Catalán, hijo de inmigrantes y enfadado con el Barcelona. Esta es una breve descripción de Adama Traoré, el futbolista que hizo debutar Luis Enrique en el partido amistoso contra Portugal y que está en boca de todos por sus músculos. Lo impresionante es ver la apariencia de un jugador de fútbol que tiene aspecto de culturista por el volumen de sus bíceps, tríceps, cuádriceps… Lo alucinante, lo que te deja con la boca abierta, es ver la potencia y la velocidad con que corre por la banda derecha y la facilidad con que elimina rivales.
Adama Traoré Diarra, el último ‘fichaje’ de España (se negó a jugar con Mali), es algo más que esa fachada de músculos que le convierte en diferente y alejado del prototipo de extremo que conduce el balón con la elegancia que puede tener el bético Joaquín. Adama o Traoré, le da igual que le llamen de una u otra manera, tiene una historia que merece la pena resaltar.
Nació cerca del Camp Nou, en la Maternidad, y su infancia fue complicada. Demasiado difícil para un chico de familia muy humilde. Sus padres llegaron de Mali a Barcelona para buscarse la vida en los años ochenta y se instalaron en uno de los barrios más pobres de Cataluña, con un alto grado de delincuencia y una de las densidades de población más altas en toda Europa. Se crio en los bloques de La Florida, de Hospitalet de Llobregat, un barrio con problemas de drogas, conflictivo y en el que proliferaban las bandas callejeras y las peleas. Adama jugaba al fútbol en la calle, consiguió mantenerse al margen de esas pandillas que solo pueden traerte problemas y enfrentamientos con la policía.
Empezó jugando en el equipo de La Florida y pasó al Hospitalet. Enseguida, en esos partidos donde los chicos imponen su fuerza, impresionó por su desarrollo físico. Era el más veloz. Se iba de todos. Imparable. Se le conocía en el barrio como La Flecha y los ojeadores del Barcelona le echaron el ojo y se lo llevaron a hacer una prueba. La superó y a los ocho años entró a formar parte del benjamín y a ser uno más de La Masía. La progresión fue extraordinaria en un niño que estaba más desarrollado que el resto de chavales de su edad y que se imponía en los duelos físicos. Los técnicos empezaron a verle más como lateral derecho, pero según iba subiendo categorías le adelantaron la posición para que fuera extremo.
“Es como un cuadrúpedo porque es capaz de utilizar las piernas y los brazos para seguir corriendo. A su rapidez une una gran potencia y es muy difícil tirarlo al suelo”, fue la definición que hizo Albert Benaiges, uno de los coordinadores del fútbol base. Adama era una fuerza de la naturaleza que consiguió llegar hasta el segundo equipo del Barcelona y en un partido, en el Mini Estadi, deslumbró al Tata Martino. El entrenador argentino lo quiso para el primer equipo y apostó por un jugador diferente por su corpulencia, que tenía desborde y también condiciones técnicas para la conducción de la pelota y el regate.
Entró por Neymar
Fue el Tata Martino el que le dio la oportunidad de debutar en el primer equipo con tan solo 17 años y 10 meses en un partido contra el Granada. Entró por Neymar. Cumplió su sueño de llegar al Barça y jugar con Iniesta, su ídolo. Pero en el club algo falló. La apuesta por Adama sufría parones, retrocesos y en 2015 decidieron desprenderse de él y lo vendieron, por 10 millones de euros, al Aston Villa. A Adama Traoré no le gustó nada cómo se gestionó su salida. Se fue dolido. Había rechazado ofertas de otros equipos con la esperanza de quedarse y hacer la pretemporada. El club lo vendió y se aseguró una opción de recompra hasta 2018. Nunca más se interesó por él y esta espina es la que tiene clava el canterano azulgrana.
Cambió España por Inglaterra y en una competición más física que la Liga buscó cómo mejorar su rendimiento para ser desequilibrante en el juego de transiciones, los ataques a los espacios, la verticalidad y el desborde. Desde su etapa en el Aston Villa, después en el Middlesbrough que entrenaba Karanka y hasta llegar al Wolverhampton experimentó un desarrollo físico que hoy tiene impresionados a todos. Esa musculatura no parece normal en un futbolista. Se tiene la percepción que es como consecuencia de un plan en el que se machaca con las pesas. Adama lo niega. Lo ha dicho en diferentes ocasiones: “No hago pesas”.
El método isoinercial
¿Cuál es, entonces, su método para tener tanto volumen de músculo? Lo primero que hay que decir es que es genética y lo segundo es que tiene un preparador físico personal, Óscar Rodríguez, que apuesta por un entrenamiento isoinercial. Adama Traoré trabaja con máquinas a alta velocidad que miden el control de la potencia y la compensación de la musculatura. Se machaca en el gimnasio con esta máquina, se le ve haciendo flexiones con palmadas en la espalda, en la máquina de remo explosivo…
La genética influye, pero la constancia para seguir este plan hace que tenga esa fuerza, potencia, velocidad y destaque por un cuerpo musculoso. Entre sus artimañas para ser más escurridizo y que no le puedan detener los adversarios con agarrones está jugar con manga corta y darse aceite de niño en los brazos para ser resbaladizo.
Adama Traoré se ha convertido en una de las sensaciones de la Premier League. Uno de los jugadores más rápidos, por no decir que es el más rápido. Jurgen Klopp está enamorado de este futbolista al que ha querido fichar para el Liverpool, pero el Wolverhampton lo vende caro. Este verano pedía 80 millones de euros y no bajaba el precio para todo aquel que quisiera llevárselo.
El chico de Hospitalet que evitó caer en una de esas bandas callejeras, que presenciaba peleas en el colegio y en el barrio y solo le interesaba el fútbol está de moda. Quien le conoce bien dice que es humilde, trabajador, disciplinado y algo despistado. Un día le preguntaron si le gustaría jugar en el Real Madrid y su respuesta fue afirmativa porque no se fue contento por su salida del Barcelona.
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