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Carlos, Fidel y Vicente Castaño fueron tres hermanos que sembraron el terror en Colombia con la creación de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), cuyo objetivo era acabar con la guerrilla. Fueron amigos y socios de Pablo Escobar, pero al final se transformaron en sus peores enemigos. 

A la descendencia de doña Rosa Gil y de su esposo, Antonio Castaño González –una pareja de campesinos del municipio de Gómez Plata (Antioquia) la persigue un signo trágico. De sus 12 hijos, incluidos los jefes ‘paramilitares Carlos, Fidel y Vicente, siete murieron en hechos violentos.

Tal vez por eso, doña Rosa Eva les insistía en que no se fueran lejos de la finca donde los crió.

Efectivamente, tres de los Castaño Gil –Eufracio, de 30 años; Reinaldo de 24; y Ramiro– terminaron muertos en sangrientos episodios relacionados con la compra ilegal de armas y con ajustes de cuentas.

Otros tres –Fidel, Carlos, Vicente y Rumalda– perecieron en una cadena violenta de homicidios que inicialmente se le atribuyó a la guerrilla y a enemigos en las propias filas paras, pero que ahora parecen tener otro denominador común: el fratricidio.

Así lo asegura Iván Roberto Duque, alias ‘Ernesto Báez, asesor de Carlos Castaño Gil entre 1997 y 1999.

 

¿Celos o Farc? 

Aunque Carlos Castaño dijo por años que su hermano Fidel murió en un enfrentamiento con la guerrilla, el 6 de enero de 1994, su ex asesor cuenta otra historia.

‘Báez’ dice que personas cercanas a los Castaño, incluidos varios ex ‘paras’ recluídos en la cárcel de Itagüí, le narraron cómo Carlos mandó asesinar a su hermano tras varias diferencias.

Una de ellas se relaciona con la intención de Fidel de asociarse con las Farc para el tráfico de coca, lo que habría enfurecido a Carlos.

La otra, tiene nombre de mujer: Olga Escobar, una novia de Fidel, que vivía en Amalfi (Antioquia).

“Fidel la mandó buscar luego de saber que Carlos tenía un romance con ella y nadie la volvió a ver”, dice ‘Báez’.

Meses más tarde –agrega ‘Báez’– Carlos le ordenó a su hombre de confianza, Salvador, que asesinara a Fidel.

Al parecer, otro de los episodios que distanció a los hermanos, fue la muerte de su hermana menor, Rumalda.

Carlos aseguraba que esta había sido asesinada por milicianos en Medellín, cuando salía de la Universidad EAFIT.

Pero ‘Báez’ dice que se suicidó presionada por Fidel.

“Ella les hablaba en voz alta. No estaba de acuerdo con lo que hacían”.

Y agrega que Fidel la criticaba por su comportamiento y en especial por sus supuestas inclinaciones sexuales.

Es más, dice que Fidel le prohibió a su esposa Margarita volver a ver a Rumalda.

“Una noche, Fidel las encontró juntas y tras darles una golpiza, se encerró con su hermana para intentar violarla”, le dijo ‘Báez’ al Tiempo.

La joven escapó de la habitación pero habría sido detenida en los alrededores de la piscina por escoltas de Fidel, momento que aprovechó para tomar un arma y dispararse.

Luego de la muerte de Fidel, entró en escena otro Castaño Gil: Vicente. Según ‘Báez’, él y no Carlos, fue quien tomó las riendas de las AUC e inició una expansión sin precedentes.

No obstante, Carlos era la cabeza visible de la confederación paramilitar penetrada por el narcotráfico.

Luego Jesús Ignacio Roldán Betancur, alias ‘Monoleche’, hombre de confianza de Vicente, asesinó a Carlos.

Aunque Vicente negó cualquie nexo con ese homicidio, gente de las propias AUC asegura que fue él quien dio la orden motivado por la insistencia de su hermano menor de negociar con USA y de cerrarle el paso al ingreso de narcos en la organización.

Posteriormente Vicente fue asesinado por sus propios hombres. 

