Las actividades del ser humano han cargado la atmósfera de gases que atentan contra la salud de los seres humanos. Desafortunadamente hay ciudades que la pasan peor que otras, como en China o en la India en las que hay días que sus ciudadanos no pueden salir por los niveles de contaminación.
En el aire atmosférico hay nitrógeno y oxígeno; argón, neón, criptón y helio, dióxido de carbono y vapor de agua. Fruto de la actividad humana, el aire contiene, además: monóxido de carbono, que proviene de los automóviles o los aparatos de calefacción y es altamente contaminante.
Plomo, que generan desde pilas o baterías hasta residuos industriales o humo del tabaco; partículas en suspensión, generadas, por ejemplo, por la quema de carbón; benceno, de la elaboración de plásticos y del humo de la gasolina y metano, dióxido de azufre o arsénico, estos, de la emisión de combustibles fósiles y vertederos y otras actividades humanas.
Se calcula que, aproximadamente, un 90 % de la población respira aire contaminado. Según la OMS, alrededor de siete millones de personas mueren cada año por la exposición a la contaminación del aire.
Algunos datos alarmantes más: más allá de propiciar o empeorar enfermedades respiratorias como el asma, la EPOC, alergias o infecciones respiratorias de las vías bajas, también según la OMS, la contaminación puede ser causante de hasta 101 enfermedades distintas.
Entre ellas: patologías cardiovasculares, trastornos neuropsicológicos o determinados tipos de cáncer (pulmón, vejiga, riñón, colorrectal). Y hasta alzhéimer y otras demencias, según varios estudios. También anomalías sexuales, fallos de reproducción o el bajo peso al nacer en partos a término.
La mortalidad por respirar aire contaminado es 9 veces mayor que la causada por accidentes de tráfico y una sexta parte de la debida al tabaco.
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