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Llega un día en la vida de ciertos futbolistas en el que sus piernas se rebelan, se insubordinan a la pelota y a la vida. Si ellas pudieran gritar, gritarían que no más, que se cansaron, que envejecieron, que se enfermaron, que ya no sirven ni para andar, o no como antes. Le pasó a Diego Maradona y ahora a Pelé, dos leyendas que tocaron el cielo con las piernas, cuando estas eran veloces, potentes e intrépidas. No como ahora, que están deterioradas después de tanto trajín de sus carreras.

Hay que ser fuertes y guerreros para soportarlo, para no derrumbarse mientras las piernas, cómplices de sus aventuras de gloria, fallan. Maradona y Pelé derramaron polvo de estrellas en cada tranco, con ese fulgor único, con esa destreza inigualable. Dos de los mejores de todos los tiempos padecen, por distintas circunstancias, la pesadilla real de no poder caminar. O de no hacerlo bien.

Pelé, el brasileño que hizo más de 1.000 goles en su carrera, el que ganó tres mundiales –1958, 1962 y 1970–y que era capaz de driblar hasta el viento, tiene en conmoción a sus seguidores por sus problemas para mantenerse en pie. Postrado en una silla de ruedas, y a sus 79 años, ya no camina bien.

Fue su hijo Edson el que reveló la situación de su padre, dijo que necesita de un caminador, y que esta situación, a él, que supo ser una gacela en la cancha, lo tiene con “cierta depresión”, así lo dijo, “cierta depresión”, y suena crudo.

“Está avergonzado, no quiere salir, exponerse, estar en la calle. No hace prácticamente nada por salir de casa”, dijo su hijo en ‘Globoesporte’. Sin embargo, el propio Pelé dio un paso al frente.

El pasado jueves Pelé quiso demostrar que sigue en la lucha. No apareció en público, pero emitió un comunicado alentador. “Estoy bien. Tengo días buenos y otros malos, eso es normal para una persona de mi edad... Sigo aceptando mis limitaciones físicas de la mejor forma posible, pero pretendo mantener la pelota girando”.

Lo innegable es que Pelé, que driblaba al ritmo de samba, tiene un problema de cadera. En los últimos años se sometió a varias cirugías, una de ellas en 2012, para corregir el desgaste del fémur derecho. Le implantaron una prótesis de cadera y nada fue igual.

En 2016 Pelé aseguró que esa intervención quedó mal hecha porque los médicos le pusieron un solo tornillo, y por eso la cadera inestable le provocó dolores. Pelé fue desapareciendo de la vida pública, y cuando aparecía estaba en una silla de ruedas o ayudado por un caminador. Ese año entró nuevamente al quirófano y le pusieron tres tornillos, se levantó y caminó. Apareció de nuevo.

Pelé cambió el caminador y la silla por un bastón, y se le vio otra vez con su habitual semblante, aunque fuera pasajero. Incluso hacía bromas, como cuando dijo que ahora sí estaba listo para participar en los Juegos Olímpicos, o cuando afirmó en una entrevista: “Tenía unas lindas piernas, mira cómo estoy ahora”.

En 2018 apareció en un evento de fútbol en Río de Janeiro. Estaba de nuevo asistido por un caminador, al que calificó, ya resignado, como sus zapatillas nuevas. Hoy Pelé prefiere el nostálgico anonimato, esconder en lo posible su decadencia, porque su cadera de samba ya no baila.

Alexandre Alliatti tiene 38 años. No vio jugar a Pelé, lo recuerda por sus videos, por sus goles, por sus mundiales ganados, cultura general en Brasil. Alexandre es periodista de ‘Globoesporte’ y fue quien entrevistó al hijo de Pelé. Su reportaje no deja de impactarlo: se trata de Pelé.

“No creo que lo que tenga sea depresión en el sentido clínico, pero él no quiere salir de su casa. Tiene vergüenza de no poder caminar sin ayuda. Está muy entristecido. No creo que hoy tenga un problema grave, pero sí un problema de movilidad, dolores, y esta situación psicológica. Él ya no sale, no aparece en los medios ni en eventos publicitarios como en el pasado. La verdad hace muchos años que estamos preocupados por la salud de Pelé”, relata Alexandre, quien comenta que Pelé vive hoy en Guarujá, ciudad costera cercana a Sao Paulo, donde permanece como recluido, lejos de la fama y más cerca de la nostalgia.

El caso Maradona

Johan Cruyff, otra leyenda del fútbol, llegó a decir que una pierna de Maradona era como una mano. Y con razón, porque pateaba como si el guayo izquierdo fuera un guante, y como si la pelota que impulsaba no viajara como pelota sino como pájaro.

Con la misma teoría, a la inversa, podríamos decir que una mano de Maradona era como un pie, el zurdo. Así les hizo el gol a los ingleses en el mundial de 1986. Pero fueron sus piernas de seda las que lo inmortalizaron, con sus triquiñuelas para engañar adversarios. Sus piernas corrieron y sufrieron tanto que se cansaron. El día que Maradona paró, tenía las rodillas maltrechas.

Hoy, cuando sigue en el fútbol, como técnico de Gimnasia y Esgrima La Plata, Maradona mantiene su energía, sus arengas, su carácter. A diferencia de Pelé, Diego no esconde su estado. Dirige sentado, se levanta poco, camina lo necesario, a veces baila con penosa dificultad. Pero es Maradona: su imagen trasciende sus piernas.

Además, es más joven, tiene 59. Pero lleva años padeciendo su mal, una artritis que terminó por destruirle las rodillas ya heridas en la cancha. No solo la zurda, con la que inventaba, sino la derecha, la cómplice.

A Maradona se lo ha visto moverse lento, como si ambas piernas conspiraran para no ser ágiles. ¿Por qué camina así?, se preguntaron sus seguidores, aterrados, cuando lo vieron desplazarse como un bebé que recién camina. Él les respondió con un video en el que recopiló las patadas que sufrió en su carrera. En 2019, tras su última cirugía, le mostró al mundo sus primeros pasos de convaleciente. “Hoy volví a caminar como cuando tenía 15 años”, dijo, sonriente.

Fuente: Diario El Tiempo Colombia 

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