La television de los 90 estuvo marcada, entre otras cosas, por Baywatch. La famosa serie de socorristas, encabezada por David Hasselholff, era una oda a los cuerpos perfectos en las playas de Malibú. Pero nada más lejos de la realidad, en algunos casos.
Porque una de sus principales actrices vivía un auténtico calvario personal que terminó con su salida definitiva de la televisión y una sucesión de hechos catastróficos que incluyen arrestos, adicciones extremas y el plantón más absoluto de Hollywood.
Cuando uno se imagina una playa en Los Ángeles, es inevitable no pensar en estos salvavidas tan televisivos. La serie estuvo en pantalla desde 1989 hasta 2001, con sus diferentes versiones y escenarios. Recordemos que en su décima temporada se mudaron a Hawái. Aunque hoy es considerada como una de las series de mayor éxito internacional, la NBC la canceló en su primer año de estreno por su alto coste en términos de mantenimiento. Pero en 1991 fue el propio Hasselhoff quien decidió poner dinero de su bolsillo para que la aventura playera siguiese. Y la fórmula fue un éxito rotundo.
Una de las cosas que primero me vienen a la memoria de aquel producto televisivo es la cantidad de actores y actrices que pasaron por sus filas, siendo el protagonista de El coche fantástico y Pamela Anderson los que quizás más rememora el público por ser los más conocidos.
El resto, en su mayoría, o apenas empezaban su carrera, o eran rostros menos populares. Sin embargo, una de las que más llamaron la atención de inmediato fue Yasmine Bleeth. Llegó a la producción para participar en un único episodio como invitada, pero le gustó tanto a David que terminó contratándola indefinidamente. La unión duró casi cinco años, convirtiéndose después en el ejemplo perfecto de lo que la fama y el éxito arrollador pueden llegar a causar si no se maneja con cabeza.
La actriz contaba con un look explosivo que chocaba con el de la entonces mega estrella, Pamela Anderson. Era morena y con los ojos azules, desmarcándose así de la cabellera dorada a la que todos parecían estar acostumbrados. Y su cuerpo, a diferencia del resto, rompía con los cánones de Hollywood de la mujer delgada, en algunos casos, esquelética. Yasmine era el prototipo opuesto, sus curvas, imagen real y su peso la convirtieron, de inmediato, en una de las favoritas del público. De ahí que a su salida del show en 1996, no le faltaran las propuestas, entre ellas la de Don Johnson para atenerla en su serie Nash Bridges.
Su fama se disparó y con ella el descontrol. Los titulares sobre ella empezaron a centrarse más en sus desastres personales que en sus trabajos televisivos. Lo que empezó como un juego peligroso con la cocaína, se convirtió en una terrible adicción que, literalmente, acabó de un sablazo con su carrera como actriz.
Desde hace casi dos décadas está alejada de los focos. “Nunca imaginé que me involucraría en las drogas", expresó en aquel entonces a la revista Glamour en el 2003, Admitió que aquello pasó de ser un hábito social que fue creciendo gradualmente hasta llegar a ser el monstruo que casi acaba con su vida.
En ese ensayo tan personal titulado Just like drugs para dicha publicación, reconoció que llegó un punto en el que paró de socializar y sufría constantes sangrados por la nariz. "Cuando esnifaba, mi publicista decía a la gente que sufría de sinusitis, la cual también padezco", agregó. Pero aquella gran mentira se hacía cada vez más grande y difícil de ocultar. Yasmine bajó de una talla 42 a una 36, haciéndose visible su deterioro físico. "Parecía un alien", afirmaría sin tapujos en ese escrito. El asunto se puso aún más serio, y en boca de todos, cuando la actriz se desmayó en una sesión de fotos en el año 2000. Ya no se podía ocultar lo que era evidente, una adicción que estaba destrozando su vida y su carrera.
Consciente de su enganche a la cocaína, recurrió a un centro de rehabilitación en Malibú que le ayudó temporalmente pero que no terminó de acabar con su obsesión. Dos semanas después de salir del Centro Promises, donde fue tratada, chocó su coche mientras se encontraba bajo la influencia de esta sustancia. La policía encontró cuatro gramos de cocaína en su bolso, en su coche y donde se hospedaba. Esa noche la pasó arrestada y posteriormente pudo salir con una fianza de 10 mil dólares.
La pesadilla no terminó ahí, su caso llegó al juez y fue sentenciada a dos años en libertad condicional, tratamiento obligado para combatir su adicción, 100 horas de trabajo social y suspensión del carné de conducir. "Es lo justo", dijo por aquel entonces su abogado, Jerry Sabbota, tal y como recogió la publicación New York Post en 2001.
En su famoso artículo, una, podría decirse, despedida en toda regla, expresó al mundo su intención de sanarse por completo. "Estar alejada de las drogas es lo más importante en mi vida y siempre lo será", reconoció en este escrito. Pero sus intenciones no fueron lo suficientemente grandes para Hollywood, industria que le dio la espalda al no volver a darle más oportunidades frente a la pantalla chica y grande. Aquella niña que empezó en el medio con apenas 10 meses en un anuncio de champú de Johnson & Johnson, no ha vuelto a aparecer por este medio.
Unas imágenes de paparazzi en 2020 la pusieron de nuevo en el candelero. Pero no por su regreso a la televisión o el anuncio de un nuevo proyecto, sino por su look irreconocible. A sus, entonces 51 años, nada quedaba de esa mujer que se dio a conocer en los noventa en el mundo entero como una de las salvavidas más sexi del planeta.
Yasmine se dejó ver paseando a su perrito y de andar por casa. Aunque saludable y recuperada de su adicción, su descuido en lo que a imagen se refiere y su llamativa subida de peso la alejaban bastante del recuerdo que teníamos de ella. Las instantáneas dieron la vuelta al mundo como era de esperar. Y a partir de ahí, poco más se ha sabido de ella.
La actriz, hoy de 54 años, decidió cortar por lo sano con su carrera y centrarse en lo más importante de todo: su bienestar. Hoy vive una vida tranquila entre sus casas de California y Arizona junto a su esposo Paul Cerrito, propietario de un club de strippers en el pasado, a quien conoció en el centro de rehabilitación hace 20 años. Aunque la regla número uno en cualquier proceso de recuperación de adicciones es no salir con alguien del grupo de apoyo, Yasmine volvió a romper las reglas. Y parece que, en esta ocasión, salió bien.
Ironías de la vida o del guion, la que fuera una de las vigilantes de la playa más queridas y aplaudidas en la ficción acabó ahogada en sus propias adicciones. Yasmine representa el ejemplo perfecto de cómo se puede pasar de la gloria más absoluta al completo olvido. Una triste historia, afortuna y aparentemente, con final feliz.
Fuente: Cine 54