Gareth Bale, jugador del Real Madrid, puede levantar este sábado su tercera Champions en el Millennium de Cardiff, estadio situado a solo cinco kilómetros del barrio en el que creció. El galés trabaja el doble para tratar de estar llegar en buena forma a la final. La duda de si será él o Isco quien forme de inicio, el mayor dilema de Zidane.
Bale no tuvo un buen segundo tramo de la temporada, marcado por las lesiones y por la falta de adaptación cuando ha podido disputar minutos entre sendas bajas.
La temporada 2016/2017 comenzó fuerte para Bale. Metáfora de esta afirmación es el doblete que logró en el primer partido de Liga ante la Real Sociedad. Los primeros compases de la temporada parecían augurar que a la cuarta iba la vencida y que la presente temporada sería la de la explosión final del galés. Pese a sus importantes aportaciones, a periodos de máximo rendimiento y maravillas puntuales sobre el terreno de juego, su rendimiento en el Real Madrid parece no terminar de llegar nunca al 100%.
Cuando los aficionados blancos se frotaban las manos y disfrutaban del mejor Bale visto hasta ahora, llegó el varapalo. La lesión en los tendones peroneos del tobillo derecho que le haría pasar por el quirófano y marcaría el inicio de su calvario.
Operado en Londres, Bale comenzó su recuperación con la idea de estar a tiempo para el tramo más decisivo de la temporada. Y volvió, con la sensación de que sólo lo hizo para corroborar que no estaba en su mejor momento. Expulsado en marzo ante Las Palmas por una pérdida de cabeza, la decimosexta lesión desde que fichara por el Real Madrid le sorprendía en abril ante el Bayern. La decimoséptima no se hizo esperar: cuando todos se cuestionaban si el galés estaba, apenas 10 días después del percance, preparado para medirse como titular al Barça, Zidane consideró que sí. Con nefastos resultados.
Durante su ausencia, el debate Isco–James se avivó más que nunca, del mismo modo que el acierto del malagueño se incrementaba hasta ser él quien lograba esa explosión que se esperaba en Bale. El sustituto del galés ha sido, junto a Cristiano Ronaldo, el hombre más determinante en el final de temporada.
Y ahora llega Cardiff. La segunda final de Champions consecutiva en la plaza perfecta para Gareth Bale. Y él está haciendo todo lo posible para no caerse del once titular que, por méritos actuales y los números en la mano, corresponde a Isco.
El galés entrena más de seis horas diarias en doble sesión para alcanzar un estado óptimo de forma y compensar así la falta de ritmo de competición. Es su sprint final en una temporada con más sombras que luces. Jugar por alcanzar de nuevo la Champions en su casa es su obsesión, y está dejándose la piel en ello. La última palabra la tendrá Zinedine Zidane.
Viaje a los orígenes de Gareth Bale, el niño modelo de Whitchurch
Nota ABC España
Tres millas al noroeste del centro de la ciudad, Whitchurch acoge una de las zonas residenciales más tranquilas de Cardiff. Barrio de clase media, su sepulcral silencio solo es roto por Merthyr Road, la calle comercial que aporta vida social y bullicio a tan manso lugar. A la espalda de esta popular arteria vive Alun Mitchell, exárbitro y coordinador de la «Cardiff City Academy»: «Jugué mucho al fútbol con Frank, el padre de Gareth. Desde muy pequeño traía a su hijo a los partidos. Cuando acababan, Frank se ponía de portero para que le disparara su hijo o simplemente se pasaban el balón. Era un chico muy callado y tímido. Solo hablaba de fútbol», recuerda Mitchell. A 50 metros de la casa de Alun está la escuela «Eglwys Newydd», donde realizó sus estudios de Primaria Debbie, la madre de Bale, y también el propio Gareth. Junto a Vicky, la hermana mayor, forman una de las familias más queridas de la zona: «Son cuatro personas muy educadas y cariñosas que siempre han estado muy unidos. Un buen ejemplo para nuestra ciudad», detalla Alun.
