádiz) ocurra algo paranormal, soplará las velas en su momento más radiante desde que llegó al Atlético (44 partidos, 14 goles y 5 asistencias).
No sólo son los cuatro goles en sus dos últimos partidos, todos decisivos para la suerte de su equipo, sino la certeza de que la regularidad que se espera de un jugador de su categoría ya está aquí. Ni siquiera Simeone oculta ya su regocijo. 15 meses después del anuncio oficial de su fichaje, Joao va ondeando el 7 de su camiseta a la altura de su antecesor, Antoine Griezmann.
Sin el terremoto provocado por la marcha del francés (y sin los 120 millones de su cláusula, más otros 15 que llegaron después), Joao, probablemente, habría aterrizado en Manchester para ponerse a las órdenes de Guardiola en el City. Pero eso ya forma parte del pasado. Su presente, y su futuro, con contrato hasta 2026, pasan por el Atlético de Madrid.
Hace año y medio, la cúpula de la entidad rojiblanca se trasladó en persona hasta la localidad de Viseu, al norte de Portugal, donde vive la familia Félix, para convencer al chaval que les había enamorado ya con 17 años. Andrea Berta, el director deportivo, le había visto en directo un puñado de veces, tras asombrar en aquella Youth League con el Benfica, donde volvió loco al Real Madrid de Guti en semifinales. Berta estaba también en la grada cuando Joao se descorchó con un hat-trick ante el Eintracht, en la ida de cuartos de la Europa League (2019). «Fue un empeño y una apuesta personal de Miguel Ángel [Gil]», reconocen en el club madrileño, al recordar aquellos seis meses de duro cortejo, donde el Bayern, el Real Madrid y el Manchester City tenían preparadas las uñas y la cartera para ejecutar la compra. «No es lo mismo que venga un ojeador a verte, a que lo haga el dueño del club», añaden.
300 MILLONES DE CLÁUSULA
Y en esa visita, el Atlético, que ya estaba enamorado del futbolista, quedó también prendado de la persona y de su entorno. Tanto su madre como su padre son profesores de educación física en colegios distintos de Portugal. Ambos acabarían turnándose para estar junto a su hijo en Madrid. También está Hugo, de 16 años, que sigue los pasos de su hermano en el Benfica, donde firmó su primer contrato profesional en verano. En aquel viaje sorpresa se encontraron una familia sencilla y muy unida. «Le dijimos que queríamos un futbolista con el crecer de la mano. No queríamos un personaje. Buscábamos simplemente a Joao», recuerdan a este periódico. La carta que decidió la partida fue ofrecerle jugar con el primer equipo, mientras el resto de pretendientes le tendrían cedido un año en el Benfica: «El Atlético creyó en él desde el primer instante».
Un acuerdo con el club lisboeta, tras la mediación de Jorge Mendes en la operación, permitió al Atlético pagar a plazos su cláusula de 126 millones de euros. La cifra más alga jamas pagada por la entidad rojiblanca. Igual que su blindaje récord de 300 millones, que espanta cualquier sorpresa externa y deja el futuro en sus manos. Un caluroso día de junio, la familia Félix al completo viajó a Madrid, dio una vuelta por el Metropolitano y se acabó filmando el célebre anuncio en el Museo del Prado, con la condición de mantenerlo bajo llave hasta el 3 de julio. Apenas llevaba unos meses como profesional y, tras la marcha de Griezmann, con sólo 19 años, estaba llamado a ser el faro del equipo. Su contrato, próximo a los seis millones de euros, aún anda lejos de los 10 que cobran Oblak o Costa. Pero, en función de los goles, minutos o internacionalidades irá creciendo durante esas siete temporadas hasta situarse en lo más alto. Lo normal es que por el camino llegue alguna renovación.
La figura del Kun Agüero también estuvo presente en la operación. Hace más de una década, en 2006, se la jugaron con él y no salió nada mal. «Aquellos 23 millones fueron una barbaridad en esa época», admiten en el club. Era el momento de volver a intentarlo. En estos meses como rojiblanco, Joao ha tenido tiempo de pulverizar el registro de precocidad del argentino en Champions, convirtiéndose en el goleador más joven (19 años y 325 días) con aquel gol ante el Lokomotiv, en Moscú, hace poco más de un año. Meses después alzaría el segundo trofeo Golden Boy en la historia de la entidad, tras el conquistado por el Kun en 2007.
Las comparaciones son inevitables, a pesar de que futbolísticamente no tengan nada que ver. «Llegó como si fuera un canterano, dispuesto a aprender. Es un buen chico», reconocen quienes tratan con él. Y ahora, tras un año de aprendizaje, ha interiorizado fuertemente las exigencias del libreto de Simeone. Sólo Koke, Herrera y Trippier, en ese orden, han hecho más kilómetros que él en esta Liga de Campeones: 20,5. Ha jugado todos los minutos y, como reconoció tras su reciente doblete ante el Salzburgo, le motiva bastante. «Piensa muy rápido y tiene soluciones para todo. Es lo que le hace diferente», lo define a este periódico Paulo Futre, que también convivió con su precio hasta borrarlo con fútbol y goles.
A Joao, apasionado de la PlayStation y apadrinado desde el primer día por Diego Costa, le ha tocado superar una dura mili con Simeone. Las sustituciones antes del final escocían, pero no levantó la voz. «Cuando quiere, puede cambiar el partido. Vete para adelante, diviértete», le susurraba el martes pasado Saúl a Oblak, tras la exhibición del luso ante el Salzburgo. El Atlético ya tiene la luz que buscaba.