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Guillermo Hernández Jiménez participó corriendo el pasado domingo en la competencia Lindora Run, en donde lamentablemente perdió la vida el ex futbolista Gabriel Badilla producto de un paro cardiorespiratorio y nos cuenta los cinco kilómetros que estuvo a la par del "Gladiador". 

Guillermo, hijo de Guillermo "Coco" Hernández (ex jugador y capitán del Saprissa de los años 70) y Jeannette Jiménez, estuvo cerca de Badilla durante la carrera y nos comparte este testimonio: 

Cinco kilómetros con Gabriel Badilla  

Me levanté a las cuatro de la mañana para ir a correr Lindora Run mentalizado en disfrutarla.  No sé si a usted le pasa, pero cuando corro parece que el tiempo va más lento y eso me permite pensar con calma.  Me desconecta de lo cotidiano y disfruto así de lo más hermoso de estas carreras de domingo, que es ver cómo, casi mágicamente, miles de desconocidos se vuelven amigos y brota de nosotros la solidaridad, rasgo casi extinto en cualquier otro momento en carretera.  Recibes y das consejos, aplausos y te revitalizan los gritos de ánimo cuando te ven la cara pintada con ese ilógico sufrimiento voluntario.  Y algunas veces, te permite vivir momentos que no se borran.  

Había superado ya el segundo kilómetro cuando pasó a mi izquierda Gabriel Badilla.  De inmediato lo reconocí.  Corrimos “juntos” durante unos cinco kilómetros, él unos metros por delante de mí.  Iba con buen ritmo, relajado, sonriente y conversando con otro corredor casi todo ese trayecto.  Lo vi hidratarse bien, sin hacer loco.  Nada me hizo pensar en lo que ocurriría.

Debo confesar que, aunque soy saprissista, Gabriel no fue mi jugador favorito a pesar de haber dado tanto al equipo, de su envidiable coraje y ni siquiera por haber jugado en la posición que décadas antes ocupó mi papá.  Muchas veces me enojé cuando se le fue la mano con la rudeza y, según mi criterio de “experto”, exponía al equipo a tener que jugar con diez.

Sin embargo, debo confesar que al verlo correr tranquilo, ahí tan cerca, se me olvidó todo eso y lo sentí persona, humano, uno más de nosotros.  De pronto me imaginé trotando detrás de él en un entrenamiento sobre la cancha del Saprissa debido, seguramente, a un deseo frustrado en mí.  

Seguían pasando los kilómetros y me fue imposible no pensar en más cosas, especialmente en el gol que le hizo a los Pumas para ir al Mundial de Clubes.  ¡Cómo lo celebré!  Estoy convencido de que el pensar con claridad fue lo que me hizo ver lo bueno e ignorar lo otro.  Hasta pensé en que al llegar a la meta, si me atrevía, le pediría una foto.

Poco antes de terminar la carrera lo rebasé.  Cuando iba a su lado, a escasos centímetros, pensé en saludarlo, pero no lo hice.  Ahora me arrepiento.  No es que mi saludo iba a cambiar algo, pero no puedo entender por qué algunos dejamos algunas cosas importantes o simplemente bonitas para un mañana que nunca está garantizado.  Y lo dice una persona que aprendió hace veinticuatro años la fragilidad de la vida, cuando recibí la noticia de que mi hijo de dos días de nacido había fallecido.  Por eso me prometí no dejar de besar y abrazar a mis padres cuando los vea, de hacer lo mismo con mi esposa y mis hijos y decirles que los amo cada día y de hacer todo lo que pueda por ellos, porque no sé si mañana estaré.  Sé todas estas cosas y, sin embargo, cada tanto parece que lo olvido y tienen que venir estas experiencias a sacudirme la memoria.

Terminó la carrera y después de recoger la medalla lo busqué con la mirada y al no encontrarlo me resigné a que la foto se la pediría en otra ocasión.  Luego de un rato empecé a buscar a un amigo que me haría “ride” de vuelta a mi casa y eso me llevó al sitio donde ahora estaban varias ambulancias y cintas cerrando el paso.  Me sentí muy triste al saber que alguien había fallecido.  Pensé en sus familiares, en sus planes rotos, en las cosas que quizá no dijo o hizo.  Me alejé del lugar pensando que podría haberme ocurrido a mí y reflexioné acerca de qué pasaría en ese caso.   ¿Cuántos sentimientos no he expresado?  ¿Cuántas alegrías no he compartido?  ¿Cuánta ayuda se me ha quedado en los brazos y bolsillos?  ¿Cuántas bendiciones no salieron de mis labios?

Quedé tremendamente impactado después, al saber quién era, no porque fuera alguien famoso, sino por lo cerca que estuvimos apenas minutos antes, porque era ese ser humano del que tomé conciencia unos metros atrás.  Lo primero en que pensé fue en sus hijas.  Sé que Dios les dará fuerza.

Si llegó hasta aquí leyendo espero que tome mi consejo y ame a diario y todo el día.  Busque la fuente del perfecto amor.  Ámese para que pueda amar a otros.  Exprese luego ese amor, de toda forma posible.  El amor guardado para mañana se convierte en egoísmo.

 

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