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El mundial de 2014 y los Juegos Olimpicos fue testigo de la transformación de un estilo juego que se venía forjando desde el 2000, cuando la DFB (Deutscher Fussball-Bund), la Bundesliga y los clubes decidieron reaccionar ante las malas actuaciones de la selección.

Los resultados del Die Mannschaft (el equipo) sufrieron altibajos desde la final perdida en México 1986 contra la Argentina. Aunque cuatro años más tarde se hicieron con el trofeo ante el mismo rival, el juego siguió siendo mediocre y cuestionado. Los sucesivos torneos no fueron testigos de una mejoría. En 1994 perdieron en cuartos contra Bulgaria, luego ganaron la Eurocopa de 1996 en Inglaterra, pero en 1998 volvieron a caer en cuartos de final, esta vez contra Croacia. Sin embargo, el campeonato que acabó con la paciencia de los dirigentes fue la Eurocopa del 2000 celebrada en Bélgica y Holanda. El equipo dirigido por Erich Ribbeck, con un promedio de edad de 30 años, terminó último en el grupo sin ningún partido ganado.

Fracaso. Catástrofe. Renovación.

Los dos organismos más importantes del fútbol alemán, junto a los clubes, se pusieron de acuerdo en que se necesitaba un cambio. Entonces, comprometieron a los 36 equipos, entre la primera y segunda división que conforman la Bundesliga, para crear academias de formación de futbolistas.

En el medio de la implementación del plan, se interpuso el Mundial de Corea-Japón 2002. Con el viejo modelo, el Nationalelf (once nacional) afrontó el torneo y perdió la final contra el seleccionado brasilero de Luiz Felipe Scolari. Sin embargo, el cambio estaba comenzando en las divisiones inferiores del seleccionado.

Tres años después del acuerdo se puso en marcha un programa de desarrollo de talentos que busca identificar promesas y educarlas. La primera medida que toman es potenciar las inferiores de los clubes de primera y segunda, prohibiéndole, a cualquier club que no invierta en las divisiones de base, participar en la Bundesliga. La segunda medida, y quizás la más importante, es la formación de los entrenadores. La DFB creía que “sin profesores formados resulta imposible conseguir resultados”, comentó Robin Dutt, director deportivo de la Federación, quien además agregó: “Antes, cualquier jugador profesional que triunfaba en un equipo pasaba a entrenar a los sub-17 sin formación ni conocimiento y nos dimos cuenta que ese no era el funcionamiento correcto ya que ser un buen jugador no te convierte en un buen entrenador”.

El foco de interés y aprendizaje se centró en las federaciones de Francia y España, dominadoras absolutas, hasta ese entonces, del fútbol juvenil. Lo que más les atrajo fue el sistema de captación y formación de talentos, además del esquema de juego y la habilidad técnica por sobre la potencia física.

Si se observan con atención los videos de antaño de la selección alemana, se puede percibir, rápidamente, que el orden táctico, la capacidad atlética, la disciplina y el juego colectivo, eran los rasgos más distintivos del fútbol teutón, y en cambio carecían de fantasía, picardía e incluso, improvisación. Todo parecía fríamente calculado. Esas carencias son las que fueron a buscar, y las consiguieron.

En la actualidad, Alemania cuenta con unos treinta mil entrenadores con licencia B de la UEFA y más de mil con licencia Pro, que son las que se necesitan para poder dirigir al más alto nivel.

