Hace unos años China dio a conocer un proyecto para transformar el país en una "potencia futbolística" capaz de desafiar a los mejores equipos del mundo.
Basta echar un vistazo a la cobertura de noticias de aquellos días, hace menos de una década, cuando el éxito futbolístico de China parecía ser solo una cuestión de determinación y dinero, para recordar cuán rápido y cuán profundamente el país abrazó el deporte más popular del mundo como un proyecto nacional.
En casa y en el extranjero, el presidente de China, Xi Jinping, fue fotografiado pateando balones de fútbol y asistiendo a partidos de ligas juveniles. Los medios del Estado detallaron su amor de toda la vida por el juego. Se les ordenó a las escuelas que insertaran el fútbol en sus planes de estudios y se destinaron miles de millones de dólares a la construcción de decenas de miles de canchas. Las principales empresas corrieron a invertir en equipos profesionales, tanto dentro del país como en el extranjero, y luego los llenaron de jugadores importados, sin reparar en gastos.
Hubo conversaciones sobre llevar la Copa del Mundo a China. En Pekín, incluso hubo atrevidos que hablaron de ganarla.
Sin embargo, en la actualidad, el gran sueño futbolístico de China parece haber terminado.
Los costosos reclutas se han ido. Los mejores equipos han desaparecido con alarmante regularidad. La selección nacional muestra pocas señales de mejora. Y en la que quizás sea la señal más directa de una política fallida, algunos de los altos funcionarios encargados de liderar la revolución futbolística de China han sido arrestados en medio de acusaciones de corrupción.
“Las esperanzas eran realmente altas”, afirmó Liu Dongfeng, profesor de la Facultad de Economía y Administración de la Universidad del Deporte de Shanghái. “Y esa es otra razón por la que la decepción es tan grande”.
¿Qué descarriló el plan futbolístico de China, cuando las apuestas previas respaldadas por el Estado para dominar los deportes olímpicos habían generado gloria constante y montones de medallas?
Una pandemia global y una recesión económica sin duda no fueron de ayuda. Tampoco lo fue la falta de talentos verdaderamente de clase mundial. A eso hay que sumarle los malos acuerdos, los rumores de corrupción y la persistente incapacidad nacional para tener éxito en los deportes de equipo. Cualesquiera que sean las razones, el malestar actual que infecta al fútbol chino es un gran revés al impulso que acompañó al lanzamiento en 2015 del plan de 50 puntos de China para el deporte.
Ese programa estuvo repleto de objetivos concretos y metas ambiciosas. Quizás la más llamativa fue la orden de incluir el fútbol en los planes de estudio escolares nacionales —lo que les presentó el deporte a decenas de millones de niños de un solo golpe— y establecer 50.000 academias de fútbol en el país para 2025. Ansiosos por apoyar las ambiciones de Xi o quizás igual de ansiosos por sacarle provecho a la flexibilización de las restricciones para la compra de activos extranjeros, los inversores chinos rápidamente le decantaron una enorme cantidad de dinero al deporte.
Montando el cohete
Se destinaron miles de millones de dólares en la adquisición de participaciones totales o parciales en equipos de fútbol europeos. Las empresas chinas comenzaron a ser patrocinadores de la FIFA y pusieron sus nombres en las vallas y las camisetas de clubes conocidos. En casa, algunas de las personas y empresas más ricas de China invirtieron en equipos con un desenfreno que terminó convirtiendo a la máxima división de fútbol del país, la Superliga, en un actor importante en el mercado mundial de fichajes. Jugadores que en el pasado jamás habrían considerado una carrera en China ahora corrían al país, atraídos por salarios alucinantes o tarifas de transferencia de ocho cifras que sus clubes europeos o sudamericanos simplemente no podían permitirse ignorar.
Esa repentina ráfaga de gasto asustó a los reguladores chinos, quienes impusieron tardíamente restricciones a la industria para tratar de evitar que se sobrecalentara. Sin embargo, inclusos esas medidas no lograron domar los peores excesos y, para el momento de la llegada de la pandemia del coronavirus a principios de 2020, cuando China se replegó dentro de sus fronteras, los fracasos monumentales eran comunes.
El Jiangsu Suning FC, un equipo propiedad de uno de los hombres más ricos de China, desapareció a principios de 2021, solo unos meses después de ganar el título de la Superliga. Otros equipos siguieron su ejemplo: el Guangzhou FC sufrió la indignidad del descenso luego de que su derrochador dueño, el desarrollador inmobiliario Evergrande, se hundiera en su propia crisis financiera. Jugadores importantes, quejándose de salarios no pagados y promesas incumplidas, hicieron maletas, terminaron sus contratos y se fueron a casa.
“Desde la perspectiva de cada equipo, si observas los costos y los ingresos, no fue sostenible en absoluto”, afirmó Liu.
Pero en el escenario internacional, China también iba en retirada.
Esperanzas frustradas
Si hubiera un solo indicador de las grandes esperanzas y la absoluta decepción del sueño futbolístico de China, ese sería su selección nacional masculina con su perpetuo bajo rendimiento, la cual actualmente se encuentra por debajo de selecciones como Omán, Uzbekistán y Gabón en la clasificación mundial de la FIFA, firmemente arraigada entre los mediocres y los olvidados.
