Al argentino Jorge Valdano se le recuerda como futbolista y técnico, pero su capacidad de expresar conceptos deportivos, culturales e históricos lo hacen un mago del verbo.
En una entrevista suya recientemente brindada al Diario La Nación de Argentina recorre magistralmente la cancha del campeón del mundo, Maradona, Messi, capacidad de trascendencia de su fútbol, su logro actual con Scaloni y muchos más.
Valdano tiene 67 años de edad. Como jugador militó en Newell's Old Boys (Argentina). Luego jugó en España con Deportivo Alavés, Real Zaragoza y Real Madrid. Con la Albiceleste ganó la Copa del Mundo en 1986.
Aquí la nota
Los héroes de México tienen un activo grupo de WhatsApp. Se llama “Campeones86” y en la imagen del ícono aparecen Cuciuffo, el Tata Brown y Maradona. Nunca dejarán de ser un equipo. Un espacio para sentirse siempre cerca. Una excusa para cuidarse. Para compartir las ausencias y también para divertirse. Oscar Ruggeri creó una fábula alrededor de la cantidad de libros que llevó Jorge Valdano para oxigenar su encierro en la concentración del Distrito Federal. ¿Pero qué leyó Valdano camino al título? “No recuerdo, tengo más claro qué leí en el 82 porque encontré en un estante Memorias de Adriano, de Marguerite Yourcenar, traducidas por Cortázar, y me quedé como hipnotizado por el libro y estuve horas en la recepción del hotel leyéndolo. No tengo ni idea lo que llevé en el 86, pero no era una maleta como ha instalado la exageración de Ruggeri, habrán sido tres libros, lo que uno se puede llevar cuando va a un Mundial”, se defiende Valdano y suelta una carcajada.
Abre una hendija hacia la intimidad de aquel búnker albiceleste en el club América. Carlos Bilardo ocupaba la habitación contigua a la de Valdano. “No había manera de darle continuidad a la lectura, y además se escandalizaba cuando me veía porque le estaba fallando al primer mandamiento que es pensar obsesivamente en el próximo partido. Lo entendía como una traición a la Patria, y en ese contexto, un libro interfería. Bilardo no quería distracciones. Yo entendí que esa era su manera de disfrutar. Para un tipo tan competitivo como Carlos, ganar era lo único que existía y lo reconfortaba”.
Por aquellos años, hace casi cuatro décadas, Valdano fue un “menottista en el reino de Bilardo”, como alguna vez describió. “Pero yo estaba ahí para respetar el plan común, no para discutirlo. Era un soldado más. La camiseta de la Selección valía más que una idea”, analiza, porque cuando gobierna la emoción no hay lugar para ideologías ni desobediencias. Después, la sensibilidad elige. Y Menotti había dejado huellas en el anterior ciclo de la Selección. “César tenía una gran capacidad de seducción y unos reflejos tremendos para hacerte gráfica una corrección. Usted ha matado alguna vez a un arquero, me dijo. ¿Cómo? No, ¿por qué?, le respondí. No, como tira siempre a matar. ¿Por qué no elige los rincones que le va a ir mejor…?, vaya descripción. Todo te lo convertía en un cuento. Y, además, lo que te decía le convenía a tu juego, atacaba tus defectos y te ayudaba a resolverlos”.
Valdano convivió con aquellos entrenadores que se hicieron estatua. Pero al cuadro de honor ha ingresado un tercer hombre, Lionel Scaloni. Valdano los encuentra en algún punto del tiempo. “Ahora Scaloni tiene una ventaja de la que nunca ha disfrutado: el poder que te da el prestigio. Menotti llegó a la Selección después de haber generado una revolución con Huracán. Bilardo ya tenía una experiencia muy fuerte cuando se hizo cargo de la Selección. En cambio, Scaloni tenía que demostrarlo todo y, sin embargo, tuvo entereza para tomar decisiones de mucho riesgo. Y las decisiones las tomó perdiendo –Bilardo tuvo el lujo de tomarlas ganando–, tocó jugadores que parecían inamovibles dentro del esquema y fueron decisiones que el tiempo reveló como sabias. Tiene por delante un gran desafío, como dice muy bien Julio Velasco: es muy difícil tener hambre después de comer”.
