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El periodista y escritor peruano, Jerónimo Pimentel, presenta un destacadísimo artículo sobre Iker Casillas, lo que ha dado al fútbol y con un futuro en el aire.

La semana pasada, una noticia entristeció al mundo futbolístico: un infarto al miocardio que presupone, en la práctica, el retiro de Iker Casillas.

Para quien escribe, Casillas ha sido el arquero más importante de su tiempo, con un período superpuesto a Gianluigi Buffon, con quien compitió y compartió una condición en la que rara vez hay acuerdo entre los aficionados: ser el mejor del mundo en un puesto. El debate podría nutrirse por número de copas en la sala, pero en el caso del español y el italiano la vitrina va tan llena que las diferencias son poco esclarecedoras.

Lo que sí se puede mencionar es que ambos reconstruyeron la figura del portero clásico a fines del siglo XX e inicios del siglo XXI, una basada en refl ejos, fuerza de piernas, técnica, capacidad para ordenar la defensa, leer el partido y anticipar. Esta nueva ortodoxia tuvo una vigencia de por lo menos dos décadas, hasta hace tan solo unos años.

 

Casillas fue un talento precoz y ya formaba parte de las convocatorias del Real Madrid aún sin haber terminado el colegio. Antes de cumplir 20 ya había ganado su primera Liga de Campeones. Su capacidad de liderazgo y su gran dominio de área fue abrumadora con los merengues y la selección española, que se benefi ció de sus servicios con resultados espectaculares.

El gesto más mediático que se le recuerda a un hombre de perfil bajo es un beso a su novia, la periodista Sara Carbonero, cuando acababa de coronarse campeón del mundo en Sudáfrica 2010. Los hinchas atesoran otro recuerdo de esa tarde: la bola que le saca a Robben con las piernas, la gran razón por la que España logró celebrar ese día. Pero una carrera no se resume en un momento: una galería con las grandes atajadas de Casillas demandaría un documental interminable.

 

Pero el fútbol es un sistema que vive un presente eterno: más temprano que tarde a todo el mundo le cuelga un cartel de caducidad. La innovación táctica de Guardiola con el Barcelona obligó a preferir a un arquero que, a las virtudes antes señaladas, añadía el rol de líbero y el juego de pies (piénsese en Ter Stegen, Leno, Ederson). La edad y el cambio de época empezaron cuestionar su titularato, así como los conflictos con un Mourinho presionado por la revolución de Messi, Xavi e Iniesta.

Ajeno a la figura del guardameta excéntrico, el madrileño fue discreto incluso cuando fue evidente que el club de su vida iría a prescindir de él. Los referentes se construyen así en una época en la que la exposición mediática y los millones tienen la capacidad de convertir a un ídolo en cretino a la velocidad de un tuit. No fue su caso. Casillas optó por ir a otra liga y el Porto lo recibió con alegría dispuesto a favorecerse del otoño de su carrera. En esa estación, todo sea dicho, hay más sol que en otros veranos.

El abrumador respaldo que ha recibido el ‘1’ luego de su infarto es la mejor señal de su altura humana y deportiva. Lo prudente, para un deportista que lo ha ganado todo y está en edad de retiro, sería entender el síntoma y reducir los riesgos inherentes a la alta competencia. Ojalá, como tantas veces, Iker decida bien. Su lugar en la historia está asegurado.

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