El Liverpool, plagado de bajas, se proclamó este domingo campeón de la Carabao Cup. Los pupilos de Jürgen Klopp dieron toda una lección de grandeza y sobreponerse a las circunstancias para hacerse con el título tras un tanto de Virgil van Dijk en la prórroga.
El Chelsea dispuso de grandes ocasiones durante el partido, pero el zaguero neerlandés y Kelleher amargaron al cuadro de Mauricio Pochettino.
Sin Salah, sin Darwin, sin Alexander-Arnold, sin Alisson, sin Diogo Jota... Un largo etcétera de bajas que obligaban a los 'reds' a plantarse en Wembley con un equipo de pocos habituales, jóvenes sin experiencia y a duras penas un puñado de actores principales. Por fortuna, entre los mismos estaba un Van Dijk que escribió este domingo una página de oro para su leyenda en Anfield.
A las ausencias, la gesta 'red' añadía un rival que se jugaba la vida. Porque el proyecto faraónico del Chelsea (al menos en cuanto a desembolso) tenía en la estación de Wembley su único billete a Europa. Sin embargo, los 'blues' no contaban con el alma y la capacidad de supervivencia de un rival mermado que se llevó la EFL Cup demostrando grandeza y honrando a su historia.
Del monólogo 'red' a los puñales 'blues'
Aunque las bajas de calibre le daban al Liverpool una excusa perfecta para mostrar un menor nivel, lo cierto es que los pupilos de Jürgen Klopp tuvieron una magnífica puesta en escena. Dominantes, los 'reds' comenzaron el duelo con mucha mordiente, provocando y aprovechándose del nerviosismo de un Chelsea que era un flan.
El equipo de Mauricio Pochettino, de inicio, fue un manojo de nervios, con muchísimos fallos en la entrega y errores criminales en la salida de balón que estuvieron cerca de costarle un disgusto. Solo el buen hacer de Petrovic y la falta de acierto de Luis Díaz evitaron que el 0-1 luciera en el electrónico de Wembley antes de cumplirse el primer cuarto de hora de partido.
Sin embargo, el guion del choque comenzó a cambiar en el minuto 20. Ahí el Chelsea se dio cuenta del gran daño que podía hacer al Liverpool por los costados gracias a la velocidad de su línea atacante. En la primera intentona con resultado, solo una magistral intervención de Kelleher impidió que Cole Palmer anotase el primero. Un aviso a navegantes que equilibró el duelo y metió el miedo a un Liverpool que, para más inri, perdía a Gravenberch tras un brutal pisotón de Caicedo que el árbitro interpretó como involuntario.
Superada la media hora, los aficionados 'blues' presentes en las gradas de Wembley gritaron gol. El tanto llegó, como era de esperar, tras una galopada por la banda. En este caso, Nico Jackson y el costado derecho fueron protagonistas, sirviendo el ex del Villarreal desde ese lado un balón raso al corazón del área que Sterling mandó a placer al fondo de la red. Sin embargo, el línea señaló fuera de juego y el VAR, tras varios minutos de revisión, ratificó una decisión milimétrica que, a simple vista, parecía equivocada.
El Liverpool, pese a mantener el 0-0, sufría ahora sobre el verde. Consciente de la cercanía del descanso, el cuadro de Anfield trato de volver a tomar las riendas del choque y lo consiguió con un gran tramo de final en el que Gakpo, de cabeza, se topó con el palo y Bradley, en una acción al borde del área pequeña, se encontró con la zaga del Chelsea, que achicó agua en esos minutos finales para llegar al entretiempo con el 0-0 inicial.
El VAR y el palo, salvadores para uno y otro equipo
Como si ambos técnicos hubieran estado mayoritariamente satisfechos de lo ocurrido en el primer tiempo, la segunda mitad comenzó sin movimientos tácticos. El inicio fue similar al del primer tiempo, con el Liverpool tratando de llevar la iniciativa aunque con un Chelsea que, sabiendo de sus virtudes, avisando mucho antes a la zaga 'red' con un omnipresente Nico Jackson, que caía a una u otra banda para tratar de aprovechar espacios y generar peligro. En su primera internada, el balón acabó en los pies de Enzo Fernández que, al borde del área pequeña, lo probó sin fortuna de tacón tras recibir un pase de Gallagher, que hacía daño ingresando desde atrás en zona de remate.
