La ruta de los Balcanes es clave para China. Esta región es su puerta de entrada de sus productos a los mercados de Europa Occidental desde los puertos griegos pasando por Serbia -su socio más cercano en la región- hasta la Hungría de Víktor Orban. Desde hace años, Pekín impulsa un proyecto para modernizar de la línea ferroviaria entre Budapest y Belgrado.
La Unión Europea observa con desconfianza esta cabeza de puente del gigante asiático en el este europeo y más desde que el pasado mes de mayo, el parlamento húngaro declarara clasificados los detalles del plan. Hace siete años, esta infraestructura se presentó como el proyecto estrella de la llamada BRI (Belt and Road Initiative, conocida también como la Nueva Ruta de la Seda) en la cumbre del llamado 16+1 en Bucarest, un mecanismo creado por China para pactar sus inversiones en infraestructuras con 16 países de Europa Central y del Este –que pasarían a ser 17 con la llegada posterior de Grecia–.
Pero el ferrocarril, que sería la primera de una presunta batería de inversiones chinas, lleva años de demoras. Los bandazos del proyecto representan muy bien la actual decepción en el Este europeo con el prometedor socio chino, un elemento que ha servido más para poner nerviosa a Bruselas que para fomentar la confianza en las inversiones asiáticas. Hasta que llegó la pandemia. La pasada primavera, en pleno confinamiento, el plan ha vuelto a resurgir. Sin embargo, Orban ha mantenido en secreto los detalles del renovado acuerdo, amparado por los plenos poderes que le ha otorgado el parlamento para lidiar con el estado de emergencia por el coronavirus -una práctica cada vez más habitual en Hungría con las medidas políticamente comprometidas.
China pone el 85% China, Serbia y Hungría firmaron el memorando original sobre la ruta ferroviaria en 2014. La construcción en Serbia comenzó en 2018 y el primer acuerdo de la modernización del actual trayecto húngaro entre Budapest y Belgrado se firmó en junio de 2019 -aunque se había anunciado en 2015-. La obra se adjudicó al consorcio CRE Consortium, propiedad al 50% de Opus Global Hungría, del empresario Lorinc Meszaros cercano a Orbán, y por China Tiejiuju Engineering & Construction y el Grupo de Ingeniería de Electrificación Ferroviaria de China, propiedad del conglomerado estatal Ferrocarriles Chinos.
El proyecto contempla la modernización de la línea ferroviaria existente y la construcción de 150 kilómetros de sección húngara en la línea Budapest-Belgrado. Se prevé que cuando esté en funcionamiento reduzca el tiempo de viaje entre Budapest y Belgrado a unas cuatro horas, menos de la mitad de lo que se tarda actualmente, y amplíe significativamente la capacidad de transporte. Ese primer acuerdo estaba sujeto a que el China Eximbank extendiese un crédito sobre el 85% del coste total de la obra -unos 1.900 millones de dólares a 20 años a un tipo del 2,5%- mientras que Hungría aportaría el 15% restante -unos 82.000 millones de florines (256 millones de dólares) de su presupuesto de 2020-. Este préstamo, por se firmó el pasado abril, en pleno primer confinamiento. Pero desconocemos los detalles finales porque fue el clasificado por el parlamento húngaro.
Opacidad húngara y corrupción “Las motivaciones de China son fáciles de entender”, señala Agnes Szunomar, del observatorio CHOICE (China Observers in Central and Eastern Europe), a El Confidencial. "La Nueva Ruta de la Seda les permite ampliar su ámbito de interés político y económico. Una vez completadas las rutas de transporte alternativas estarán en una posición estratégica más favorable, tendrán cada vez más rutas de transporte alternativas", agrega el analista. Lo que no está tan claro es qué motiva a Hungría.
“En la Hungría de Orbán, en los últimos años, por desgracia, es bastante común que se clasifiquen los detalles de varios proyectos ‘sensibles’ -todos aquellos proyectos que el gobierno considera sensibles- y no necesariamente por razones comprensibles”, apunta Szunomar. El principal beneficio que puede sacar Hungría de esta construcción son las potenciales tarifas de tránsito que el país recibirá por la actividad de la línea ferroviaria. Sin embargo, analistas como Szunomar ponen en duda de que esto pueda llegar a cubrir los reembolsos del préstamo, "aunque espero que al menos sí una parte”. Existe una sospecha legítima de que el alto precio incluye el dinero planeado para la corrupción y los contratos de oligarcas con vínculos con el gobierno “No está claro por qué exactamente el Gobierno está dispuesto a gastar tanto en esta ruta ferroviaria precisamente porque no es transparente sobre sus objetivos”, tercia el analista húngaro Gabor Gyori, quien recuerda que la posición del gobierno de Orbán es “que los votantes le han dado la libertad de promulgar las políticas que deseen y todo lo que los votantes necesitan para juzgar al gobierno es el estado general del país, no deben ‘molestarse’ con los detalles”.
Pero existen fundadas dudas sobre los motivos ulteriores de esta opacidad sobre el plan. Como ha sucedido con otras transacciones similares en el pasado, Gyori cree que “existe una sospecha legítima de que el alto precio incluye el dinero planeado para la corrupción y los lucrativos contratos de adquisiciones públicas con oligarcas con vínculos estrechos con el Gobierno”.
La ampliación “autoritaria” de la UE
Desde Bruselas se ha advertido en múltiples ocasiones que la creciente influencia de China en países como Bosnia o la propia Serbia no ayuda en la planificada futura integración europea de los mismos. Este mismo verano, el país serbio se convertía en el primero de Europa en ser comprador de armas chinas para su ejército, lo que se une a las acusaciones de fraude contra el Partido Progresista Serbio del presidente Aleksandar Vučić en las elecciones parlamentarias celebradas el pasado 21 de junio, con el país entre confinamientos sanitarios.
Szunomar cree que el “equilibrio” que intenta mantener Serbia entre mejorar relaciones con China y mantener sus compromisos adquiridos en su camino hacia la UE es “difícil”, pero recuerda que la más interesada en que ese equilibrio se mantenga es la propia China. “Si los Balcanes Occidentales son castigados por sus relaciones con China, la Nueva Ruta de la Seda también puede sufrir como resultado y el objetivo de la línea ferroviaria es aumentar relaciones comerciales precisamente con Europa Occidental”.
Gyori, más centrado en la política húngara, advierte que para la UE este aumento de influencia en los socios de la zona puede ser un problema más político que realmente económico “en particular porque el gobierno de Orbán está dispuesto a servir como cabeza de puente de regímenes autoritarios (Rusia, China, Turquía) dentro de la UE y saboteará la política exterior común de la UE si cree que le conviene proteger los intereses de estos regímenes”.