El exfutbolista italiano Franco Baresi, considerado uno de los mejores defensas de la historia, brindó una amplia entrevista al sitio web de la FIFA en donde repasó los momentos más destacados de su carrera.
Baresi acaba de cumplir 60 años de edad.
Aquí la nota
Franco Baresi no era ni el más grande, ni el más fuerte, ni el más potente, ni el más rápido. Sin embargo, figura en lo más alto de la lista en el debate sobre cuál ha sido el mejor defensa de la historia. Y con la excepción de Franz Beckenbauer, resulta difícil encontrar a un central que pueda rivalizar con él en inteligencia, elegancia, sentido de la ubicación, anticipación y capacidad para dirigir un equipo desde su propia área.
En el país del catenaccio, Baresi era un señor. Un líbero que revolucionó el puesto como capitán ejemplar y líder que imponía respeto con pocas palabras. Este artista de la zaga se mantuvo fiel al AC Milan durante veinte años, de 1977 a 1997, y durante otros catorce, de 1980 a 1994, acumuló 81 internacionalidades, escribiendo algunas de las más hermosas páginas de la historia de la Nazionale.
Ahora cumple 60 años, forma parte de las FIFA Legends y tiene lindas historias que contar, especialmente sobre las tres Copas Mundiales de la FIFA que disputó. FIFA.com ha hablado con él de sus recuerdos, sus anécdotas y su visión sobre los defensores actuales.
Franco, empecemos por el principio. En España 1982 se proclamó campeón del mundo sin disputar ni un solo minuto. ¿Qué recuerdos guarda de aquella experiencia particular?
Tenía 22 años y, aunque no jugué ni un minuto, la considero un momento importante y crucial en mi carrera. Es una experiencia que viví con intensidad y curiosidad: pasar tiempo con verdaderos campeones, que, para mí, eran sencillamente míticos. Eran mis ídolos, ya que cuatro años antes yo había seguido muy atentamente el Mundial de Argentina y me maravilló una selección que tenía a varios jugadores con los que iba a coincidir en 1982: Scirea, Gentile, Cabrini, Tardelli, Conti, Antognoni, Graziani… Era un equipo increíble, tanto dentro de la cancha como en lo que respecta a las personalidades de los jugadores.
Concretamente, ¿qué aprendió observando a los titulares hasta que alzaron el trofeo?
Después de un inicio complicado, acabamos ganando aquel Mundial de forma incontestable, venciendo a las mejores selecciones del mundo: Brasil, Argentina, la RFA... Esa experiencia fue una piedra angular en mi carrera. Yo intenté contribuir de una manera u otra, ayudando al equipo en los entrenamientos, pero lo más importante era mirar y aprender, ni más ni menos. Comprender cómo aquel equipo se había preparado para los grandes partidos y verlo conservar la sangre fría fue algo que marcó diferencias en los primeros años de mi trayectoria, totalmente.
Disputaron la edición de 1990 en casa, donde la Nazionale, aunque estuvo 518 minutos sin recibir goles, cayó eliminada en semifinales. ¿Qué les faltó para ganar el torneo?
El Mundial de 1990 ya fue algo completamente distinto: yo tenía experiencia, llevaba varios años siendo capitán del AC Milan, uno de los grandes del fútbol mundial. Francamente, creo que aquella selección merecía al menos llegar a la final. Tenía una combinación inteligente de jugadores jóvenes y más experimentados, y en mi opinión hicimos un gran torneo. Fue una pena, porque jugar en casa es una gran oportunidad... A veces todo se reduce simplemente a la mala suerte [derrota en los penales contra Argentina], y se repitió en 1994, con una nueva tanda de penales [ante Brasil en la final]. Luego, en 2006, fue al revés, y quienes tuvimos suerte fuimos nosotros. Es la ley del deporte.
Hablando de 1994, usted se lesionó en el segundo partido, contra Noruega. En aquel momento, ¿pensó que su carrera en el Mundial había terminado?
