Las abarrotadas calles de Nápoles enmudecen cuando el equipo azzurro pisa el terreno de juego. La ciudad entera se sumerge en un silencio tenso, roto solo por los improperios de los tifosi, que resuenan como contracrónica del partido, y los ensordecedores gritos colectivos que enaltecen las jugadas de éxito.
Y es que, en suelo napolitano, los goles resuenan literalmente en el terreno. El observatorio sismológico del durmiente Vesubio recoge el registro de estos momentos de gloria futbolística en forma de pequeños seísmos que rompen la deseada calma para un terreno volcánico. Ahora, la metrópolis se prepara para acoger al FC Barcelona en el partido de ida de los octavos de final de la Champions.
En los altares callejeros, las imágenes de los futbolistas acompañan a las estampitas de los santos canónicos. Estas composiciones, entre lo divino y lo profano, sirven para atraer a la buena suerte. Por superstición. "Per scaramanzia", como dicen los napolitanos. En los mercadillos, los comerciantes vociferan para anunciar los productos imprescindibles para acudir a la cita futbolística. Camisetas, bufandas y amuletos, a cual más ingenioso, para animar al equipo local.
Pero también algún que otro guiño para los adversarios. "No es una burla, es ironía napolitana", explica Ciro, dueño de un pequeño negocio ambulante de suvenires futbolísticos. "Tenemos papel higiénico con el escudo del Barça, pero poco. Es un equipo amigo. No como la 'Ju-merdus' [combinación del término Juventus con, bueno, ya saben...]. Para esos no damos abasto con el papel. Y eso que tenemos desde el escudo del equipo hasta la cara de todos los del equipo, incluido el presidente", comenta jocoso.
Pasión inconmensurable
A estas alturas de la historia, tras 94 años de recorrido del club, el Nápoles presume de tener unos 4,6 millones de seguidores solo en Italia. 35 millones en todo el mundo, según los recuentos más optimistas. Y eso que la ciudad donde en 1926 nació el homónimo equipo tan solo cuenta con unos tres millones de habitantes en su núcleo urbano, el más poblado del sur de la península itálica.
"El secreto es que los napolitanos reflejan en el fútbol su orgullo de pertenecer al territorio. No es casualidad que la ciudad y el equipo lleven el mismo nombre y que el gentilicio para los habitantes sea el mismo que se utiliza para designar a los aficionados del equipo. La pasión de la gente por su tierra, su idioma y sus tradiciones se vuelca en el deporte creando un sentimiento muy intenso", reflexiona Luca Bifulco, sociólogo de la Universidad Federico II.
"Es una actitud muy similar a la de los argentinos, sobre todo en lo que a compromiso se refiere. No se trata de seguidores que se activan uno o dos días a la semana. Son hinchas las 24 horas del día, 365 días al año", añade Mario Tirino, sociólogo de la Universidad de Salerno. Buena muestra de ello son las innumerables páginas web, foros y lugares de encuentro dedicados exclusivamente a discutir sobre fútbol.
Este fuerte vínculo entre ciudad, equipo e identidad napolitana explica por qué en Nápoles el fútbol se vive como una cuestión casi religiosa. En el casco antiguo de la metrópolis, de hecho, se pueden encontrar capillas dedicadas a Diego Armando Maradona, también conocido como D10S por el número con el que jugó en el equipo azzurro (dorsal que, por cierto, se retiró definitivamente tras la marcha del jugador argentino). En la pintoresca calle San Gregorio Armeno, emblemático lugar dedicado a las artesanías, las estatuillas del 'Pibe de oro' siguen vendiéndose para acompañar a las tradicionales estampitas religiosas en los pesebres. En el periférico barrio de San Giovanni a Teduccio, rebautizado como el Bronx de Nápoles, un mural de 40 metros de altura adorna el lateral de unos decrépitos edificios.
Este amor incondicional y persistente por la figura de Maradona se explica no tan solo por los éxitos futbolísticos. "Maradona representa perfectamente los valores de la napolitanidad. Era uno scugnizzo (un niño de la calle) que se rescató de la pobreza gracias a su ingenio. Y apostó por el Nápoles cuando pocos lo habrían hecho", argumenta Bifulco, autor de estudios sobre la figura del futbolista. "Sus victorias le devolvieron a la gente el orgullo de pertenecer a la ciudad. Por eso se sigue apelando a él como parte de las tradiciones", zanja el sociólogo.
Carácter napolitano
Hoy por hoy, los tifosi azzurri siguen recurriendo a sus particulares costumbres como parte del ritual previo a los grandes partidos. De hecho, uno de los secretos mejor guardados es la fiesta de bienvenida que se celebra en vísperas de los encuentros frente a las habitaciones donde se alojan los adversarios, que suelen escoger los hoteles de lujo situados en primera línea de mar, desde donde se disfruta de las mejores vistas de la costa amalfitana. Ahí mismo, los ultras locales pasan la noche en vela celebrando por su cuenta, con petardos, cánticos y luces a tutiplén.
"Es nuestra manera de mostrar la hospitalidad napolitana", señala irónico Tonino, quien acude a estas citas extraoficiales desde que era pequeño. "Solo es para molestar un poco. Nada que no se arregle con un buen café a la mañana siguiente", añade con tono burlón.
La inconmensurable pasión de los aficionados azzurri por su equipo, de hecho, puede entenderse como una manera de reivindicar su identidad. "En Nápoles, la retórica futbolística canaliza el deseo de redención de los napolitanos respecto a los males de la ciudad y la voluntad de una revancha simbólica sobre la dominación política y económica ejercida por el norte del Italia. De ahí la histórica enemistad futbolística con la Juve, el Milan o el Inter", comenta Tirino, especializado en la sociología del deporte.
"Por ahora, esta utopía socio-futbolística tan singular solo se ha materializado en el caso de las dos ligas ganadas en la era de Diego Armando Maradona. Aun así, ese horizonte simbólico persiste con fuerza en el imaginario de los fanáticos que rescatan esta pasión antes de cada partido", añade.
La conquista del primer 'scudetto' del Nápoles, logrado en 1986-1987 de la mano de Maradona, todavía resuena con orgullo en los pulmones de los aficionados. Ese día, recuerdan los napolitanos, la provincia entera estalló en celebraciones. El entonces alcalde pidió a la población que no usara el coche para evitar el colapso de las calles. Pero los tifosi, exaltados por la victoria con la que por fin lograban imponerse ante la Juventus, acudieron caminando, cantando y gritando desde todos los rincones de la periferia. La fiesta llegó hasta el cementerio local, que amaneció a la mañana siguiente con una enorme pintada dirigida a los allí enterrados: "No sabéis lo que os habéis perdido".
Y es que, a día de hoy, antes de cada encuentro, los napolitanos siguen recordando con orgullo la célebre cita que el poeta alemán Goethe dejó tras su viaje por la ciudad: "Admira Nápoles y después muere", un lema extrapolable tanto al apego de los napolitanos a su territorio como a su frenético amor por la squadra azzurra. Si no lo creen, fíjense en el estrepitoso grito de 'Chaaampiooons' que resonará antes del partido con el Barça.