En cuanto al sistema de trabajo, el mismo se engloba en las Escuelas de élite del fútbol (Eliteschulen des Fußballs) que consisten en siete etapas de formación. Comienzan con niños de entre 6 y 7 años que hacen entrenamientos a base de juegos de movimientos, hasta el perfeccionamiento de los jugadores profesionales, más o menos a los 21 años. Estos siguen un proceso progresivo que inicia en los clubes locales y aficionados, pasan por la tercera y segunda liga hasta ascender a la Bundesliga. De manera paralela, los jugadores se desempeñan en las diferentes divisiones de los equipos nacionales, como lo hicieron Schweinsteiger, Götze, Reus, Draxler, Schürrle, Müller y Lahm. Todos empezaron desde niños. Sus nombres, junto a otros como Neuer, Khedira, Podolski y Özil, son referentes de la evolución del fútbol en Alemania. Además, un dato no menor es que las selecciones juveniles y la mayoría de los clubes, se comprometieron también a jugar como el primer equipo alemán, hecho esencial para conocer en detalle las funciones dentro del campo.

El entrenamiento es muy sacrificado. Consta de un año entero de preparación con solo cuatro semanas de descanso. Las horas de trabajo aumentan desde los doce años, cuando lo hacen por doce horas semanales, hasta las 18, aproximadamente, entre los 18 y 19 años.

Esta inversión que, desde 2002 y hasta el momento, es de 715 millos de euro, ha dado resultados. Si bien no pudieron coronarse en el Mundial que organizaron en 2006 (perdieron en la semifinal contra Italia), el nuevo sistema de juego empezó a verse reflejado. Sin embargo, hasta ese entonces, la importancia del proyecto recaía en las divisiones menores, que sí obtuvieron resultados.

Desde 1984 Alemania no lograba un título en categorías inferiores, pero en el verano de 2008, a partir de la Escuela de élite, consiguió el torneo Europeo Sub-19 en la República Checa. Al año siguiente el Europeo Sub-17 y la Eurocopa Sub-21. Hrubesch es, sin dudas, el técnico del cambio. Apuesta por la técnica y el juego, en detrimento de los antiguos cánones germanos de potencia física como requisito casi exclusivo, y es el que dirige con éxito en Suecia a los Neuer, Boateng, Höwedes, Hummels, Khedira, Özil, entre otros tantos. Jugadores que, en su mayoría, dieron el salto casi inmediato, y alcanzaron de manera brillante las semifinales del Mundial 2010.

Este cambio en la política dirigencial de la DFB, y en particular de los clubes, trajo como consecuencia que la Liga alemana crezca en virtud de los jugadores formados en los propios clubes y no a partir de compras en el extranjero. Uno de los datos más alentadores al respecto, se desprende de la final de la Liga de Campeones de 2013, que disputaron Bayern Múnich y Borussia Dortmund, con 26 jugadores, entre ambos equipos, que eran producto de las academias germanas. El dato deja en claro la diferencia que existe entre la Bundesliga y las demás federaciones europeas, que compran al “producto terminado o por terminar”.

Al respecto, Dutt explicó: “Si quieres conseguir a un chico africano o brasileño te cuesta dinero. Es mucho más económico para todos hacer crecer a tus propios jugadores alemanes”. Y muy acertado está quien también aseguró que además de haber acortado distancias deportivas con las ligas española e inglesa, son los que presentan mayor cantidad de jugadores autóctonos e incluso, un proveedor en crecimiento.

Sin embargo, no solo la planificación y la economía fueron los artífices de esta generación, también hay que tener en cuenta el aspecto social. Cuando Franz Beckenbauer, lleno de alegría por la obtención de la copa en 1990, dijo: “Con la reunificación, Alemania será futbolísticamente imbatible”, tenía razón. Con el retiro de las tropas soviéticas de la parte oriental y el derribo del muro de Berlín, Alemania volvió a la estructura parlamentaria de antaño, pero en contraposición a la idea alemana de la época del nacional socialismo, un 10 por ciento de su población era inmigrante.

El Mundial de Italia lo afrontaron con tanques puramente germanos, y lo ganó. Augenthaler, Andreas Brehme, Lothar Matthäus, Rudi Völler, Kohler, Berthold y Klinsmann, representaban la ideosincrasia de un pueblo que, tras el fin de la guerra fría, se presentaba más fuerte y unido. Sin embargo, la situación económica no era del todo auspiciosa y fue necesario elevar los impuestos para igualar la zona oriental a la occidental. Así crecieron las críticas a los extranjeros y se endurecieron las leyes de asilo. Bajo este ambiente crecieron muchos de los que hoy conforman la selección.