Los Castaño lideraron los Pepes: organización que acabó con Pablo Escobar 

El 4 de julio de 1992, el capo Pablo Escobar firmó -sin saberlo- su sentencia de muerte. Ese día, en la cárcel La Catedral de Envigado donde estaba recluido, asesinó a dos de sus socios: Gerardo 'Kiko' Moncada y Fernando 'Negro' Galeano. 

Así desató la furia de algunos y lo que sirvió de excusa a otros para unirse por una causa en común: acabar con el líder del Cartel de Medellín. Nacieron entonces Los Pepes, que a punta de actos terroristas desataron una guerra urbana sin precedentes en Colombia. Y nadie pagó pena por ella.

Moncada y Galeano habían tenido problemas de dinero con Escobar. Una traición. Así lo vio el mafioso y ordenó su ejecución. Y siguió con el saqueo de sus propiedades y la eliminación de sus trabajadores. Fidel y Carlos Castaño, socios de Escobar, reaccionaron furiosos y se convirtieron en los principales enemigos de Pablo. 

"Resulta para mí incomprensible que mis eternamente enemigos hayan gozado de mis simpatías en otros tiempos. Hay momentos en que pienso en que, si no hubiera tenido razones para ser contrainsurgente, habría sido guerrillero (…) Debo reconocer que estimé a Pablo en aquella época, pero no tanto como llegué a despreciarlo", expresó Carlos Castaño en una entrevista que dio a la revista Semana antes de su muerte.

La muerte de Moncada y Galeano fue el detonante: de los Castaño para buscar apoyo con el Cartel de Cali, al mando de los hermanos Gilberto y Miguel Rodríguez Orejuela; de estos para aliarse con el Cartel del Norte del Valle; y de los ex socios de los asesinados, buscados por el Cartel de Medellín, para unirse a todos ellos. Eran los Perseguidos por Pablo Escobar, por eso se autollamaban 'Los Pepes'.

Las primeras reuniones se realizaron después de la fuga de Escobar de La Catedral, según reconstruyó el sitio InSight Crime. Para entonces se les había unido Diego Murillo, alias 'Don Berna', el ex guardaespaldas de El negro Galeano que terminó siendo el líder de La Oficina, la banda que creó Escobar con su red de sicarios y que actualmente tiene el dominio del narcotráfico en Medellín. Y con él muchos comerciantes, ganaderos, industrias y, en general, "personas prestantes" a las que extorsionaron y secuestraron desde la cárcel.

"Varias personas prestantes me buscaron para pedirme que liderara un grupo de autodefensa contra Pablo Escobar", dijo Carlos Castaño a Semana. Y así lo notificó a la Fiscalía en febrero de 1994: "(…) para evitar que continuaran atentando contra el pueblo colombiano y contra nosotros, a quienes persiguió incansablemente, fui yo el creador del grupo autodenominado 'Los Pepes' y a la vez su jefe militar". El objetivo era aniquilarlo, y a todo lo que tuviera relación con él, así fuera mera sospecha.

Por aquella época se creó también el famoso Bloque de Búsqueda de la Policía, con apoyo del gobierno de Estados Unidos, para capturar a Pablo Escobar. Así que algunos miembros corruptos de la Fuerza Pública, e incluso de la DEA y la CIA, se unieron anónimamente a 'Los Pepes'. Operaron entre 1992 y 1993 en una terrible guerra urbana de bombas, secuestros y asesinatos selectivos.

"La ciudad de Medellín se encontraba en manos de un grupo de delincuentes que ya no eran comunes sino dementes, asesinando y secuestrando a gentes inocentes como nunca antes se había visto. Había, pues, que responder enérgicamente y con las mismas armas, o de lo contrario estábamos perdidos", explicó Carlos Castaño a Semana. Así que buscaron el financiamiento para ello.

