El actual plantel del Real Madrid está haciendo historia. Los jugadores merengues no se cansan de amasar gloria, de hacer más grandes las letras de su historia en el conjunto blanco. En Cardiff, con la tercera Champions en cuatro años, los dirigidos por Zidane marcaron la mejor racha de un equipo europeo en los últimos 40 años -desde el Bayern (74-76)-.
Cristiano Ronaldo y Zinedine Zidane se decían cosas bonitas al oído, como en el alirón liguero hace dos semanas, como hace un año, en San Siro. Tras salir de la montaña humana que le sepultó por marcar el penalti de la victoria, ZZ le susurró: "Eres el mejor". En la fiesta continua que viven los blancos desde enero de 2016, hay una base de armonía de colegas, de buen 'feeling' entre el patrón y todos, pero, sobre todo, con los dos líderes.
Porque este Madrid de época no se entiende sin Cristiano y su capitán, Sergio Ramos, los dos en el bando de Zidane desde el comienzo. Ellos, que las tuvieron tiesas con Rafa Benítez, dieron el OK al presidente cuando propuso al nuevo técnico. Zizou era de los suyos desde tiempo atrás. Nunca aprobaron los feos que José Mourinho le hizo en aquella etapa cuando intentaba mediar entre el vestuario y los despachos. "Los números y las estadísticas hablan por sí solos. Nosotros estamos orgullosos desde el primer día que llegó Zidane. Ha tenido que abanderar este vestuario tan difícil que otros entrenadores han probado y no han tenido tanto éxito. Ojalá se quede con nosotros el máximo tiempo posible. Para nosotros es la pieza clave del barco", le dedicó Ramos en la previa. Más claro no lo pudo decir.
De las órdenes sutiles, de las ideas firmes pero suavemente expresadas, brota este bloque ganador, hambriento de copas, que lleva cinco en 17 meses y anuncia seguir en la carrera. Ahora, en el camino, otra vez las dos tiradas de lujo que siempre regala el triunfo en la Champions: la Supercopa de Europa, el 8 de agosto contra, ojo, el Manchester de Mou, y en diciembre, el Mundial de Clubes, en Emiratos Árabes en esta ocasión. Antes, la Supercopa de España contra el Barcelona, en dos de los tres clásicos que asoman en verano. El otro será un amistoso el 29 de julio en Miami. Más escenarios para seguir acumulando confeti de un bloque enganchado al duende desde la final de Lisboa, en aquel cabezazo redentor de Ramos cuando el Manzanares preparaba la fiesta soñada.
Nunca más se le vio a Florentino Pérez tan eufórico, por el alivio del título y por evitar el disgusto ante el vecino. Había regresado al palco en 2009 con dos objetivos: estabilizar a la institución tras los desórdenes del anterior presidente y recuperar a toda prisa el nivel deportivo para poder así plantar oposición al mejor Barcelona de Leo Messi. Llegó el batallón de fichajes estelares, con Cristiano Ronaldo al frente, y tras la prueba fallida con Manuel Pellegrini y el ciclo convulso de Mourinho, el proyecto cuajó en la Décima gracias a la buena mano de Ancelotti con la plantilla y, sobre todo, por los engarces de talento a un grupo liderado por CR, Ramos y Marcelo. Modric, Isco, Bale, Kroos... Aciertos del mercado que han agigantado al Madrid, que ayer brindaba por ese doblete imposible desde 1958 y por esa repetición de Champions que jamás vio el torneo más resbaladizo del mundo.
El tiro errado con Benítez se corrigió con una solución de tanta emergencia como atractivo, un técnico novato con pasado de Balón de Oro. En su primer curso como jugador blanco, cazó la Novena con una volea de eternidad. Y en temporada y media como entrenador ha ganado dos Copas de Europa. Su contabilidad no puede ser más campeona, el rostro de un equipo que ya es de época.
Fuente: Diario El Mundo / España