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La selección de España fracasó en el Mundial de Rusia al caer eliminados en los octavos de final ante el conjunto local. La prensa deportiva ibérica culpó a todos, pero cargó la mayor responsabilidad al presidente de la Federación española, Luis Rubiales, por quitar al técnico Julen Lopetegui a días de comenzar la Copa del Mundo. 

"Nefasta gestión y nefasto final", publicó diario El Mundo. 

Marca por su parte tituló: "La España de antes", mientras que AS señaló: “Otro chasco Mundial”. 

Ya en la fase de grupos España había dejado dudas y las confirmó ante los rusos. 

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Nota Diario El Mundo 

Nefasta gestión y nefasto final de España

España es un horror, plasmado en toda su plasticidad ante una selección inferior pero orgullosa, que resistió con honor y mereció vivir en el paredón. La selección, no. Moscú no deja el recuerdo de una batalla perdida a sangre, como Boston, sino de un ejercicio de impotencia marcado a un ritmo con el que era imposible avanzar. Un Mundial no se gana al trote, y bien lo sabe esta selección que se deja en Rusia los últimos vestigios de la campeona.

El Luzhniki observó a Iniesta en su otoñal final. Fue el epitafio de un tiempo maravilloso. Empieza un ciclo nuevo, y conviene no equivocarse, como ahora.Las razones de lo sucedido no responden a un hecho que sea tan contundente como el paso del tiempo para una generación inimitable.

Ni Iniesta, ni Silva son los de Johannesburgo o Kiev. Es posible que España no fuera ya una clara candidata al título, pero debía ser mejor de lo que ha sido, porque tiene jugadores y juego para ello. La nefasta gestión de su dirección, sin embargo, le ha llevado a un doloroso y nefasto final, en el que Fernando Hierro es sólo un pasante. Poco más se le podía pedir. La Federación, Rubiales, Lopetegui y el Madrid manejaron mal los tiempos de una decisión de profundas consecuencias.

La imagen ha sido la de un equipo adocenado, sin velocidad ni mordiente, conformista y sin el mando necesario. La pregunta es si en nuestro fútbol alguien quiere realmente a la selección.Desde el principio del Mundial, se observó que la única solución era buscar a Isco desesperadamente.

Los octavos no cambiaron nada, pese a las decisiones de Hierro. Hay males que están en las dinámicas, no en los jugadores. Seco Silva y sentado Iniesta, el malagueño era para España como el eslabón perdido de un tiempo añorado. La especie no ha muerto pero era insuficiente, por muchos controles imposibles que realizara.

Isco era el único que imantaba la pelota, pero le faltaban socios. Hierro tomó una decisión sumarísima, al dejar a Iniesta en el banco. Algo tenía que hacer para agitar a un equipo errático en la primera fase, salvo en su reacción frente a Portugal. La pregunta es si entre Silva e Iniesta era el segundo el más indicado.

Iniesta no necesita exprimir su forma para encontrar el espacio; Silva, más asociado al desborde y al gol, no puede materializar ese espacio sin ella. Los roles no son exactos en la selección. El devenir del partido, con minutos para Iniesta en la segunda mitad, dejó ver mejor al azulgrana, pero sensiblemente.

Ninguno estaba en su punto.La situación llevó a Isco a intentar conducciones más de lo debido, mientras Asensio, escogido por Hierro, no acababa de encontrar su sitio, de mezclar adecuadamente. Al balear el cuerpo le pide correr, pero Rusia no le concedió espacios y la propia España tampoco los buscó cuando debía hacerlo, después de avanzarse en el marcador con algo de fortuna. Mal aparición como titular para el madridista.

Rodrigo, en minutos, fue más incisivo. Cherchesov sabía que a pesar de encajar un gol no era momento de arriesgar sino de hacer el partido largo, muy largo. A España, en cambio, cabe reprocharle no haber aprovechado la situación de debilidad psicológica del rival cuando iba por debajo en el marcador.

Se limitó a protegerse con una horizontalidad exasperante, de no ser por las apariciones de Isco. Habría necesitado para ello un ritmo de juego más alto. La incógnita era si lo tenía en sus piernas. La prórroga lo aceleró, pero nunca lo suficiente. Los errores de Koke o Aspas fueron circunstanciales. La resistencia de Rusia mereció más. Le aguarda un sueño. A España, una profunda reflexión.

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