Sin duda alguna. Fue un golpe muy duro. Yo era el capitán, sabía que se trataba del último Mundial que iba a jugar y en el plantel el ambiente era increíble, con muchos compañeros míos del AC Milan, a las órdenes de Arrigo Sacchi, el entrenador que había logrado los éxitos del club los años anteriores. Se daban todos los elementos para que fuese una ocasión muy especial, y yo tenía grandes esperanzas de rendir a un nivel excelente. Pero, de repente, el destino quiso que me quedase fuera del terreno de juego cuando todos mis compañeros estuvieron fantásticos en la lucha contra la adversidad.
¿Cómo pudo someterse a una artroscopia de rodilla un 25 de junio y estar en la cancha un 17 de julio para disputar una final del Mundial?
(Risas) Con todos los años que han pasado, cada vez que cuento esta historia siempre parece increíble, aunque en aquel momento no pareciese así, porque yo lo vivía muy intensamente, día a día. Uno se prepara para pasar por el quirófano y se hace preguntas sobre su futuro, luego empieza apenas la recuperación y, de golpe, ¡está a punto de jugar una final! Nunca pensé que fuese a poder jugar, seguí con el tratamiento y con fisioterapia con la idea de irme de vacaciones y llegar preparado a la temporada siguiente. Así que ya puede imaginar mi sorpresa cuando me di cuenta de que estaba a punto de jugar la final del Mundial…
Sinceramente, ¿se sentía listo? ¿Al 100%?
(Risas) Nunca podré decir que estaba al 100%, ¡eso seguro! Me había sometido a varias sesiones de entrenamiento más intensivas y la rodilla respondió muy bien. No me dolía demasiado ni se inflamaba. Además, se dio una conjunción de factores, porque tuvimos otras lesiones, gente sancionada… A fin de cuentas, Sacchi tuvo la valentía de darme una oportunidad.
Recordará aquel partido como uno de los más tensos de su carrera...
¡Ah, sí, claro! Todo el día fue muy tenso, muchísimo, no solo el partido en sí. Recuerdo la víspera, no saber si iba a jugar o no, esperando a la mañana del día del partido para saberlo. El pensamiento constante de saber si estaría listo o no, de si la rodilla iba a aguantar... todas esas cosas seguían pasándome por la cabeza. Al final, estaba convencido de que iba a poder echar una mano al equipo, y en cuanto sonó el pitido inicial estuve totalmente concentrado en un partido que iba a ser muy difícil.
Viéndolas en conjunto, sus tres experiencias mundialistas fueron muy diferentes. ¿Qué balance hace de ellas?
Sí que fueron muy distintas, y me considero muy afortunado por haber jugado tres Mundiales y haber alcanzado el podio en todos ellos. No es algo fácil, ¿eh? Porque hay algunos jugadores que estuvieron en cuatro, a lo mejor ganaron el título, pero también vivieron varias eliminaciones difíciles. Un primer, un segundo y un tercer puesto no están tan mal. ¡No puedo quejarme! (risas)
Siendo uno de los mejores defensas de la historia, ¿cómo ve a los jugadores defensivos de la actualidad?
El fútbol ha cambiado mucho en los últimos quince o veinte años, no solo dentro del terreno de juego, sino también en lo que respecta a la percepción, por el acceso a la información, la función de las redes sociales, etc. Imagino que la percepción de los defensas también ha cambiado a lo largo de este proceso. Los verdaderos aficionados al fútbol son conscientes de la importancia que tienen y los aprecian. Si tengo que citar nombres, quien marca diferencias de verdad es Virgil van Dijk, que ha mostrado la calidad, la personalidad y la fuerza que debe tener un defensa para dirigir a un equipo de éxito como el Liverpool.
A lo largo de los años ha visto jugar a muchos grandes futbolistas y ha coincidido con ellos. ¿Quiénes son los que ocupan un lugar en el panteón de Franco Baresi?
Jugué con tantos y contra tantos grandes jugadores que es difícil elegir. Pero con todo lo que sé de fútbol en mi vida, puedo decantarme por dos de cada generación que han hecho de verdad historia: Pelé y Eusébio —a los que recuerdo ver por televisión de niño—, Johan Cruyff y Franz Beckenbauer, luego Diego Maradona y Michel Platini, Ronaldo y Marco van Basten, y por último Lionel Messi y Cristiano Ronaldo. ¡Con eso debería bastar! (risas)
Fuente: Fifa.com