Valdano siempre reparó en la moderación de Scaloni. El año pasado, antes de la conquista en Qatar, claro, le contaba a LA NACION: “Ha sabido poner al fútbol en el lugar justo dentro de la escala social, ¿no? Esto no le cambia la vida a la gente, le cambia el humor a la gente, pero no la vida. Y Scaloni te lo dice con mucha naturalidad y desde un perfil bajo que ha elegido”. Se coronó campeón del mundo Scaloni, pero nada cambió. “Si perdés o ganás, otra vez mañana sale el sol…, mencionó, y me remitió a Arrigo Sacchi, que decía el mundo sigue girando. Y es verdad, eres campeón del mundo o no lo eres, y esto sigue girado. Lo que pasa es que el fútbol produce tantas sugestiones que muchas veces te parece que es lo único que existe, y si ganás o perdés un partido se termina el mundo o no. Scaloni demostró virtudes humanas que no fueron los suficientemente reconocidas. Por ejemplo, el hecho de no querer ocupar el centro del escenario una vez levantada la copa. Se maneja siempre con unos niveles de discreción que ayudan a que el jugador se sienta importante. Y ese es otro de los elementos que han ayudado para que este grupo se hiciera sólido, desde un entrenador que no es demasiado intervencionista”.
–El hincha suele esperar la victoria para regalarle su afecto al equipo. Pero ocurrió al revés en Qatar, la Selección llegó querida. El apoyo precedió a la victoria.
–Eso que ocurrió no es común, y todavía no encuentro explicación porque efectivamente rompe con una tradición maldita. Éramos felices, nos sentíamos país, nos sentíamos juntos…, ocurrió ese milagro de comunicación que a veces produce el fútbol. Y cuando uno es feliz, también es generoso, y supongo que de ahí parte ese sentimiento de apoyo sin necesidad de premio. Fijate las paradojas de la vida, que ese apoyo hizo más fácil el premio.
Valdano asegura hace tiempo que es alérgico a la nostalgia. Para él, la vida está ahí adelante. Le provoca algunos escalofríos quedarse empantanado atrás… “Los recuerdos, desde luego son muy estimulantes, pero que no sirven para mañana”, argumenta. Vale el debate, porque los recuerdos pueden ser inspiradores… El pasado fulgurante de Valdano es una invitación a las consultas retrospectivas, la culpa es suya por la magnitud de su obra deportiva. Acepta revisar hojas del almanaque, pero ya se las ingeniará para conectar todo con el presente. En la apilada mitología de Maradona contra los ingleses, y en el gol de Burruchaga que sentenció la final con Alemania, es Valdano quien acompaña desde la mitad del Azteca ambas corridas. “Si hemos convenido que no hay dos jugadas iguales, podemos alargar el concepto: no hay dos carreras iguales. La primera era hipnótica, si Diego me hubiera dado la pelota yo me hubiera tenido que despertar antes de empujarla; en cambio en la otra era todo atención porque estábamos en un momento culminante, ese momento me abarcaba por entero”.
Pese a estar más cerca que nadie, en ninguno de los festejos salió disparado detrás del goleador. ¿Por qué? “En el de Diego, lo sé: era una obra tan personal que algo de mí dijo: gritalo solo. Hasta ofendido. Después de eso, el fútbol ya no tenía más nada que decir. Alguna vez encontré la imagen y dije que cuando fui a buscar la pelota al fondo del arco, la levanté y era como un pájaro muerto, con la cabeza colgando. Me podría haber fugado con la pelota para subastarla en estos días, ¿no? Al revés, se la llevé a Diego y se la entregué. Es que en ese momento, Diego era el dueño del juguete más comunitario que hay en el mundo. Y en el de Burru, porque me parecía que ese era el punto final, y habré dicho ya somos libres, hasta para gritar los goles, y salí hacia el banco y me abracé con Trobbiani que era mi compañero de cuarto. Luego, volví abrazado a Burru al centro de la cancha…, creo que perdiendo segundos, que era lo que necesitábamos para llegar a la playa”.
