Jamás escucharemos hablar mal a Zidane de uno de sus jugadores. No lo hizo en el peor momento del distanciamiento que tuvo con Gareth Bale y no está en su estilo señalar públicamente los errores. Ni cuando falla Luka Jovic, el delantero que no hace goles en el Real Madrid. Ronald Koeman es todo lo contrario. En el primer contratiempo de la temporada, un empate contra el Sevilla, ‘raja’ de Griezmann con su punto de vista sobre la falta de gol y el rendimiento del francés.
“Las dos oportunidades que ha tenido, por su calidad, tenía que haberlas marcado”, manifestó el entrenador holandés, con esa frialdad que le caracteriza, para explicar porqué quitó a Griezmann y metió a Trincao. Koeman coge distancia muy pronto de los jugadores y marca una línea clara de actuación en su gestión. En el tiempo que esté en el banquillo quiere dejar huella como el entrenador que impuso su autoridad después de una etapa en la que los futbolistas están bajo sospecha, dentro del club y por los aficionados, por haberse relajado, perder la ambición y la forma física.
El papel de poli malo
Koeman ha llegado con el mandato de que no se repitan los errores del pasado en el Barcelona. Y ese pasado negro, nefasto y vergonzoso está en las eliminaciones en la Champions (Roma, Liverpool y Lisboa) con entrenadores que adoptaron una postura que en el club se calificó de paternalista, condescendiente y no dio los resultados esperados. Sobre todo en la breve etapa de Quique Setién, donde se vieron imágenes en las que era ignorado en las pausa de hidratación. Koeman no quiere que le vean como el bonachón Ernesto Valverde. Elige ser el poli malo que ha venido a poner orden, disciplina y recuperar la cultura del esfuerzo.
A Griezmann, con el que no hay paciencia en el barcelonismo, le ha hecho un flaco favor y empeora su situación. Hablar de esta manera de un campeón del mundo y el tercer fichaje más caro de la historia del Barcelona es una demostración más que evidente de que ha llegado al banquillo para no ser amigo de los jugadores. Lo que ha hecho a Griezmann es fácil que pueda molestar, pero Koeman debe considerar que no hay otro camino que este tipo de toques de atención públicos para que a él no le suceda lo mismo que a Ernesto Valverde ni Setién. Koeman no está para dar mimos sino más bien tirones de orejas y hacer pública su decepción con los jugadores. Como si se tratara de empatizar más con el sufrimiento del socio que con el del futbolista.
A Koeman le faltó tacto para hablar de un mal día de Griezmann y lo que hizo fue ser más duro que compresivo. Cero cariñoso. Zidane reacciona con otra postura más cercana cuando comprueba que uno de sus jugadores pasa un mal momento y está siendo objeto de críticas. Zidane es proteccionista. Desde el primer día que llegó y cogió al equipo tras el despido de Rafa Benítez y después del doble batacazo de Solari contra el Ajax en el Bernabéu y la eliminación de Copa del Rey contra el Barcelona. El Real Madrid era un equipo a la deriva, sin rumbo, sin pulso competitivo, sin alma y en crisis. Zidane y Koeman comparten una personalidad carismática por el éxito que tuvieron como jugadores. Llegaron en situaciones de urgencias al banquillo después de resultados bochornosos. La solución a los problemas es completamente diferente.
A Zidane se le sigue criticando por estar alineado con los pesos pesados que tanto le han dado y se le reprocha que utilice a jugadores como Lucas Vázquez, Isco, Marcelo o cualquier otro veterano. Los resultados están ahí. No le ha ido mal ganando Champions y recuperando la regularidad para volver a ser campeón de la Liga. “No le puedo pedir más a los chicos. Estoy orgulloso con lo que hicieron”, comentó el francés tras ganar al Levante con otra actuación destacada y salvadora de Courtois.
Endurece el mensaje
Zidane llegó con la misma presión que Koeman. Con la misión de darle una identidad al juego y hacer un equipo competitivo. En el Madrid si no ganas títulos estás despedido y el francés los consiguió a su manera. Koeman puede que gane títulos y no continuar con otro presidente. Por lo que su mensaje se endurece desde el minuto uno para demostrar que no es el candidato de Bartomeu sino que las circunstancias le han puesto ahí, ha venido como un salvador y se ha hecho cargo de un proyecto que tocó fondo.
Hay quienes creen que hay que darle las gracias por hacerse cargo del Barça. Koeman, en este papel de hombre malo, se posiciona en el perfil de entrenadores que no tiene inconveniente en que le vean como un ogro. De sobra es conocido como en su etapa en el Valencia decidió despedir a tres símbolos como David Albelda, Santiago Cañizares y Miguel Ángel Angulo en una mañana de diciembre en 2007 cuando les comunicó que no contaba con ellos por bajo rendimiento. Juan Soler, por entonces presidente del Valencia, siguió adelante con la decisión de Ronald Koeman.
Al Barcelona ha llegado en el peor momento deportivo e institucional y opta por el camino que cree que mejor resultado le puede dar. Después del humillante 2-8 del Bayern de Munich y con una moción de censura activa decide que la mejor estrategia es no ser sensible con los futbolistas cuando tienen fallos, como el de Griezmann, o llegan tarde a los entrenamientos, caso que repite Dembélé. En el vestuario del Barcelona empiezan a darse cuenta de quién es Ronald Koeman y lo que es capaz de hacer y decir para demostrar que es un entrenador ganador, exigente e independiente. A partir de este momento, Griezmann le va a mirar diferente porque se le ha faltado al respeto y ha sufrido un desprecio. ¿Habría hecho lo mismo Koeman con Messi? El argentino también tuvo un partido gris contra el Sevilla.
Esto le da igual a Koeman porque parece tener bastante claro que su tiempo en el Barcelona puede ser breve y cuando se termine tendrá que buscarse otro equipo y caer en otro vestuario y con otra directiva que den valor a su firmeza. Esa imagen de arrogante que puede transmitir el holandés de cara a los jugadores es la que gusta y quieren muchos aficionados y presidentes que prefieren un entrenador que se impone a los caprichos de las estrellas.