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La Selección mayor de Argentina ha ganado tres Copas del Mundo. En 1978 lo hizo siendo local bajo el mando del entrenador César Luis Menotti y en 1986 conquistó la cima en México con Carlos Salvador Bilardo. 

La tercera estrella llegó con el técnico Lionel Scaloni. 

Tras lograr la gloria, Menotti y Bilardo tuvieron procesos complicados. Ahora  Scaloni buscará no repetir la historia. 

Sobre este tema el Diario La Nación de Argentina presentó el siguiente artículo:

Si Lionel Scaloni lo dispusiera, prácticamente podría llevar al mismo plantel de Qatar a defender el título mundial en la excursión por América del Norte en 2026. Exclusivamente por su edad, muy pocas piezas se perderán el próximo Mundial, apenas cuatro y un comodín-intriga: Franco Armani, hoy con 36 años; ‘Papu’ Gómez, de 35; Ángel Di María, de 35, y Nicolás Otamendi, también con sus 35.

Lionel Messi, se sabe, transita por otra dimensión. Cumplirá 39 durante la siguiente Copa, es un riesgo aventurarse tan lejos cuando por ejemplo se desconoce si dentro de un par de meses seguirá en PSG o buscará otros horizontes. Convendrá no encorsetarlo, no ponerle límites porque desde hace años se especializa en escaparse de los clichés y la… normalidad.

  

El paso posterior de los campeones del mundo argentinos resultó frustrante.

España ‘82 enseguida se volvió una ronca queja de bandoneón, e Italia ‘90 -más allá de “héroes igual” y el balcón de la Rosada- se instaló como un lindo recuerdo épico, pero el desembarco en el torneo y el recorrido por la península se convirtieron en suplicios.

Se complotó todo en aquellos ciclos: diferencias internas, desde egos hasta roces en la convivencia por los cruces generacionales; la relajación que espanta la mirada asesina del futbolista y varios jugadores alejados de su mejor condición física.

Lo que no falló fue la determinación de los entrenadores por imponer un recambio. Ni César Luis Menotti ni Carlos Bilardo se encapricharon con los campeones, ni les regalaron demasiadas cortesías. Algo que tampoco le tendría que suceder a Lionel Scaloni porque ya advirtió que “la selección no tiene dueños y los campeones no parten con beneficios”.

Menotti reemplazó a medio plantel del ‘78 al ‘82; mantuvo a Fillol, Passarella, Tarantini, Olguin, Kempes, Gallego, Galván, Bertoni, Ardiles, Valencia y Baley. A casi todos los titulares de la final con Holanda, es cierto, salvo a Luque y al ‘Negro’ Ortiz. Y abrió la puerta de la renovación con Maradona, Ramón Díaz, Barbas, Calderón, Valdano… Siempre se ha subrayado que, probablemente, la delegación del ‘82 haya sido la más rica en jerarquía individual.

Y Bilardo fue más severo aun: apenas hubo siete sobrevivientes de México a Italia, siete titulares en el duelo decisivo del Azteca: Pumpido, Ruggeri, Batista, Olarticoechea, Giusti, Maradona y Burruchaga. Si hasta cortó a José Luis Brown y a Valdano en la orilla mundialista. Y apostó por Caniggia, Goycochea, Balbo, Troglio, Sensini y un jugador ya hecho, con oficio y roce internacional, como Juan Simón. Pero ese equipo jamás funcionó, y avanzó entre los penales de ‘Goyco’ y la santísima providencia.

Scaloni cuenta con ‘Cuti’ Romero, Molina, Lisandro Martínez, Enzo Fernández, Julián Álvarez, Alexis Mac Allister, Ezequiel Palacios, Montiel, Foyth, Thiago Almada..., ninguno cruzó los 25 años todavía. Y, desde ya, con De Paul, Paredes, Dybala, Acuña, Tagliafico, Guido Rodríguez, Ángel Correa, Lo Celso, Nico González, Gio Simeone… Y tiempo para observar la evolución de Alejandro Garnacho, Máximo Perrone, Facundo Buonanotte, Valentín Carboni, Nehuen Pérez y Emiliano Buendía. Y hay más. Habrá más.

Los campeones del ‘78 completaron una mala Copa América en 1979, y los del ‘86, dos decepcionantes pasos por las Copas de 1987 y 1989. Bilardo eligió no jugar en la Argentina desde 1987 y hasta la Copa de Italia para proteger a su selección de “una atmósfera hostil”, como cuentan hoy algunos jugadores. Menotti, luego del Juvenil campeón mundial del ‘79, esporádicamente logró rendimientos convincentes con la selección y encadenó derrotas con Alemania (2-1), con Inglaterra (3-1), un empate 2-2 con Italia y no le pudo ganar a Brasil ninguno de los tres enfrentamientos. Ambos, aun campeones, cayeron en grietas mediáticas. En cambio, Scaloni sólo cosecha adhesiones.

Probablemente durante la ruta en Qatar, Scaloni haya aprobado la materia liderazgo en la gestión. Adeudaba materias, y en la cornisa y bajo presión, creyó en las correcciones drásticas: cambios de intérpretes y de partitura, sin que importara el peso específico del apellido.

Funcionó la prueba de carácter. Desde ese instinto de supervivencia, la competitividad de la selección en su segundo ciclo estará asegurada. Después, los éxitos no responden necesariamente a un plan, no existen garantías. Que a nadie se le ocurra, de ahora en más, medir a Scaloni por los resultados. No. El proceso es la clave. La convicción en la búsqueda. Sentirse a prueba, en riesgo, desafiado, sentirse incómodos. Para Scaloni y para los jugadores. Si se trata de imaginar otras metas, aparece una bien desafiante: que el tránsito de los campeones hacia la defensa no esté tapizado de espinas.

Fuente: Diario La Nación Argentina 

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