Basta de nostalgia, entonces. Valdano ya vivió el fútbol como jugador, entrenador, dirigente y analista, ¿hay algún otro sitio desde el que lo quiera diseccionar? “El italiano Gianni Mura, quien fuera periodista de La República, que prologó alguno de mis libros, decía que sólo me faltaba ser balón y árbitro. Quizás, ahí esté la respuesta”, bromea a los 67 años, consciente de su curiosidad envolvente. Y en esa exploración, el que no deja de fascinarlo es Messi porque con él no hay límites ni se puede predecir el futuro. ¿Le esperarán más transformaciones? “Ya es un mito, y al genio le sumó el sabio… Es que nació sabiendo, entonces puede haber infinitos Messi. Guardiola me dijo un día: Si lo pones de lateral derecho, es el mejor lateral derecho del mundo, porque además te quita el balón, te adivina y te lo quita. Estos tipos son el reflejo del reflejo”, describe Valdano.
Jorge Valdano como jugador en Alavés
Y dispara una teoría, siempre una invitación a reflexionar. “El periodista inglés Jonathan Wilson, que escribió una historia de la táctica, cuando explica mi gol a Alemania, donde parto desde mi arco y atravieso toda la cancha y trazo una diagonal hasta enfrentar al arquero Schumacher, dice que hice algo que demuestra que los argentinos sabemos algo que los demás no saben. Si algún día lo veo, le voy a decir que yo tampoco lo sé… está en el instinto, digamos, fue una corazonada. Y me llevó al sitio correcto. Pero si digo esto de mi instinto… imaginemos el instinto de Messi: si él mide 1,69 metros, su instinto mide 1,70. Es un prodigio. Cuando le hice una entrevista, intenté crear una imagen. Y le dije: ¿Vos sos consciente de que si en lugar de llegar el espermatozoide que llegó, llega el siguiente, en vez de ponerla junto al palo del lado de adentro, se te iba del lado de afuera?. Y él lo explicó por el lado de Dios: Yo soy consciente de que fui apuntado por Dios, resumió. Pero me gustó que tuviera la consciencia de ser un predestinado. De que es un elegido. Y nosotros somos los afortunados que hemos disfrutado del último elegido del siglo XX y el primer elegido del siglo XXI, y es lícito preguntarse por qué será. Y eso tiene que ver con una cultura que arropa al genio. Vamos a ver si somos capaces de seguir generando prodigios así. Sólo se explica por la fuerza de la cultura, ya lo dijo alguna vez el Flaco Menotti: Todos sabemos que es imposible un Maradona japonés. La fuerza de la cultura es muy importante, aunque estemos ahora en un fútbol difícil de retratar porque la foto nos sale siempre movida. Marruecos fue uno de los grandes atractivos de Qatar y generó en el pueblo marroquí un fenómeno de adhesión nunca visto, pero 16 de sus jugadores habían nacido fuera de Marruecos. Es el fútbol reciclado por la globalización y esa mirada la tenemos que adaptar”.
–¿La Selección se burló de cierta lógica? La inexperiencia de Scaloni, pocos jugadores en la elite, un calendario sin roce con Europa... Y una derrota en el debut que no estaba en los planes de nadie. Sin embargo, sabemos cómo terminó la historia…
–Ahí queda demostrada una de las virtudes del jugador argentino: su gran capacidad de adaptación. Efectivamente, muchos de estos jugadores tuvieron que elevar dos marchas su carrera, porque si bien estaban compitiendo en el exterior, era a niveles medios, la mayoría de ellos en equipos en donde no estás exigido para ser campeón. Y, sin embargo, se pusieron la camiseta de Argentina y se sintieron campeones, y eso es un rasgo más del jugador argentino. Ahora, fijate el efecto que hace un campeonato, ¿no? El año pasado, cuando me preguntaban por la Selección, en mis respuestas había implícitas más dudas y ahora estoy definiéndote a súperhombres. Incluso a mí, que llevo una vida dentro del fútbol y mirando el juego desde todos los lugares, el campeonato me ha fortalecido la confianza en el origen de los jugadores.