El 16 de julio de 1989 Frank y Debbie trajeron al mundo a su segundo hijo. Tres años antes había nacido Vicky y aquel día fue Gareth quien completaba la familia. El padre fue conserje en un colegio, y la madre aún es consultora: «Yo ya estoy jubilado pero ella sigue trabajando. Le gusta lo que hace y es feliz así», detalla Frank Bale en la puerta del número 81 de Velindre Road. Allí se crió el jugador del Real Madrid y ahí siguen viviendo sus padres. Un adosado de tono ocre, dos plantas, tres habitaciones, jardín trasero y espacio para dos coches: «Siempre hemos estado en un segundo plano. El protagonista es mi hijo. Gareth suele decir que somos sus héroes y que es una estrella gracias a nosotros, pero el héroe aquí es él. Estamos muy orgullosos», explica Frank.
En el otro lado del adosado vive William Tout, el vecino de toda la vida de los Bale. A sus 87 años, la memoria ya no le acompaña, pero aún conserva alguna anécdota divertida: «Cuando Gareth era pequeño tenía que llamarle la atención alguna vez, cuando colaba la pelota en mi parcela, me dañaba algún ladrillo del muro o me rompía algún cristal. Siempre estaba jugando con otro chico en su jardín». Ese chico es su íntimo amigo Ellis Randall, con quien comparte su pasión por los bolos y el golf, y que acompañó a Bale el día de su presentación en el Santiago Bernabéu, el 2 septiembre de 2013.
Su primer club
La pasión de Bale por el fútbol viene de su tío Chris Pike, delantero del Fulham y del Cardiff City durante los ochenta y noventa. En aquella época, el equipo galés no tenía cantera y Gareth tuvo que dar sus primeros pasos en el «Cardiff Service Civil Football Club», un modesto equipo de Whitchurch hoy desaparecido. Su estancia allí duró apenas dos años. En agosto de 1998, la carrera de Bale iba a dar su primer impulso. «Como cada verano, acudí al torneo de seis contra seis de Newport (localidad situada a 35 kilómetros al este de Cardiff). No era una competición en la que se viera habitualmente niños con talento, pero en aquella ocasión uno de mis ojeadores, Gareth Gale, me avisó que estuviera atento a un chico alto y delgado que se movía a una velocidad impensable para un niño de su edad. Yo era escéptico, pero me equivoqué. Ese chico corría y centraba a nivel muy elevado», detalla Rod Ruddick, mánager de la Academia de jóvenes talentos del Southampton y descubridor de Bale.
Ruddick no se lo pensó demasiado. Con sigilo, para no llamar la atención de otros posibles cazatalentos, acudió a la zona de la grada donde estaban los padres y les convenció para ir a hacer una prueba. Un mes después, en septiembre, con solo 9 años, Bale ingresó en la cantera del Southampton. Entrenaría dos veces por semana en la academia satélite de Bath, a 85 kilómetros de Cardiff, y los fines de semana jugaría en Southampton, a 230 kilómetros de su casa. Su padre, acompañado en algunas ocasiones por su madre y su hermana, sería su incondicional medio de transporte: «Eran viajes en coche muy divertidos. Cantábamos, jugábamos, hacíamos bromas, repasábamos lecciones del colegio…», nos explica Frank con brillo en sus ojos, emocionado por revivir aquellos momentos tan bonitos.
«Estudiante ejemplar»
A la vez que la carrera futbolística de Bale iba cogiendo cuerpo, la formativa también. Gareth acabó sus estudios de Primaria con excelentes notas y a los 11 once años se matriculó en el Whitchurch High School, el Instituto más grande de Gales, con capacidad para 2.500 alumnos.
Situado a solo media milla de su casa, Bale estuvo hasta los 16 años en esta prestigiosa escuela de Cardiff, de dónde han salido muchos de los mejores deportistas de Gales: el ciclista Geraint Thomas, doble oro Olímpico (2008 y 2012); Sam Warburton, capitán de la selección galesa de rugby con la que ganó el VI Naciones en 2012 y 2013; o el popular jugador de cricket Tom Maynard, tristemente fallecido en junio de 2012 tras ser atropellado por un tren, cuando solo tenía 23 años.
