La Asociación del Futbol Argentino (AFA) nunca gozó de credibilidad interna, menos de prestigio, siempre fue un nido de desconfianza y rumores, pero en estos días genera una visión caótica como nunca antes.
Tanto que esta semana arribaron funcionarios de Fifa y Conmebol para integrar conjuntamente con el Gobierno Nacional una comisión normalizadora.
Es, en virtud, una intervención, pero encubierta. Fifa, lo ha dicho miles de veces, no permite injerencias, y menos gubernamentales, bajo amenaza de desafiliar a la asociación que se salga de su tutela.
En este caso, la misma Fifa hace la vista gorda por tratarse de Argentina, y “colabora” para encarrilarla. Justamente para que no quede ante el resto del mundo como que permite que se la esté interviniendo, envió un emisario para constituirse en la institución hasta tanto se encauce y tenga autoridades legitimadas. La Conmebol también envía una abogada para el mismo efecto.
El descontrol en el que se desenvuelve la madre del fútbol argentino llegó a un punto en que su propio secretario administrativo, Damián Dupiellet, deslizó que podrían retirar el equipo de la Copa América.
Luis Segura, el titular actual (un equilibrista) tuvo que salir a desmentirlo. Y los futbolistas se opusieron rotundamente: “Ya estamos acá (en EE. UU.), vinimos a jugar y a tratar de ganar la Copa, nadie nos lo va a impedir”.
Este gigantesco embrollo, que suma nuevos capítulos día tras día, comenzó el 30 de julio del 2014, cuando falleció el todopoderoso Julio Humberto Grondona.
El Gran Jefe asumió la presidencia de Viamonte 1366 (así le dicen por la dirección postal) el 6 de abril de 1979.
Dijo muchas veces: “De la AFA me sacan con los pies para adelante”. Y cumplió. Duró 35 años y monedas en el sillón. La AFA era suya, fue amo de vidas y haciendas.
En vida, nadie osó enfrentarlo. Y aquel que lo intentó recibió el escarmiento de quedar aislado como un paria.
Instauró un absolutismo al estilo Luis XIV (“El Estado soy yo”). Grondona fue quien tomó, per se, la decisión de que Argentina no concurriera a la Copa América en Colombia 2001. Y envolvió a todo el país. Nadie le discutía una palabra, golpeaba la mesa con su puño en las reuniones de la Conmebol y hasta Blatter le temía en la Fifa.
Aquellos que durante 35 años pronunciaron apenas dos frases (‘sí, Julio’, ‘no, Julio’) comenzaron el mismo día el velatorio la lucha por la sucesión. Primero, sordamente; luego, sin pudores. El poder, concentrado como un iceberg en una sola pieza, estalló y se fragmentó en mil pedazos.
Finalizada la autocracia, se constató que la AFA era una persona, no una organización. Grondona nunca derivó una decisión, no hubo figuras que hicieran contrapeso a una personalidad tan fuerte, no dejó cuerpos orgánicos soberanos que lo sucedieran ni una estructura que funcionara sin su presencia.
La Selección, las finanzas, los árbitros, los patrocinadores, el control de los votos, todos los resortes más sensibles le pertenecían al ciento por ciento.
Pasaba mucho tiempo en Suiza por su cargo de vicepresidente de Fifa y lo llamaban a cada momento por todo. “Julio, se pinchó la pelota, ¿qué hacemos…?” Grondona, del otro lado de la línea, desde Zúrich: “Cámbienla…”
Grondona tenía, siempre le será reconocido, el carácter, la habilidad y la sabiduría para mantener a todas las fieras enjauladas, llámense los clubes grandes (Boca, River, Independiente, Racing, San Lorenzo), los chicos, los árbitros, el gremio de los futbolistas, las ligas del interior del país, la televisión, el periodismo y hasta el Gobierno, siempre deseoso de involucrarse en un fenómeno tan masivo como el fútbol, en un país que mastica fútbol las 24 horas del día. A Segura los demás dirigentes sí se le atreven. Tanto que ni se sabe quién manda.
Ningún cambio
A la muerte del líder (amado y temido) le sucedió interinamente su vicepresidente primero y mano derecha Luis Segura, un hombre de perfil bajo, casi invisible que presidió Argentinos Juniors, club que acaba de descender a la ‘B’ Nacional.
Luego del interinato, Segura fue confirmado como presidente hasta el 3 de diciembre del 2015, cuando se realizaron las fallidas elecciones en las que se presentaron el mismo Segura (la cara del grondonismo, como se lo definió) y el conductor televisivo Marcelo Tinelli (el cambio).
Este debió sortear una batalla legal, pues estaba impugnado por el otro sector. Habiendo 75 asambleístas para votar, el recuento dio un insólito empate 38 a 38. Quedó todo en la nada y fracasaron los muchos intentos para llamar a una nueva votación.
La AFA entró en un estado casi inmanejable, con reuniones diarias, marchas, contramarchas, acusaciones, denuncias, enfrentamientos, renuncias. Un eslogan se había hecho popular: “AFA rica y clubes pobres”, pero ahora se sabe que la riqueza era ficticia.
“La AFA está fundida”, declaró el empresario Armando Pérez, presidente de Belgrano de Córdoba, uno de los cinco candidatos a presidente. El deterioro de la entidad no es nuevo, pero estaba tapado por la figura inmensa de Grondona.
Se destaparon irregularidades; la más seria está siendo investigada por la justicia: según consignaron los medios, se denunció que el dinero que el Estado pagaba a los clubes por los derechos de TV del campeonato, el famoso Fútbol Para Todos, ingresaba en la AFA y luego esta abonaba a los clubes con cheques a 60, 90 y 120 días.
