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La revista guatemalteca Contra Poder, ha destacado este sábado lo que ha pasado Costa Rica desde la eliminatoria mundialista hasta este momento en Brasil 2014.

La nota:

Costa Rica y el Efecto Mariposa

La humillación que sintieron la selección y el pueblo costarricense cuando la FIFA ignoró su solicitud de suspender el partido frente a Estados Unidos, disputado bajo una intensa tormenta de nieve y en un campo impracticable, generó un sentimiento de rabia y orgullo que muchos consideran el origen de la gran actuación de los ticos en el presente Mundial.  

El batido de las alas de una mariposa en Texas puede provocar un tsunami en Brasil. Así explicó el meteorólogo estadounidense Edward Lorenz la teoría según la cual una mínima variación en las condiciones iniciales de un sistema puede acarrear consecuencias imprevisibles. Lo que se conoce como el Efecto Mariposa.

La selección de fútbol de Costa Rica ha demostrado que Lorenz tenía razón. Los ticos han provocado un tsunami futbolístico en el Mundial de Brasil. Y todo se desencadenó cuando un copo de nieve cayó sobre el césped del estadio Dick’s Sporting Goods Park, en Denver, Colorado, Estados Unidos. 

La clasificación de Costa Rica para el Mundial de Brasil fue el resultado de años de trabajo planificado que han convertido a la selección centroamericana en la tercera potencia de la Concacaf, después de México y Estados Unidos. También del empecinamiento de su director técnico, Jorge Luis Pinto, un obsesivo estudioso del fútbol que, según su propia hermana, no se quita el juego de la cabeza ni en la cena de Navidad. “Llega a ser aburrido estar con él en las fiestas, porque no habla de otra cosa”, reconoció Yolanda Pinto a ADN Radio de Costa Rica.  

“El Mourinho americano”, como le ha bautizado el diario británico The Guardian, se empeñó en ver una oportunidad donde, aparentemente, solo había un pretexto para rendirse. “Cuanto más bravo es el toro, mejor es la corrida”, afirmó tras conocer que el sorteo le había emparejado con Uruguay, Italia e Inglaterra, el llamado grupo de la muerte. Quizá ya intuía que sus futbolistas podían salir a hombros de cualquier plaza. Así fue. “Ahora los muertos son otros”, exclamó Bryan Ruiz, una de las estrellas del equipo, tras empatar ante Inglaterra y certificar el liderato del grupo. Los ticos, como proclama su eslogan, seguían siendo pura vida.  

En Costa Rica hace años que los diferentes sectores vinculados al fútbol entendieron que si ganaba la selección, ganaban todos. El hecho de que la Federación Costarricense de Fútbol (Fedefútbol) reparta los premios económicos por clasificar al Mundial entre las diferentes ligas del país es solo uno de los motivos. “No hay un club en el país que no entienda que ceder a sus jugadores a la selección les va a beneficiar porque ahí se van a desarrollar y va a crecer su cotización”, explica el periodista costarricense Everardo Herrera. 

Formar futbolistas se ha convertido en un floreciente negocio para los equipos locales. En estos momentos hay 25 jugadores ticos en ligas europeas y más de 10 entre Estados Unidos y México. El éxito de estos jugadores ha provocado que los equipos destinen cada vez más recursos a la formación y menos a importar extranjeros. Han entrado en el círculo virtuoso que tanto ansían otros países, como por ejemplo Guatemala.    

La comunión que existe alrededor al equipo nacional también hizo posible que Pinto pudiera contar frecuentemente con sus jugadores durante la temporada. “Antes, a los técnicos les costaba mucho convencer a los clubes para que cedieran a sus futbolistas, pero Pinto y el presidente de la Fedefútbol, Eduardo Li, supieron convencer a los jugadores y a los equipos de la importancia de las concentraciones”, explicó a ContraPoder José Fernando Araya, periodista del diario La Nación. El seleccionador llevó a cabo pequeños campamentos, de entre dos días y una semana, cada dos meses a lo largo de los últimos dos años. En total, pudo probar a más de un centenar de jugadores.

Quienes conocen bien los entresijos del equipo, sin embargo, creen que nada de esto habría bastado para llevar a Costa Rica hasta los cuartos de final del Mundial de no ser por lo sucedido el 22 de marzo de 2013 en Denver, Colorado, Estados Unidos. La selección local y Costa Rica disputaban la segunda fecha del hexagonal final de la Concacaf. El partido se jugó bajo una espectacular tormenta de nieve que dejó espesores de hasta 30 centímetros. El árbitro no suspendió el partido, entre otras razones, porque el seleccionador estadounidense, Jürgen Klinsmann, insistió en que se podía jugar (si los dos equipos hubieran estado de acuerdo, el encuentro se habría suspendido). Estados Unidos se había adelantado en el marcador en el minuto 16, instantes antes de que se desencadenara la gran nevada.

“Yo he jugado partidos con nieve, pero nunca había visto algo así. Los pies de los jugadores estaban hundidos”, comentó Paulo Wanchope, exjugador y actual asistente del seleccionador. Aunque la pelota era amarilla, no había manera de verla. “Cuando venía en el aire era imposible percibirla con toda la nieve que caía”, explicó Michael Umaña, autor del último gol de la tanda frente a Grecia.

Para los ticos, aquella nieve caía sobre mojado. La selección costarricense ya se había sentido maltratada porque no se le brindó ninguna ayuda para pasar los controles de inmigración en el aeropuerto ni se les ofreció escolta policial para agilizar su llegada al estadio. La negativa de la FIFA a atender su reclamación de repetir el partido fue la gota que colmó el vaso del equipo y de la afición.

“Ese juego quedó marcado para todos los costarricenses. Hay un antes y un después de ese día”, explicó Umaña al diario Al Día días antes del partido de vuelta, celebrado el 6 de septiembre en Costa Rica. El país, que hasta entonces se había comportado con cierta frialdad con el equipo tras no clasificar para el Mundial de 2010, se conjuró para vengarse de Estados Unidos. Hasta la entonces presidenta, Laura Chinchilla, intervino. “Estados Unidos recibirá el mismo trato que recibieron nuestros jugadores en ese país, no se les dará ningún trato favorable”, dijo. 

La Fedefútbol barajó celebrar el partido en las calurosas provincias de Puntaneras o Guanacaste, en el Pacífico, donde los termómetros pueden superar los 35 grados centígrados, pero los estadios no cumplían los requisitos mínimos. Finalmente, se jugó en el Estadio Nacional de Costa Rica. Treinta mil ticos respondieron a la llamada de la selección. “No tenemos nieve, pero tenemos una gran afición”, clamaban los diarios nacionales durante los días anteriores al partido. Todos los espectadores dieron la espalda al campo cuando salió la bandera de “fair play” (juego limpio) de la FIFA, pero después se volcaron con su equipo. La selección constató su revancha con un rotundo 3-1.   

 “Denver unió a la afición, a la prensa y a todos. Sentimos que eso fue una afrenta al país y una burla al juego limpio”, explica Herrera.  “La injusticia unió a los jugadores y al país, que se sintió menospreciado. Desde entonces es otra selección, un equipo que no le teme a nadie”, coincide Araya. 

Desde aquel 22 de marzo de 2013, los jugadores de Costa Rica siguen al dictado la letra del himno que cantan antes de cada partido: “Cuando alguno pretenda tu gloria manchar, verás a tu pueblo, valiente y viril, la tosca herramienta en arma trocar”.

 

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