El cáncer de próstata comúnmente afecta a personas mayores de 40 años, por lo que siempre se pide que las personas que sobrepasen esta edad se estén realizando constantes exámenes.
Sin embargo, esta afectación siempre continúa afectando a muchos jóvenes alrededor del mundo, por lo que en este artículo repasaremos cómo detectarlo en edades tempranas y qué recomendaciones tomar para prevenirlo.
¿Por qué en jóvenes?
“Generalmente, el cáncer de próstata temprano es por causas genéticas; hay genes que se heredan y que aumentan el riesgo”, destaca Moncada. Por ejemplo, tener el padre o un hermano afectado eleva la posibilidad de desarrollar la enfermedad, un riesgo que también está ligado a antecedentes familiares de cáncer de mama porque “los oncogenes BRCA1 y BRCA2 están relacionados con tumores de mama y de próstata”.
Y esta es la principal señal de alarma a la que hay que atender, porque, "lamentablemente, el cáncer de próstata no da síntomas específicos", aunque sí puede compartir algunas manifestaciones con otros problemas prostáticos (prostatis, hiperplasia) relacionadas con la frecuencia o el chorro miccional. Esa ausencia de síntomas concretos obliga a no olvidar y tener siempre presente la historia familiar porque “permite determinar, con un análisis de sangre, si un persona hombre uno de esos oncogenes. Si lo tiene, hay que redoblar los controles para detectar precozmente la enfermedad”, dice el especialista del Hospital de La Zarzuela, que subraya que el dato de la historia familiar siempre hay que exponérselo al médico de familia.
¿Cómo se diagnostica?
Los programas de despistaje del cáncer de próstata se hacen a los 50 años y, en ausencia de otros síntomas prostáticos, un análisis de sangre con determinación del PSA (antígeno prostático específico) es suficiente para orientar de la presencia o no del tumor. Sin embargo, este biomarcador no ha estado exento de polémica durante muchos años, ya que con frecuencia se ha argumentado su aumento no siempre se debe a la presencia de un tumor.
Sin embargo, Moncada defiende su utilidad: “Hoy en día, todo el mundo acepta que es una bendición para el incremento de la supervivencia por cáncer de próstata. Desde que irrumpió el PSA, la mortalidad por cáncer de próstata ha disminuido y nadie discute ya el papel del PSA como un elemento positivo, que ha permitido el abordaje precoz de la enfermedad.” Esta firme defensa no impide al urólogo admitir que es un marcador inespecífico, que “puede aumentar también cuando hay prostatitis o hiperplasia benigna de próstata” y para aclarar la causa de su elevación, existen técnicas de diagnóstico para visualizar las lesiones, entre las que sobresale la resonancia magnética multiparamétrica, que define el área sospechosa. Después, “con la biopsia dirigida -de fusión de imágenes con las obtenidas con la resonancia- ya afinamos muchísimo el diagnóstico”.
¿Cómo se trata?
La estrategia frente al cáncer siempre ha de ser individual, si bien hay unas directrices generales en las que la edad marca la línea terapéutica. Según este experto, “en los pacientes mayores, con tumores de bajo grado y una expectativa de vida limitada a unos cuantos años, se impone la vigilancia activa”.
La actitud expectante cambia radicalmente en los jóvenes, en los que “lo ideal es eliminar el tumor, ya que al ser una enfermedad de origen genético, la situación se puede agravar con otros tumores en la próstata o con mayor agresividad del tumor que ya está”. La cirugía es la opción más radical, pero no está libre de efectos secundarios, sobre todo incontinencia e impotencia, unas consecuencias que dependen mucho de la técnica empleada. Moncada afirma que “la cirugía con el robot Da Vinci es enormemente efectiva y muy poco invasiva (se encuadra en la categoría de mínimamente invasiva), y nos permite eliminar la próstata minimizando el riesgo de estas secuelas”. Otras alternativas son la radioterapia (para hombres mayores o para jóvenes en los que el cáncer recurre, lo que sucede en el 25% de los casos) y el tratamiento con bloqueo hormonal (castración química), para cánceres diseminados.
Para los enfermos más jóvenes, el urólogo insiste en que la cirugía robótica es la mejor opción y después “no hay que dar ninguna terapia adyuvante (como se hace en el cáncer de mama), salvo que reaparezca el cáncer”. Radioterapia, bloqueo hormonal y nuevos medicamentos, como la abiraterona y otras quimioterapias, “permiten sostener a los pacientes durante muchos años, aunque tengan un cáncer muy agresivo”.
Recomendaciones de estilo de vida
La dieta, la obesidad, el sedentarismo o la exposición a carcinógenos ambientales se asocia, con frecuencia, a la aparición de ciertos tumores, pero “en la próstata no hay factores de riesgo reconocidos”, dice el especialista. “Permanecer delgado, sin fumar y con una dieta saludable es lo deseable y recomendable, pero no está demostrado que ayude a prevenir el cáncer de próstata”.
Mantener una vida sexual activa se ha sugerido como un buen escudo protector frente al tumor de próstata, aunque, otra vez, Moncada echa por tierra esta creencia: “La actividad sexual implica que la próstata ‘trabaje’ porque produce líquido seminal y la mantiene en buen estado funcional, pero tampoco hay ningún estudio claro que demuestre que cuanta más actividad sexual, menos cáncer de próstata (ni siquiera menos hiperplasia benigna)”
El consejo definitivo
Ignacio Moncada no se cansa de insistir en la importancia de hacer análisis de rutina del PSA a partir de los 50 años, aunque “los varones con antecedentes familiares de cáncer de próstata y de mama deben adelantarlos, incluso por debajo de los 40 años, porque demorar la detección precoz es exponerse a un cáncer con menos posibilidades de curación”.
Fuente: Alimente +