Desde que el técnico italiano, Carlo Ancelotti, llegó al Real Madrid el conjunto blanco mostró otra cara y los títulos no tardaron en llegar. El italiano transformó el ambiente del Real Madrid. Administra un vestuario que parecía imposible. En su carrera suma 30 títulos, entre su pasado de mediocampista y su presente de entrenador.
Aquí te presentamos una nota del Diario Clarín de Argentina que habla de Ancelotti:
Ancelotti, el domador de leones
Reggiolo es pequeño, prolijo, de ritmo manso. Allí, en Reggio Emilia, habitan unas 10.000 personas. Muchas menos que las que vivían hace medio siglo cuando en ese territorio sucedía la infancia de Carlo Ancelotti. Allí, el actual entrenador del Real Madrid jugó en el club del pueblo y aprendió otra lección fuera del campo de juego: nada se consigue sin esfuerzo. Los profesores fueron sus padres. Lo relata él mismo en su autobiografía Preferisco la Coppa, cuya recaudación fue donada a la Fundación Borgonovo, que lucha contra la esclerosis lateral amiotrófica (ELA). Al Carletto niño también le gustaba organizar a su equipo. Y se sacrificaba sin quejas en nombre de lo colectivo.
Ancelotti ya era entrenador incluso antes de ser futbolista; pero también ahora que es uno de los técnicos más exitosos del fútbol universal sigue siendo jugador, de algún modo. No es ajeno a ese mundo de estrellas multimillonarias y brillantes. Lo conoce, lo respeta, lo desdramatiza. Lo explica con una comparación respecto de su antecesor -José Mourinho- el periodista Diego Torres, en el diario El País: "Mourinho jamás habría pedido a uno de sus capitanes que examine sus actos más mesurados, mucho menos los arrebatos. El entrenador portugués -quizá porque nunca fue jugador profesional- cree que el fútbol es un negocio demasiado importante como para dejarlo en manos de futbolistas. Ancelotti, en cambio, fue futbolista. Y no uno cualquiera".
Carletto -como le decían y le dicen- era un mediocampista que tenía más de director de orquesta que de gladiador. Decían que era lento en sus desplazamientos, pero él -inteligencia y precisión pura mediante- resolvía un instante antes que cualquier atleta al servicio de rasparse las rodillas. Su contratación fue uno de los pedidos inaugurales de Arrigo Sacchi en su llegada al Milan. El presidente Silvio Berlusconi dudó al principio y se convenció pronto. Ya con Ancelotti en el campo de juego, el impresionante Milan de los holandeses -Rijkaard, Gullit, Van Basten- contaba con elegancia italiana. Por ese mediocampista formado en el Parma y llegado desde la Roma. Y también por ese defensor que era mago y se llamaba Franco Baresi.
El propio Sacchi lo contó varias veces. Ancelotti era el técnico dentro del campo de juego. El que sabía dónde y cómo había que jugar en cada momento del partido. Era el gerente general de las ideas del técnico que había sido zapatero en su adolescencia. No hay casualidad en el elogio reciente. Lo dijo Sacchi la última semana: "La de Ancelotti es una obra maestra. Carlo es una persona humilde, inteligente y generosa.
El Real tenía grandes jugadores, pero no era un gran equipo: ahora ya tiene un juego tan lindo como efectivo". Lo expresó justo después de que el Real Madrid venciera a San Lorenzo y ganara el Mundial de Clubes en Marruecos. Así, el equipo de Ancelotti sumó su cuarto título en el año calendario (un hito incluso para el enorme palmarés del club más exitoso de todos los tiempos).
Paolo Maldini, quien también era figura en aquel Milan de Sacchi, lo conoció a Ancelotti en sus tiempos de futbolista (desde 1987 hasta ese 1992, en el que Carletto se despidió con impronta de veterano crack) y como entrenador (entre 2001 y 2009). Con ellos, el Milan fue siempre el Milan. El de la gloria y el del juego. Recién llegado Ancelotti a Madrid, en 2013, el diario Marca consultó al defensor. Acertó Paolo en su diagnóstico: "Le irá muy bien. Carlo siempre ha triunfado en todos los sitios. No está obligado a cambiar la mentalidad de una escuadra, a comenzar de cero imponiendo su filosofía. En Madrid ya existe todo esto, así que lo único que tiene que hacer es ganar. No habrá mucha paciencia, al igual que sucedió en el Milan. Estoy seguro de que eso lo sabe". Lo supo, lo sabe y lo administró de perfecto modo.
Una de las claves del éxito de Ancelotti tiene que ver con su capacidad para vincularse con el grupo. "Los trata como a una familia. Y eso se nota", explica el presidente del Real Madrid, Florentino Pérez, cada vez que lo consultan. El ejemplo actual lo define: domó un vestuario que mucho se parecía a una peluquería de barrio repleta de estrellas de Hollywood. En tiempos de Mourinho se hablaba más de filtraciones a la prensa que de los goles de Cristiano Ronaldo. Hoy se abrazan hasta los que antes no se hablaban. Sí, Ancelotti domó a los leones. Mucho de ese modo de conducir lo aprendió de su admirado Nils Liedholm, el sueco que lo dirigió en la Roma. Lo contó en su autobiografía el propio Carlo: "Fue mi primer profesor. Mi mentor.
El Barón nunca alzó la voz, pero me dio valiosas lecciones. Tenía una tranquilidad interior y una calma profunda que te asombraban. Era un personaje. Antes de cada partido importante le ordenaba al doctor Alicicco que nos contase chistes". La seducción trascendió el vestuario: la conducción del Real Madrid, encantada con el italiano, lo imagina como el Ferguson del Bernabéu.
Sobre todas las cosas Carletto es un amalgamador; un especialista en adaptaciones. A grupos, a ambientes, a situaciones, a particularidades de los jugadores. Antes de ganar el Mundial de Clubes contó su receta para afrontar finales, él que suma tres decenas de títulos entre su pasado de futbolista y su presente perfecto de entrenador: "Una final no sólo se juega por la calidad, también en otros elementos, en organización, en lucha, en ganas. Hace falta un partido completo, más completo que los otros, para ganar una final. La calidad no basta para ganar una final".
Ese fue el mensaje que le ofreció a la constelación de estrellas que habita su vestuario. Su fórmula también retrata su recorrido: la lección del esfuerzo innegociable aprendida en Reggiolo; la capacidad de lucha propia de los rigores del fútbol italiano; las ideas organizativas de Sacchi; y las ganas de competir que Carletto traslada por los rincones del fútbol de elite. Todo eso. Nada menos.
Fuente: Diario Clarín