–¿Y ese origen qué dice?
–He visto algunos libros que hablan del origen de todos estos jugadores, y en todos los casos, hay un club detrás. Un club de pueblo, un club de barrio. Y ahí crece el fútbol auténtico, no el fútbol académico, donde el control y el pase prácticamente se han apoderado del juego. En la improvisación crece la pausa, crece el amague, crece la gambeta, crecen aquellos productos sofisticados del desequilibrio que han caracterizado siempre a nuestro fútbol. Yo creo que lo mejor del último Mundial es que nos ha reconciliado con nuestra cultura. Ya no nos parece que Europa es inalcanzable ni nos parece que en Europa esté la verdad revelada. Todos sabemos que para competir hay que ser diferentes. Es verdad que el estilo ha desaparecido, pero la que no ha desaparecido es la cultura, y dota al jugador argentino de un oficio descomunal. Y eso quedó muy establecido en la final, cuando el equipo parecía que estaba jugado un partido en un balneario, pero de pronto se le da vuelta y tiene que empezar un nuevo partido con la incertidumbre que provoca que te igualen un 2-0 en tres minutos. Y encima, los franceses sacaban del banco jugadores cada vez más rápidos, más fuertes, más grandes. Uno se preguntaba: ¿Ahora cómo hacemos para sobrevivir?… Y encontramos en nuestra esencia la supervivencia. En una situación de desesperación sale la esencia. Y la esencia argentina es muy fuerte, como nos lo han demostrado Di Stéfano, Maradona y Messi. Ahí está la explicación de los genios, porque hay una masa crítica ahí abajo, muy muy grande.
–Y Messi es un genio suelto en el fútbol de los Estados Unidos. ¿Cómo te vinculás con la MLS?
–No estoy vinculado a la Liga de los Estados Unidos, estoy vinculado a Leo. Y Leo, que ocupa un lugar principalísimo en mi cerebro, me llevó a una liga que en mi cerebro estaba en un lugar secundarísimo.
–¿Cómo creés que hace para mantener esa voracidad, en una liga menor, y a meses de ganar el Mundial?
–Si Leo mete un gol en un picado, se pone contento. No hay nada más legítimo que festejar. Yo le metí el tercer gol a Corea en el debut de México y todavía hoy me reprocho no haberlo festejado. Levanté la mano como si fuera un gol cualquiera, y los goles se festejan. Y un gol en un Mundial se festeja locamente, pero todos los demás también son dignos de ser festejados porque es lo que toca y es lo que se siente. Pero me hice el importante en aquel momento…
–Si el roce con la elite eleva a jugador, ¿el confort de un torneo menor como la MLS supone un daño o los genios logran blindarse?
–Sí, tienen una capacidad para acomodarse a las situaciones que no tenemos los demás. Efectivamente, cuando la Selección le exija subir una marcha porque se le van a cerrar más los espacios y va tener menos tiempo, él lo va a resolver en cinco minutos.