La clasificación actual de la selección es casi exactamente la misma que ocupaba cuando el panel presidido por Xi aprobó el anunciado plan de reforma del fútbol de China hace ocho años y su más reciente campaña para clasificarse a la Copa del Mundo fue simplemente otro fracaso humillante. China terminó en quinto lugar (de seis) en su grupo de clasificación para el torneo del año pasado en Catar. Una derrota ante Vietnam en el Año Nuevo chino fue el punto más bajo de un viaje marcado por repetidas humillaciones.
Tradicionalmente, China ha tenido mucho más éxito en el fútbol femenino. Fue pionera en el deporte femenino: fue sede del primer campeonato mundial femenino de la FIFA en 1991 y llegó a la final ocho años después. Pero, aunque China hará su tercer viaje consecutivo a la Copa Mundial Femenina este año, no ha pasado de los cuartos de final desde 1999 y no será considerada por la mayoría de los expertos como una selección contendiente al trofeo.
El futuro de la selección masculina luce aún menos prometedor
“Por cómo estás las cosas hoy, en todo caso solo van a empeorar”, afirmó Mark Dreyer, autor de un libro sobre los esfuerzos de China para convertirse en una superpotencia deportiva.
Las noticias no son mejores fuera del campo. La FIFA se vio obligada a abandonar su plan de celebrar la edición inaugural de una Copa del Mundo ampliada para clubes en China luego de que el país impusiera algunas de las restricciones por el coronavirus más estrictas del mundo. Ese evento, presentado en una majestuosa conferencia de prensa en Shanghái, ahora se realizará en 2025, pero es poco probable que se organice en China.
El año pasado, la federación asiática de fútbol rescindió un multimillonario contrato de televisión con una empresa de medios china luego de que esta no cumpliera con sus acuerdos. La Liga Premier de Inglaterra hizo lo mismo en 2020: rompió un acuerdo que era su contrato más lucrativo en el extranjero, y en la actualidad ha firmado uno por un valor considerablemente menor.
Futuro incierto
Entre los muchos éxitos que alguna vez prometió China se encuentran algunas afirmaciones que no se pueden verificar. Por ejemplo, el funcionario a cargo del proyecto de las escuelas afirmó en una oportunidad que se habían inaugurado 30.000 academias de este tipo y que en la actualidad más de 55 millones de estudiantes jugaban al fútbol.
“Mientras que la mayoría del mundo celebra un proyecto una vez que se completa, en China les gusta celebrar el anuncio, lanzar cifras locas y luego la gente procede a aceptarlo como un hecho”, afirmó Dreyer, quien ha pasado más de una década siguiendo la industria china de fútbol.
No se sabe con certeza cuántas de las academias funcionan en realidad, y obtener una respuesta puede ser casi imposible: el funcionario del Ministerio de Educación que hizo las afirmaciones, Wang Dengfeng, fue arrestado en febrero.
Su detención no fue la primera ni la última. Li Tie, un exjugador que entrenó a la selección nacional durante parte de su fallida campaña de clasificación a la Copa del Mundo, fue arrestado por “violaciones graves de la ley” no especificadas mientras asistía a un seminario de entrenadores en noviembre. Luego, en febrero, el organismo de control anticorrupción del Partido Comunista emitió un breve comunicado en el que decía que Chen Xuyuan, presidente de la federación nacional de fútbol, enfrentaba acusaciones similares.
Un esfuerzo previo contra la corrupción que incluyó la privación de libertad de administradores y directivos del fútbol presagió el inicio de las campañas más recientes para hacer crecer el deporte. Los últimos arrestos y detenciones, opinó Liu, podrían ser una señal de la voluntad del gobierno de perseverar.
El director de la agencia nacional de deportes de China, Gao Zhidan, pareció sugerir eso recientemente. En un evento para la prensa posterior a la sesión legislativa anual de China del 12 de marzo, cuando el fútbol brilló por su ausencia en una reunión dedicada a la parte deportiva, Gao afirmó que había estado “reflexionando a profundidad sobre los grandes problemas de la industria del fútbol” y declaró que su agencia redoblaría sus esfuerzos para construir ligas competitivas y promover el talento joven.
No se sabe con certeza cómo se verá eso. Todavía no hay una fecha oficial de inicio de la nueva temporada, la cual se espera sea en abril, con un número reducido de equipos. Entre las bajas se encuentra el Hebei, club que hasta no hace mucho había atraído a estrellas argentinas como Javier Mascherano y Ezequiel Lavezzi, y el Zibo Cuju, un equipo con sede en una ciudad que alguna vez fue reconocida por la FIFA como “la cuna de las primeras formas del fútbol”.
Una liga reducida señalaría otro retroceso de las grandes ambiciones chinas, cuando finalmente comience. ¿Cuándo será eso? Nadie lo sabe con certeza. Aún no se ha hecho un anuncio oficial sobre el formato de la liga.
Fuente: New York Times