«Gareth fue un estudiante ejemplar. Sacaba muy buenas notas y nunca presumía. Se sentía muy cómodo estando en un perfil bajo. Nunca se metía en líos ni quería llamar la atención, algo común en adolescentes. Tenía muy buenos modales, pero en los deportes se transformaba en otra persona. Bádminton, hockey, rugby, cricket, atletismo, fútbol… Daba igual a lo que jugase. Competía como un león y siempre era el número uno», detalla Gwyn Morris, su profesor de Educación Física.
Entre ambos siempre hubo una química especial. Cada vez que Bale visita Cardiff, pasa a saludar a una persona que fue determinante en su formación. Pulió cada detalle, hasta el punto de obligarle a jugar al fútbol solo con la pierna derecha: «Era zurdo cerrado, y mi deber es potenciar las debilidades de los alumnos. También tenía una constitución muy delgada, así que debía entrenar tres veces a la semana en el gimnasio desde las 7 hasta las 8.30 de la mañana. Y no fallaba. Era constante y trabajador. Nunca ahorró una gota de sudor», recuerda Morris, aún asombrado por ciertos hitos de Bale: «Con solo 12 años, en su categoría Gareth era el segundo atleta más rápido de todo el país en la prueba de 50 metros. Con 14, tenía una marca de 11,40 segundos en los 100 metros. Pero también era un fiera en el medio fondo y el cross. Por eso ahora en el Real Madrid destaca por su velocidad y capacidad de resistencia. Acuérdese de su famoso gol en la final de Copa…».
En el «Hall of Fame» de su Instituto, Bale aparece en dos fotografías icónicas. Posando con la medalla de campeón de la FA Cup juvenil, lograda con el Southampton en abril de 2005, su primer gran título; y celebrando su gol en la final de Champions en Lisboa, en mayo de 2014: «Es un referente, un ídolo. Vino hace dos años a traer una camiseta del Real Madrid y todo el Instituto se volvió loco. Fue muy cariñoso, nos saludó uno a uno y se hizo muchas fotos», recuerdan Harry y Arthur frente a un enorme grafiti de Bale, pintando a solo ochenta metros del Instituto, en la intersección entre Merthyr y Penlline Road.
La camiseta de la que hablan estos dos estudiantes de 16 años no es una cualquiera. Es la elástica con la que Gareth disputó la final de la Champions en Lisboa, y se quedó en el Salón de Honor de la escuela con una bonita dedicatoria: «Para Whitchurch High School, gracias por todo». Y es que el Instituto fue clave en la infancia de Bale. Allí, hasta encontró al amor de su vida: Emma Rhys-Jones, su primera y única novia, y hoy madre de Alba Violet y Nava Valentina, sus dos hijas.
Estirón con consecuencias
Pero no todo fue de color de rosa en la vida galesa de Bale. Antes de su adiós a Cardiff y de su instalación definitiva en Southampton, Gareth pasó los 18 peores meses de su adolescencia. A los 14 años, pegó un importante estirón que afectó a su espalda y le limitó sus movimientos. Estaba más tiempo en reposo que sobre el césped y al Southampton le entraron las dudas. Su beca estaba en peligro. De hecho, hubo varias reuniones entre los padres de Bale y Huw Jennings, responsable de la Academia, sin buenas perspectivas para Gareth. Así que Rod Ruddick acudió al rescate: «Los Bale han sido la única familia que nunca me han hablado de dinero. Tenía que ser firme si quería convencer al club que Bale debía continuar. Así que hablé cara a cara con el presidente, Rupert Lowe, y le hice ver que no podíamos desprendernos de él. Rupert tuvo dudas, pero pasado el tiempo me agradeció aquella reunión».
Y es que el Tottenham dejó en el verano de 2007 casi veinte millones de euros en la caja del Southampton, una jugosa cantidad para un chico de 18 años. El día de su presentación con los Spurs, Ruddick ejerció de vidente: «Gareth, vete aprendiendo español», le dijo en una llamada telefónica. En agosto de 2013, firmó por el Real Madrid. Cuatro años más tarde, a solo tres millas de su casa, el niño modelo de Whitchurch puede levantar la tercera Champions de su carrera.
Fuente: Diario ABC