–¿Pusiste a Messi bajo el escaner de tu libro Los 11 poderes del líder? Parece tenerlos todos: de credibilidad a éxito, entre otros. Hasta con Maradona se podrían discutir humildad, estilo, simpleza…
–No, Diego tenía estilo, era más argentino que el dulce de leche. Después, a Leo discutirlo como líder…, bueno, qué cosa, ¿no? Qué pérdida de tiempo y qué manera de restarnos a nosotros mismos en lugar de sumar. Es un defecto parecido al que tuvo De Paul cuando hizo aquellas declaraciones y creó jerarquías entre las selecciones campeonas del mundo de la Argentina. Lógicamente lo dijo en un estado de excitación cuando escogió a la actual como la mejor, pero a mí fue un comentario que me desconcertó. Porque para mí hay una única Selección, y cuando nos ponemos esa camiseta es para desafiar al mundo. Y para demostrarles hasta dónde llega nuestro orgullo, nuestra calidad competitiva, nuestra cultura… Marcar diferencias entre una Selección y otra, en función de la excelencia mostrada dentro de la cancha, me sorprendió. Yo siento que somos una única Selección, que también incluye a los que no tuvieron la suerte de tocar el cielo y me hicieron sentir igual de orgulloso en la desgracia, por decirlo de algún modo. Es más, si pretendemos jugar a eso, yo no sabría elegir cuál es la mejor, pero lo que sé es cuál es la más importante: las más importante es la primera. Esto es como en las goleadas: el gol más importante es el primero. La primera fue la que nos puso a todos en un lugar distinto, y desde 1978 ponerse la camiseta de la Selección tiene otra gravedad, que consiste en tener un problema si salimos segundos.
–¿La Selección es la campeona del mundo, no el fútbol del país, con torneos que cambian sus reglas en la competencia, que ha naturalizado la ausencia de los visitantes, con muchos clubes en rojo…?
–El único campeón del mundo que sobrevive en la realidad argentina es el hincha. Ahí somos capitanes generales y, quizás, el único rival de verdad está en Sudamérica o en Inglaterra, donde el fútbol es un sentimiento de clase e ir a ver un partido es una experiencia que va más allá del nivel del juego.
–¿Qué análisis hacés de la irrupción de Arabia Saudita como mercado? ¿Es una amenaza para Europa?
–Esa es la teoría que se está abriendo paso en Europa, pero Europa tendría que recordar que fue los Arabia Saudita de los últimos 20 años vaciando de todos los talentos a los continentes más importantes. Bueno, tienen que saber que les ha salido un competidor que tiene dos derechos legítimos: uno, el dinero para comprar, y dos, el amor al fútbol. Porque Arabia Saudita no es Qatar, es un país que ama el fútbol aunque no tenga la tradición ni los antecedentes. Lo que sí, es un nuevo golpe en la mercantilización del fútbol porque es fácil entender que Cristiano y Benzema digan me voy a abrir la bolsa y a llenarla, pero también se ha ido Gabri Veiga, una gran promesa de Celta que está saliendo del cascarón. Eso es prácticamente renunciar a la gloria por el dinero. Ha dicho Kroos que es una vergüenza, y desde la vocación del futbolista el término está bien empleado, pero hay que estar en el lugar del chico cuando ocurre algo de esa magnitud. Yo no quiero opinar sin haber pasado por la experiencia.
Valdano festejando gol en la final el Mundial en 1986
–Ante calendarios tan superpoblados, Guardiola ha dicho que “la batalla está perdida”... ¿Queda escapatoria?
–Es que se han cambiado las pretemporadas por las giras… Pep lo dijo después de la lesión de De Bruyne, y es verdad que Pep tiene dos camiones de jugadores, pero De Bruyne hay uno solo. Afortunadamente, los nombres propios todavía sirven para algo, ¿no? Como la pelota, que todavía sirve para algo, aunque a veces da la sensación que es un problema secundario dentro de la cancha. Al mismo tiempo se lesionan para un año entero Militao y Courtois, es decir que ya empieza a haber consecuencias que hasta el momento no habíamos detectado. Es más, el progreso científico las había disimulado muy bien. Ahí estaban levantando un Balón de Oro Benzema, con 35 años; ahí está Modric, dando recitales con 37… Estaban ocurriendo cosas desconcertantes para el nivel de la exigencia. Pero esto cambia a la velocidad de la luz, y da la sensación de que a veces nos olvidamos que el producto se llama fútbol y la materia prima son seres humanos. Y el nivel de exigencia prescinde de todo aquello a lo que se lo somete a un jugador, como viajes, cambio de horario, cambio de clima… Se le exige en función del nombre propio. Messi tiene que hacer de Messi y De Bruyne de De Bruyne; el nivel de exigencia es terrible y los tiempos de recuperación ya prácticamente no existen. Los entrenadores, para productos tácticos tan sofisticados como los de ahora, los tienen que redondear más en el laboratorio que en la cancha. Los titulares no tienen tiempo para pisarla durante la semana.
