Los problemas a los que se enfrentan los árbitros sobre un terreno de juego son de lo más diverso, pero en este caso el colegiado decidió cortar por lo sano. El brasileño Camilo Eustaquio dirigía el encuentro del campeonato Regional Amateur que se disputó en Minas Gerais (Brasil) entre Oriente e Industrial cuando fue agredido tras señalar un penalti. Esto le llevó a algo insólito en un campo de fútbol.
A falta de quince minutos para el final, el colegiado señaló una pena máxima, tras lo cual los jugadores comenzaron a protestar y alguno de ellos llegó a golpearle. Eustaquio no dudó un instante, se fue a la banda, abrió su mochila y sacó de ella una pistola. Rápidamente se puso a perseguir a los jugadores que le habían agredido, mientras estos escapaban.
Curiosamente, su defensa posterior al suceso fue que al ser policía y estar habilitado para portar armas debía apresar a quien recién lo había agredido.
