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-Jamie Vardy, de la fábrica de férulas a la fábrica de sueños de la Premier

-Cuatro jugadores del Leicester tuvieron lío en una discoteca 

"Tienen que culparse a sí mismos. Igual tienen una buena idea, pero deberían preguntarse: ¿por qué un equipo pequeño como el Leicester lo está haciendo mejor que nosotros?". Días atrás, Claudio Ranieri echaba mano del sentido común que derrocha esta temporada para expresar su opinión sobre la creación de una Super Liga europea. 

Leicester City es líder en la Premier League con 60 puntos luego de 29 fechas disputadas. Tottenham Hotspur es segundo con 55 y el Arsenal, donde juega el tico Joel Campbell, ocupa la tercera casilla con 52 unidades. 

Las declaraciones del entrenador italiano vinieron a colación de una discreta reunión entre altos directivos del Arsenal, Chelsea, Manchester United, Manchester City y Liverpool y el empresario norteamericano Charlie Stillitano, mano derecha del billonario Stephen Ross, dueño de los Miami Dolphins y organizador del torneo de pretemporada Champions Cup, dispuesto a apadrinar una competición reservada a los clubes ricos del continente. 

La idea es permitir que la élite del fútbol se gane el pasaporte europeo por obra y gracia de su escudo y de su libro de cuentas, en lugar de sudarlo. Subyace el temor de que los grandes europeos se sientan tentados a buscar una golosa fórmula que incrementaría considerablemente sus ingresos. 

No son buenos tiempos para los grandes equipos ingleses en Europa. El United se apeó de la Champions a las primeras de cambio y no levanta cabeza desde que Alex Ferguson abandonara el banquillo. Su derrota contra el West Brom compromete seriamente su participación en la Champions de la próxima campaña. 

Pero la pérdida de fuelle competitivo es inversamente proporcional a su volumen de negocio: los ingresos de los diablos rojos crecen, hasta el punto de rozar la barrera de 500 millones de libras (650 millones de euros) anuales.No cabe duda de que la Premier es un codiciado caramelo. Pero su empuje económico corre el peligro de desvirtuar la competición, con unos aficionados cada vez más molestos con el precio de las entradas, cuando el aumento de los ingresos televisivos justificaría una rebaja. 

El Leicester ha mostrado mayor pericia en la parcela deportiva y mayor apego al fútbol del pueblo, mientras los grandes se han distraído con operaciones millonarias que no calaron en el césped, ni en la grada. La avaricia rompe el saco y, sin freno, puede transformarse en un caramelo envenenado.

Vardy, de la fábrica de férulas a la fábrica de sueños de la Premier

Posiblemente, detrás de cada deportista haya una historia de superación. El hombre de moda del fútbol europeo, Jamie Vardy, no es una excepción a esta máxima.

Todos los inicios son complicados y, en su caso, además fueron tardíos. El Sheffield Wednesday prescindió de él cuando tenía 16 años y empezaba a despuntar. Su estatura no era suficiente para jugar en un club de ese nivel. Fue una decisión muy difícil de asimilar. Vardy sustituyó sus noches en campos de fútbol por la vida de los pubs, las peleas e, incluso, en una de ellas recibió un golpe en el tobillo que a punto estuvo de costarle su carrera deportiva.

Pero decidió cambiar de vida. No le importó bajar al fango de la octava división, fichar por un conjunto amateur, el Stocksbridge Park Steels, y volver a empezar. El fútbol era por entonces un hobby que tenía que combinar con la vida real: trabajar en una fábrica de férulas.

Vardy fue cambiando de equipo, siempre en categorías humildes, y pasó por el Halifax Town y el Fleetwood Town. Fue con este equipo con el que ascendió a la League Two, un éxito que, sin saberlo, iba a cambiarle la vida.

Un cambio que llegó porque otro equipo modesto, el Leicester City, se fijó en él e invirtió un millón de libras en su fichaje. Un equipo modesto pero que, por otra parte, estaba asentado en la segunda división del fútbol inglés. Desde su descenso de la Premier League en 2004, el Leicester había vivido una década de pesadilla por la segunda y la tercera división y estaba decidido a cambiar su dinámica. Por ello, tenía claro que su apuesta por Vardy iba a ser muy fuerte.

Lo cierto es que la adaptación no fue fácil. Los cuatro goles que el delantero anotó en su primera temporada en el nuevo equipo desataron todo tipo de críticas hacia su figura. El Leicester y Vardy, sin embargo, decidieron darse una segunda oportunidad, la que tendría lugar durante la temporada 2013-2014.

Vardy demostró que no es de los que dejen pasar los trenes. Dieciséis goles en treinta y siete encuentros le convirtieron en el héroe de una afición que celebraba el ascenso a la Premier League. Vardy iba a cumplir su sueño de jugar con los mejores futbolistas del planeta.

Nuevamente, la adaptación a la máxima categoría fue costosa para él. Eso sí, sus cinco tantos sirvieron para ayudar a su equipo a mantener la categoría. El Leicester cerró la temporada en una cómoda decimocuarta posición a pesar de haberse pasado gran parte de la temporada en el farolillo rojo de la tabla.

Pero con trabajo todo llega. Al menos, eso es lo que piensa Vardy. En esta temporada, se ha convertido en la gran estrella de la Premier. Diecinueve goles en veintiséis partidos sirven para que el Leicester dependa de sí mismo, a falta de nueve jornadas, para lograr uno de los títulos más preciados del fútbol mundial: la liga inglesa.

Los récords y los premios se van sucediendo para Vardy. También ha alcanzado el reconocimiento de jugar en la selección inglesa. Pero, pese a ello, Vardy no olvida: sabe lo que le ha costado pasar de la fábrica de férulas a la fábrica de sueños de la Premier.

Lío con jugadores del Leicester en una discoteca

El Leicester City es, con cinco puntos de ventaja sobre el Tottenham (2º), el líder de la Premier League. Pero eso, fuera de su estadio, no le garantiza nada. Varios jugadores del club inglés quisieron salir el sábado por la noche a celebrar el cumpleaños de Drinkwater, pero se llevaron una desagradable sorpresa.

Después de la victoria (0-1) ante el Watford, Andy King, Matty James y Ben Hamer, compañeros de Danny Drinkwater, quisieron celebrar su 26º cumpleaños, pero al llegar a una discoteca por la noche, los ‘gorilas’ de la entrada no les reconocieron y les denegaron la entrada, explica el Daily Mail.

Para colmo, estos cuatro jugadores tuvieron que ver como varios futbolistas del Tottenham (Lloris, Dier y Chadli) -rival por el título- sí accedían directamente al recinto, con el consecuente mosqueo de los primeros.

Fuente: Diario El Mundo / Mundo Deportivo 

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