–A veces el fútbol sigue creyendo que es autónomo y puede permitirse cosas que son reprobadas enérgicamente en otros ámbitos. ¿Cuándo será natural que un futbolista cuente sus preferencias sexuales?
–Cuando el joven futbolista Joshua Cavallo habló desde Australia de su sexualidad, lo mejor fueron las declaraciones de Klopp al día siguiente, abrazando la decisión, felicitándolo por su valentía, festejando que por fin alguien haya roto ese esquema tan inamovible. Parece mentira con el grado de desarrollo que hemos alcanzado que el fútbol siga estancado en su charco.
–El fútbol masculino y su ecosistema es capaz de alumbrar hasta a un Luis Rubiales…
–Es un desconocimiento hasta aberrante del mundo en el que vivimos, ¿no? Es increíble cómo un dirigente puede vivir fuera de la realidad y a través de una torpeza tan grande reducir un triunfo histórico. Que es una manera de reducirse a sí mismo, es el beso de Judas dándoselo a sí mismo. Y en cuanto a esta relación de los machos, si nos atenemos a la valentía que han demostrado desde el minuto uno las mujeres futbolistas, hasta da la sensación de que el sexo fuerte son ellas. Hay algo primitivo en el fútbol de lo que no sabemos despegar…, falta un valiente. Nos está faltando un valiente ilustre.
–Qatar 2022 fue artificial. El envase del fútbol es artificial en muchos casos. ¿Hay margen para el romanticismo que propondría el Mundial 2030 por esta parte del mundo?
–Hace sólo cinco años, el romántico me hubiera parecido un argumento imbatible. Ahora no hay ninguna posibilidad. Da igual hacerlo en una ciudad, como ocurrió en Qatar, que en un continente, como sucederá en 2026. El común denominador es el dinero, y en Sudamérica el problema del dinero tiene que ver con la infraestructura, el ámbito, la seguridad, todos elementos que en la elección pesan mucho. Ahora, que un Mundial se haga en Qatar y no se haga en Uruguay define al fútbol de hoy.
–Estuviste durante agosto en la Argentina, viviste los días pre y post eleccionarios: devaluación, inseguridad y saqueos. ¿Qué sensaciones te llevaste?
–Que es un país que vive bajo los efectos de un temblor permanente, y si algo me maravilla es la capacidad de adaptación de la gente. En 24 horas todo está asimilado. Está asimilado Milei, está asimilada la devaluación, están asimilados los saqueos... Todo se asimila a la velocidad de la luz. Es como que la realidad nos ha dado una capacidad de respuesta ante la adversidad muy, muy grande. Y aquí hablamos del jugador de fútbol, del verdulero, del carnicero, y si lo miras desde afuera, también de los directivos de las multinacionales, que muchas de ellas están dirigidas por argentinos. Hay una enseñanza en este modo de vida que es exportable. En cuando a la interpretación de todo lo ocurrido no me permito hacerla porque hasta me parecía una falta de respeto siendo un visitante.
–¿No contemplás que esa adaptación que describís en realidad es resignación?
–Sí, me parece que la gente sólo le tiene miedo a una cosa: a seguir igual que hasta ahora. Por eso pega esos gritos electorales. Es más, cuando uno intenta interpretar lo que ocurre a través de los líderes, no llega a ninguna conclusión. Lo que hay que interpretar es al electorado, los cambios de ritmo del electorado, y eso aumenta el desconcierto.