El alemán Franz Beckenbauer, quien murió este 8 de enero a los 78 años, será recordado como uno de los máximos responsables de la modernización del fútbol.
Como futbolista fue capaz de hacerse con un Mundial, una Eurocopa, tres Copas de Europa, dos balones de oro, cuatro Bundesligas, una Recopa, cuatro Copas de Alemania y tres North American Soccer League.
Como entrenador bordó la tercera estrella de Alemania sobre su escudo; sin embargo, Beckenbauer fue mucho más que eso.
Beckenbauer, que desarrolló casi la totalidad de su carrera entre los años 60 y 70, era un futbolista de otro tiempo. Un jugador que aunaba físico, técnica, calidad, inteligencia, coraje, disparo y último pase hace ya 60 años.
Si a Beckenbauer se le conocía como el Káiser (emperador en alemán) no solo era por ser el mejor defensor, sino porque fue el primero en ser el destructor del juego rival y el constructor del propio.
Todo al mismo tiempo. Beckenbauer robaba el balón y no daba un pelotazo al delantero tanque o al extremo veloz de turno, sino que sorteaba contrarios hasta plantarse en campo contrario, con una zancada y una elegancia impropia de la época, anacrónica con un fútbol más cercano a su estado primitivo que al actual.
Un paso atrás marcó la carrera de Beckenbauer. El 5 retrasó su sitio del centro del campo al centro de la zaga para convertirse en el inventor, o al menos en el principal estandarte, de la posición de líbero.
Beckenbauer pasó a ser un central que encontró la libertad en el balón y no en subir a rematar córneres, ni en tirar faltas o penaltis. Un futbolista por el que existen centrales ajenos al prototipo de ogros o cometibias, centrales con mejor pie que muchos centrocampistas o, con al menos, con la capacidad de ejercer como tal.
El icono de Beckenbauer, mejor jugador alemán de la historia, rompió con uno de los leyes no escritas del fútbol: el muniqués fue el primer futbolista considerado mejor del mundo sin ser atacante. Además, antes de que irrumpiera la figura del venerado Diego Armando Maradona, el trío definitivo de los mejores de la historia era el que formaban Pelé, Cruyff y Beckenbauer.
"Dónde vas Beckenabuer". Es una de las frases que todavía sobreviven, sobre todo en las gradas o en el fútbol modesto más que en el formativo, cuando un defensor 'se viene arriba' y se lanza al ataque con el balón controlado. Esa inconsciencia de la acción individual acompañó a Beckenbauer durante toda su carrera, aunque el alemán cabalgaba como un caballo con extremidades alargadas y potentes y no como aventurero desesperado.
El calado de Beckenbauer es tal que sin él no se podría concebir la institución del Bayern de Múnich tal y como se hace en la actualidad. El Káiser catapultó a la gloria al conjunto muniqués, con el que pasó de jugar en Segunda División a ser campeón continental en cuestión de 10 años en compañía de una generación histórica con Gerd Müller y Uli Hoeness en la delantera, Paul Breitner en la defensa y Sepp Maier como guardián de la portería.
Fuente: Diario El Independiente