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Científicos españoles han llamado la atención de la prestigiosa revista Nature con sus investigaciones sobre un mal del que todavía estamos lejos de desvelar todo sus misterios: el infarto de miocardio. 

Y es que un equipo de expertos del Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC), dirigido por el doctor Andrés Hidalgo, ha descubierto que una simple célula del sistema inmunitario humano puede jugar un papel clave en el desarrollo de la enfermedad cardiovascular.

   

En concreto, los investigadores del CNIC han puesto sus ojos en los neutrófilos circulantes (un tipo de glóbulo blanco que ayuda a combatir, entre otras cosas, las infecciones y que son una de las primeras células de nuestra línea de defensa cuando nuestro organismo es invadido por un agente externo patógeno).

En un estudio publicado en Nature, los autores identifican ahora un comportamiento extraño de estas células que podría estar asociado con la aparición de riesgo cardiovascular. El trabajo supone una valiosa fuente de información que podría conducir al desarrollo de futuros tratamientos paliativos de los efectos de un infarto.

Efectivamente, los neutrófilos actúan como primera línea de defensa del organismo, pero también en determinadas circunstancias pueden causar daños en algunos tejidos. De hecho, se sabe desde hace tiempo que la presencia excesiva de estas células circulando en el torrente sanguíneo significa un mayor riesgo de crisis cardiaca.

Pero, obviamente, no es posible eliminar este riesgo mediante la inhibición de los neutrófilos, porque eso significaría dejar al paciente sin suficientes defensas para afrontar posibles infecciones.

Pero, ¿y si se pudiera identificar solo el tipo de neutrófilo que produce riesgo cardiovascular y separarlo del resto? Esa es la pregunta que se han hecho los científicos españoles del CNIC y la respuesta es más que prometedora.

Los investigadores han estudiado los neutrófilos mediante microscopía intravital de alta resolución, una tecnología que permite la visualización de células en los capilares de animales vivos con gran sensibilidad.

El análisis identificó tres patrones de conducta diferentes entre los neutrófilos que correspondían a episodios inflamatorios. Pero uno de ellos era especialmente significativo. Cuando los neutrófilos adquirían un tamaño especialmente grande y tendían a migrar a las proximidades de la pared del vaso sanguíneo, esa conducta se correspondía con un mayor riesgo de enfermedad cardiovascular.

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El siguiente paso fue tratar de averiguar por qué en ocasiones las células del sistema inmunitario se comportan de tal manera. Para ello, se combinó el conocimiento adquirido por el estudio microscópico con análisis genéticos masivos en modelos animales. Y sorprendentemente, los autores del trabajo han podido determinar que la causante del comportamiento patológico de los neutrófilos es una sola molécula llamada Fgr.

Por primera vez ha sido posible detectar el agente directo que causa la diferenciación patológica del células que, en su comportamiento normal, sirven para defendernos de enfermedades.

El descubrimiento podría ser clave para seleccionar futuros medicamentos capaces de detener los daños del infarto una vez producido mediante la prevención de la inflamación y la muerte celular que se produce después del episodio. Frg será una candidata a diana terapéutica, es decir, a molécula que hay que inhibir mediante otras drogas en caso de crisis cardiaca.

En palabras de uno de los coautores del estudio, el doctor Miguel Palomino-Segura “nuestro trabajo es único, porque permite la identificación de células no por su perfil genético, sino por el modo en el que se comportan durante la enfermedad”.

La clave del hallazgo es la capacidad de los neutrófilos de cambiar de tamaño, de actividad y de posición en cuestión de segundos. Los cambios son tan rápidos que solo pueden detectarse mediante tecnologías microscópica en vivo combinadas con sistemas de tratamiento digital específicos. En este caso, la colaboración con ingenieros de la Universidad Carlos III fue clave a la hora de mejorar la precisión de los sistema de identificación.

Evidentemente, aún nos encontramos en una fase muy embrionaria de la línea de investigación, pero el avance es muy prometedor. La detección de una diana tan específica es siempre un motor para el inicio de futuras colaboraciones que permitan desarrollar estrategias para apuntar hacia ella. Quizás en el futuro, gracias a este primer paso de científicos españoles, se desarrollen medicamentos capaces de detener en tiempo real los estragos de un infarto.

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Fuente: Diario La Razón España 

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