Al que necesitaba el dinero, desde la propia AFA lo mandaban a una financiera clandestina controlada por amigos que, a cambio del efectivo, se quedaba hasta con un 40 por ciento. En la denuncia se dice que, de 6.000 millones de pesos (alrededor de 500 millones de dólares), llegaron en realidad a las instituciones solo 3.600.
En medio de ese berenjenal, la Selección Argentina participó en la Copa América de Chile. Y casi la gana. En medio de ello, participa en la actual Centenario.
No hay cuerpos técnicos en las selecciones juveniles, y a Gerardo Martino le adeudarían varios meses de sueldo. Pero el tema central es la pugna por el poder.
Primero era Tinelli versus el grondonismo, representado por Segura. Tinelli, luego de tantos intentos, dilaciones y gestiones frustradas, retiró su candidatura.
Definitivamente, según aseguran. El grondonismo fue perdiendo efectivos. Segura, desgastado, anunció: “El 30 de junio me voy a mi casa y no vuelvo más”. Surgieron nuevos candidatos; varios.
Fue tomando fuerza la figura de Hugo Moyano, presidente de Independiente y líder sindical de la CGT, la central de trabajadores más grande del país.
Día tras día, la lucha por la sucesión fue entregando novedades. Hasta formarse dos bandos muy nítidos: cuatro de los clubes grandes –Boca, River, Racing y San Lorenzo– frente al moyanismo –Independiente y los clubes chicos–.
Ambos tienen muchos seguidores, aunque quienes conocen la situación interna dicen que, si fueran a elecciones, ganaría Moyano con amplitud. Por ese motivo acaban de renunciar a sus vicepresidencias y otros cargos los titulares de los grandes. La idea, según el moyanismo, es dejar acéfala a la AFA.
La pelea es por la caja. Y por el poder que representa ser el presidente del fútbol en el país. Los grandes se quejan del reparto de dinero de la TV, que cobran muy poco y son los que generan casi todas las ganancias.
Grondona fijó ese reparto. Favorecía a los chicos porque con ello tenía más votos; los grandes mascullaban bronca, pero Grondona los frenaba. Ahora no está Julio y se lanzaron. Al chocar contra Moyano idearon la Superliga, algo así como una Dimayor, que controlaría el dinero que generarán los campeonatos. Que será mayor, pues potenciarán el producto y los patrocinios. Como no hubo acuerdo, el enfrentamiento se profundizó.
El presidente Mauricio Macri, hombre del fútbol que lideró por casi 18 años a Boca Juniors, se interesó en el tema AFA.
El fútbol es el gran tema nacional de los argentinos. Macri es consciente de lo que podría suceder si alguien no cercano le dice “te paro el fútbol”. Pero además, como hincha que es, muestra sinceros deseos de que se solucione, se ordene y se jerarquice. Lo reflejó en Boca. Envió hace unos días un hombre de confianza a la Fifa para exponer la anarquía en que se encuentra la AFA.
No quiere intervenir sin el aval de la matriz de Zúrich. Sería una torpeza, lo sabe. Posteriormente tuvo una teleconferencia con el mismo Gianni Infantino.
De ahí surgió la idea la comisión normalizadora. Complementariamente, la Inspección General de Justicia (IGJ) dispuso la anulación de las elecciones fijadas para el 30 de este mes.
El moyanismo acusa al actual titular de Boca, Daniel Angelici, hombre muy ligado a Macri, de instigar estas medidas. Moyano interpuso una orden de amparo en la justicia para dejar sin efecto la medida de la IGJ.
Este jueves, la IGJ declaró irregulares las cinco candidaturas a presidente. El tironeo judicial va a impedir con toda seguridad que se llegue a una elección el próximo día 30. Puede que pasen meses antes de lograrse una votación, lo cual obliga a negociar.
Nadie sabe a ciencia cierta qué podría pasar ni cuándo encontrará la paz y el autocontrol la vieja AFA. Ni quién ocupará el trono. Seguro habrá nuevas y febriles reuniones, denuncias y acusaciones.
La Superliga podría ser el broche que uniera a las partes. Hay mucho dinero en juego, pero habría que modificar el reparto. El bando de “los grandes”, que aportó la idea, pretendía que se hiciera por fuera de la AFA para poder administrar los ingresos, los cuales quedarían para los equipos de Primera División en un 85 %, y el 15 % para la Segunda División. La otra facción se opone: “Quieren hacer un fútbol de élite, para unos pocos. ¿Y los clubes del ascenso, de que vivirían…?”, argumentan. “Para aprobar la Superliga se necesita del consenso de al menos 60 de los 75 clubes que votan”, explicó Víctor Blanco, presidente de Racing.
Se asegura que la Superliga duplicará o hasta triplicará los ingresos. A los 160 millones de dólares que pagará el Fútbol Para Todos a los clubes la próxima temporada, debe agregarse que ya están en Buenos Aires ejecutivos de Turner Sports, la empresa del magnate de la CNN, para la creación del Canal AFA TV.
Y se renegociarán todos los contratos de patrocinio. La lluvia de millones puede obrar el milagro de la concordia. Es posible que terminen todos abrazados y cediendo cosas. Se ha tornado en una entidad inefable, la oveja negra del rebaño universal. El escalafón mundial de la Fifa incluye 209 selecciones. Insólitamente, lo encabeza una asociación desgobernada que, por ahora, no ve la luz al final del túnel. Ni el túnel.
Fuente: Diario El Tiempo Colombia