Todos los miembros dieron dinero. Una vez Helmer 'Pacho' Herrera, uno de los líderes del Cartel de Cali, dijo que había gastado toda su fortuna tratando de matar a Escobar: invirtió USD 30 millones. Pero también donaron recursos políticos, empresarios. Se convirtieron en una cierta élite burocrática, con el aval en silencio de muchos colombianos y hasta de las autoridades; y más en un grupo terrorista que paramilitar.

Los atentados iniciaron a finales de enero de 1993. Y por el interés de aniquilar a Escobar y su cartel no importaban los daños colaterales. Empezaron a bombardear como respuesta a sus bombas. Una vez explotaron un carro que casi mata a sus hijos, Manuela, la menor, sufrió de sordera parcial un tiempo a consecuencia. Le siguieron dos más cerca de las residencias de la familia.

Incendiaron una casa finca donde guardaba obras de los artistas españoles Picasso y Dalí. Y prendieron fuego a su colección de autos antiguos. Se les atribuyeron al menos 15 homicidios. En marzo de 1993, mercenarios con prendas de la Fuerza Pública secuestraron en su propia casa al constructor Guillermo Londoño White; según El Colombiano. Su cadáver apareció la mañana siguiente con un letrero que decía: "Servil testaferro iniciador de secuestros al servicio de Pablo Escobar. Los Pepes".

Días más tarde -afirma el medio de Medellín- otros mercenarios, esta vez con vestidos del extinto Departamento Administrativo de Seguridad (DAS), torturaron hasta matar al abogado Raúl Jairo Zapata Vergara. En esas también cayó el abogado Guido Parra. "El pueblo quería que destruyéramos a Pablo sin violencia, pero no era posible. Si así se hubieran manejado las cosas, hoy todos nosotros y el mismo gobierno estaríamos nuevamente arrodillados frente a este monstruo", dijo Carlos Castaño a Semana.

En 1997, un juez de Medellín describió: "(…) amparados por un aparato terrorista tan o más sanguinario que aquel que el cartel (de Medellín) había estructurado, acuñado bajo el rótulo de 'los Pepes', destruyendo en el oriente, sur y suroeste antioqueño innumerables propiedades, sumándose los crímenes de varios agentes cercanos al capo y sus abogados, obligando a los familiares de este a viajar al exterior".

Pero había otro frente con el que operaban que iba más allá de la consabida violencia, el de inteligencia. Ellos recogían todo tipo de información sobre las operaciones de Escobar y se las hacían llegar al Bloque de Búsqueda, decían ellos que de forma anónima, aunque las autoridades, corruptas o no, sabían que eran Los Pepes.

El mismo ex director de la Policía Nacional y ex vicepresidente de Colombia, general Óscar Naranjo, admitió que "había un canal de comunicación directo entre la Policía y Los Pepes, y de ella se nutrían las agencias de Estados Unidos", de acuerdo con InSight Crime. Aunque los criminales nunca lo admitieron, Carlos Castaño, por ejemplo, siempre dijo que no efectuaron operaciones en conjunto y tuvieron contacto directo.

Pero era de conocimiento público que el Cártel de Cali, el máximo competidor del Cartel de Medellín en el tráfico de cocaína y quien quedaría con el poderío del negocio, suministraba información a la Policía. El punto fue que todo este ataque armado y de inteligencia dejó a Escobar con un solo guardaespaldas y lo llevó a un escondite en Los Olivos, un barrio de clase media de Medellín.

Y en diciembre de 1993, la Policía interceptó una llamada que hizo el capo a su hijo Juan Pablo y lo localizó. Desplegaron un operativo militar y en una persecución de película por los tejados del barrio le dieron de baja. Hasta ahí llegó Pablo Escobar, y Los Pepes, que se desintegraron enseguida al haber cumplido su objetivo.

Y por los asesinatos, secuestros y explosiones de Los Pepes nadie pagó cárcel. Nunca se supo qué autoridades estuvieron detrás. Y los criminales fueron cayendo presos o muertos por otros motivos. La única sentencia fue a Fidel Castaño, de 13 años y medio de prisión y 3.000 salarios mínimos vigentes de multa, proferida siete años después de su asesinato.

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