El 8 de marzo de 2017, el Barcelona se impuso (6-1) al París Saint Germain en una noche apoteósica para los azulgrana que tuvo dos consecuencias.
Una, cuentan, que Neymar decidió irse pues, pese a ser él uno de los principales artífices de la remontada, la fotografía que pasará a la historia fue una de Messi en el fondo, frente a los hinchas. La otra, cuentan, es que Jordi Alba no volvió a dirigirle la palabra a Luis Enrique, que esa noche, apretado por el 4-0 de la ida, modificó su sistema de juego y pasó a disponer tres defensas, dejando al lateral izquierdo en el banquillo.
"Lo que me ha traído hasta aquí es mi forma de ver el fútbol", decía Luis Enrique el pasado martes en el Wanda Metropolitano cuando le preguntaron si iba a convocar a Alba. Su forma de ver el fútbol contempla, entre otras cosas, no explicar a ningún jugador ni sus suplencias ni sus titularidades. Eso, que han intentado cambiar muchas veces los colaboradores que trabajan con él, genera tensiones, pero lo cierto es que, salvo con Leo Messi, es una actitud que mantiene siempre el seleccionador nacional. El caso es que, desde aquel 8 de marzo de 2017, Jordi Alba fue suplente en los cinco partidos siguientes, situación inédita para él, incluyendo la fatídica noche en Turín (3-0) que supuso, al final, la eliminación del equipo en aquella Champions porque no hubo una segunda gran remontada aquel curso.
"Fue una cabezonería de los dos", explica alguien que conoce a ambos desde hace muchos años. "Uno por no querer dar una pequeña explicación y el otro por encabronarse y poner malas caras", prosigue, aunque también corre la versión de que un comentario de Jordi Alba durante esos días en el vestuario llegó a oídos de Luis Enrique, que le hizo la cruz. Sea como fuere, aquella temporada terminó con el título de Liga, pero cuando ya se supo que el entrenador se iba y que llegaba Valverde, al lateral le faltó mano izquierda. Ese verano, en la presentación de su campus, Alba habló: "Me irá mejor seguro", dijo cuando le preguntaron por Valverde. No contento con eso, le preguntaron en una concentración con la selección por la confianza que le daba Lopetegui: "Aquí (con España) tengo la confianza total del entrenador, y eso es importante". El caso es que se perdieron de vista desde ese mayo de 2017 hasta ayer. En las imágenes distribuidas por la Federación se les vio saludarse efusivamente, un abrazo machote coronado con un "Bienvenido" y unas risas, unas carcajadas, más forzadas que naturales.
Una evidencia
Luis Enrique ha terminado por ceder a la evidencia de que el mejor lateral izquierdo de España es un tipo que no le cae bien, pero al que debe convocar. Según otra persona cercana a las dos partes, más a la del técnico si cabe, las dos convocatorias sin llamarle han sido, por parte del entrenador, una manera "de marcar territorio, de decir 'aquí mando yo'". Algo así como sentar las bases para el futuro, una especie de mensaje desde el seleccionador hasta el jugador mostrándole quién manda. Según algunas fuentes, Ramos y Busquets han intercedido a favor del futbolista animando a Luis Enrique a citarle. Sin embargo, otras señalan lo contrario y señalan también que eso -una posible mediación- hubiera sido hasta contraproducente conociendo el carácter del asturiano.
"Se han dicho muchas cosas, como que se llevaban a matar, y eso no es cierto", sueltan desde la Federación. Después, pasadas las 19.00 horas, el equipo salía a entrenar. Primero Luis Enrique y después Jordi Alba. Los fotógrafos y las cámaras sólo con un objetivo: la foto de ambos. Jugador y técnico apenas se cruzaron porque el lateral sólo estuvo 20 minutos sobre la hierba, como todos los que jugaron el pasado domingo.