Grecia suspende la liga después de que el presidente del PAOK entrara al campo con una pistola
El OGC Nice francés tiene un grupo ultra llamado Populaire Sud. "Forma parte de los pioneros y pilares del movimiento ultra en Francia. Por sus cánticos, coreografías y tifos, ha contribuido sobradamente a la reputación del fervor del estadio", recoge orgullosa la web oficial del club. El pasado diciembre, este grupo con antecedentes de racismo y violencia fue un paso más allá. Organizaban el viaje a Moscú para medirse al Lokomotiv en la Europa League con un aviso: "Por razones de seguridad, ni mujeres ni menores". Sólo hombres adultos podían trasladarse con ellos. Después de lo visto en las últimas semanas, muchos se lo pensarán dos veces. Y en 93 días, el Mundial.
En tres semanas, hasta seis incidentes con violencia en cinco países europeos han hecho saltar las alarmas del balompié. España, Francia, Inglaterra, Alemania y Grecia la han sufrido de distinta forma, pero siempre usando un estadio o sus alrededores y la pelota como excusa para liberar los peores instintos. El presidente del PAOK de Salónica, Ivan Savvidis, tuvo el domingo el dudoso honor de resumir con su aparición una amenaza que no es nueva, pero a la que añadió un toque surrealista con su pistola enfundada en la cintura. La Policía griega emitió este lunes una orden de detención contra él por saltar al césped durante el choque ante el AEK para protestar una decisión arbitral. Además, el ministro de Cultura y Deportes anunció la suspensión indefinida de la liga.
Tal es el incremento de los incidentes que el lunes la FIFA abrió la puerta a una posible suspensión directamente a las federaciones que no consigan "tomar las acciones adecuadas para erradicar todo tipo de violencia con el objetivo del buen desarrollo de la competición". Por su parte la UEFA ha detectado un repunte de la violencia alrededor del fútbol desde que en la Eurocopa de Francia 2016 se sucedieran varios episodios entre ultras. Los enfrentamientos de hinchas rusos e ingleses en las calles de Marsella hace dos veranos son el mejor ejemplo. De hecho, es en el país vecino donde se sitúa el foco de ese repunte. Así las cosas, UEFA pisará el acelerador: habrá un aumento en la cuantía de las multas y es más que probable que haya cierres parciales de algunos estadios próximamente.
Ni punteros, ni bengalas
El Real Madrid fue uno de los últimos en presenciar las hostilidades de los ultras en la Liga de Campeones. El 22 de marzo se reunirá el Comité de Control, Ética y Disciplina para establecer las multas al Paris Saint-Germain por el encendido de pirotecnia (bengalas), uso de puntero láser, organización insuficiente y bloqueo de escaleras. También se sancionará al Basilea, que encendió bengalas en Manchester un día después, siempre que todos los informes necesarios para estos casos confluyan en sus conclusiones.
"Debemos asegurarnos de que los estadios se consideren un entorno seguro para que las personas compartan la alegría de nuestro hermoso juego. Esta es y debería ser nuestra principal prioridad", dijo en diciembre el presidente de la UEFA, Aleksander Ceferin. Hablaba de la violencia y también del terrorismo. Ésta última parece la gran amenaza para la seguridad en los campos y sus alrededores. Es quizá la más reciente y mediática, pero lo vivido, por ejemplo, en Bilbao con la muerte de un ertzaina durante la pelea entre radicales del Athletic y el Spartak, demuestra que no es la única.
Auge de violencia en el fútbol
El pasado fin de semana fue especialmente duro con otros tres casos de violencia. El sábado, algunos hooligans del West Ham saltaron al campo en pleno partido contra el Burnley para protestar por la marcha del equipo, y los propietarios tuvieron que abandonar el palco. Más grave aún fue el comportamiento de los ultras del Lille, que corrieron a encararse con los jugadores en su propio feudo y estos tuvieron que ser escoltados por la Policía. El colmo de lo inaceptable llegó con la pancarta de los ultras del Hamburgo, cerca de descender por primera vez en la historia de la Bundesliga. "¡Ha llegado vuestra hora! ¡No podréis escapar!", se leía en su ciudad deportiva. Una amenaza acompañada por once cruces, como si aquello fuera un cementerio.