Tras unos minutos de intensidad sin demasiadas ocasiones, el Liverpool parecía dar el primer zarpazo al partido cuando Robertson puso con música una falta desde el costado izquierdo. El balón era un caramelo que Van Dijk, poderoso en el juego aéreo, mandó al fondo de la red. Sin embargo, el VAR intervino de nuevo para ahogar el grito de gol. Y es que aunque el neerlandés estaba en posición legal, Endo, que molestó a Colwill a la hora de perseguir al central 'red', estaba en posición antirreglamentaria, lo que hizo que el colegiado anulara el tanto.
La decisión del árbitro tras revisar la acción dio aire a un Chelsea que aprovechó el subidón para tener otra ocasión bastante clara con Disasi como protagonista, aunque se notó demasiado que el galo no era delantero, pues mandó prácticamente en boca de gol el balón a las nubes tras rematar con el muslo una acción a balón parado. Más cerca de anotar el que hubiera sido uno de los tantos del año estuvo Gallagher, pero su precioso remate de espuela tras un centro por bajo de Palmer se topó con el poste ante la atenta mirada de un Kelleher batido.
Un Kelleher salvador y Van Dijk como estandarte
Con algo menos de 15 minutos para el final, la prórroga comenzó a aparecer en el horizonte de ambos equipos, que no se volvieron locos a la hora de ir a por el partido. El Liverpool dominaba y estaba al mando de las operaciones, pero la amenaza del gol corría a cargo de un Chelsea que, en dos contras, tuvo la final en sus manos. En la más clara de todas, Gallagher se plantó mano a mano ante Kelleher, pero el meta del Liverpool le ganó la partida para mantener su meta a cero, algo que ratificó tras un par de intervenciones milagrosas en el añadido que mandaron la definición del título al tiempo extra
Klopp y Pochettino ajustaron las piezas sobre el tablero, realizando numerosos cambios en el tramo final de cara a los 30 minutos extra, en el que el cansancio, que ya se notó en el tramo final del tiempo reglamentario, debía ser un factor diferencial. Los 'reds', mermados de por sí, lucían un equipo plagado mayoritariamente de suplentes y jóvenes pocos habituales ante un Chelsea que, por nombres, debía mostrarse superior. Pero las ganas y el corazón de los chicos de Klopp, espoleados por una hinchada que no paraba de alentar, lograron desdibujar nuevamente a un conjunto 'blue' que no creaba ningún peligro.
Van Dijk, a un gran nivel durante mucha parte del encuentro, se mostró imperial en una prórroga que requería de sus galones. El internacional por Países Bajos aparecía para tapar cualquier hueco en la zaga del Liverpool e imponer su poderío, dando confianza y seguridad al puñado de chavales (Danns, Clark, McConnell...) que tenía orbitando a su alrededor. Konaté, pareja de Van Dijk, dijo basta al descanso de la prórroga, dejando al ex del Southampton con otro jugador casi sin experiencia como Quansah a su lado.
Los jugadores del Liverpool, pese al cansancio de unos y la inexperiencia de otros, mantuvieron sus ganas de llevar el peso del partido, estando a milímetros de encontrar el premio gordo en un cabezazo de Harvey Elliott que Petrovic, con la pierna y sobre la línea, sacaba de manera sobre la línea. Parecía ser esa la última ocasión del duelo, pero el fútbol le tenía reservada la gloria a quien más se la merecía.
Y es que cuando el duelo agonizaba, en el minuto 118 y con los penaltis a la vuelta de la esquina, Van Dijk, el líder y el corazón de este Liverpool, se elevó por encima de todos en un córner para conectar un cabezazo con el que volver a llevar un título a las vitrinas de Anfield en el año de despedida de Jürgen Klopp y que, de igual forma, supone una nueva puñalada al proyecto de un Chelsea que dice adiós a su posibilidad más factible de regresar a Europa.