A excepción de unos pocos como Kroos, Muller o Neuer, el origen de los jugadores actuales es foráneo. Son la segunda o tercera generación de alemanes cuyas raíces se extienden a Turquía, Polonia, África e incluso la antigua Yugoslavia. Muchos de sus predecesores llegaron para reflotar la industria, devastada durante la Segunda Guerra Mundial. Esto produjo que, cincuenta años después, Alemania sea un país cosmopolita, que no solo ayudó al crecimiento político-económico, sino también deportivo.

Este crisol de razas rompió con el pragmatismo y la obediencia puramente germana. Los Khedira, los Boateng, los Gundogan, los Özil le han dado frescura a un juego estático. En este sentido, el jugador del Arsenal se definió y definió mejor que nadie, el cambio: "Mi técnica y mi relación con la pelota provienen de la parte turca de mi familia; la disciplina, actitud y compromiso vienen de la parte alemana".

Todo esto demuestra que la obtención de la Copa del Mundo en Brasil no es algo azaroso y que no dejaron nada librado al azar, incluso construyeron su propio centro de entrenamientos, Campo Bahía, a unos 30 kilómetros de Porto Seguro. El motivo es quizás, un capricho del técnico, que no quería ser molestado por la prensa sumado al hecho de no encontrar ningún predio idóneo para sus objetivos. Las instalaciones cuentan con 14 viviendas de dos plantas, campos de fútbol, piscinas, gimnasio e incluso un pequeño aeropuerto a unos 30 kilómetros de distancia.

La DFB atendió cada una de las excentricidades de Joachim Löw porque confiaba en él. Desde que se sumó al equipo de trabajo de Jürgen Klinsmann en 2006, como segundo entrenador luego de que el goleador alemán le asegurara: “No soy tu jefe. Estamos en el mismo barco”, introdujo un plan de entrenamiento intensivo de ejercicios destinados a aumentar la velocidad mental y física, tanto individual como colectivamente, porque detestaba el modelo teutón: “Como jugador llegué a odiar los métodos de entrenamiento alemanes. Los balones medicinales me hacían sufrir”.

Así fue que el juego cambió. Se hizo más elástico y fluido, con posesiones largas y sin la dependencia de un jugador emblema. Lo importante es el equipo y la pelota. Algo parecido a lo que hizo Pep Guardiola en Barcelona y Bayern Múnich, cuidar la posesión y procurar que los jugadores no tengan un lugar fijo en el campo. No está descripto en ningún sitio, ni tampoco se ha declarado nada al respecto, pero teniendo en cuenta que el último campeón alemán, junto al Borussia Dortmund son los dos equipos que más nutren al seleccionado alemán, ¿es muy descabellado pensar que el hecho de haber contratado al técnico español haya sido una movida para profundizar el proyecto? Si tenemos en cuenta que todo parte de un plan, la respuesta seguramente sea: NO.

Particularmente creo que el éxito se gestó a partir de un cambio de mentalidad. No se aferraron a un estilo por creerlo parte de la identidad de un equipo, de una nación, y en cambio, evolucionaron a un fútbol más   vistoso y efectivo, afín a la filosofía de Robin Dutt que, en una entrevista con el diario The Guardian inglés, demostró: "En el pasado teníamos a muchos jugadores grandes, pero mírelos ahora… Lo importante en un futbolista es la técnica, que suele ser muy buena en los jugadores menudos. Maradona, Iniesta, Xavi, ese tipo de jugador. En la defensa necesitamos jugadores grandes, pero algo ha cambiado: Mats Hummels es grande, pero también muy bueno con la pelota; en 1982 no hubiera jugado en la defensa, habría sido un 10".

Colaboración del tecnico alemán Cristopher Rocholl

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