Pablo Escobar, el capo más buscado en el mundo en los años 80, se caracterizó por tener cerca a muy pocas personas pues pese al poder que tenía por el negocio de las drogas y su intimidante historial criminal también tenia tras el muchas personas que querían llevarlo tras las rejas o matarlo.
Cerca suyo se encontraba Édgar Jiménez Mendoza más conocido como El Chino, el fotógrafo personal que lo siguió por mucho tiempo.
El Chino, se conoció con Pablo Escobar en 1963 cuando haciendo su bachillerato en el Liceo Antioqueño coincidió con él en el salón de clases. “Tres años en el mismo salón. Pablo era un estudiante del montón. Ni bueno ni malo. Anodino. Se hizo notorio por su hermano Roberto Escobar, el Osito, quien era ciclista y participaba en la Vuelta a Colombia, cuando esta competencia despertaba fervor y convocaba”, recuerda Jiménez.
La profesión a la que se dedicó fue su pasión desde el colegio, pues se unión al club de fotografía y posteriormente cuando su hermano compro una cámara se matriculó para aprender más sobre técnicas, encuadres, color entre otras cosas. Al crecer siguió ejerciendo en eventos familiares y reuniones pequeñas.
Por un largo tiempo no supo nada de Pablo Escobar hasta que se reencontró con este en una convención de la desaparecida Alianza Nacional Popular (Anapo). Luego, lo buscaron y cada que había un evento el capo lo llamaba.
“Ahí empecé mi relación con Pablo. Me busqué un ayudante, Rodrigo Agudelo. Entonces, a mí me empezaron a decir el narcofotógrafo y a él, el narcoayudante. A Nápoles iba seguido. Yo viajaba en helicóptero o en avión desde el hangar del aeropuerto Olaya Herrera. Los fines de semana los viajes se multiplicaban”, recuerda.
Pese a que su relación fue buena con Pablo Escobar, señaló que cuando se entero de su muerte tuvo emociones encontradas “Me dolió la muerte de él, porque yo sabía que él no fue feliz. Lleno de dinero y sin poder disfrutar nada. Por otro lado, sentí alivio por la misma familia de él, por la sociedad. Trastocó todos los valores. El legado de él es muy malo”, dijo Jiménez.
Pese a todo recuerda algunos momentos, por ejemplo, su fotografía favorita es una que le tomó en 1989, en una fiesta. Donde Pablo tenía un licor que tenia hielo seco. “Pablo estaba pensativo, mirando hacia abajo. Así se quedó como 15 minutos. Estamos hablando de cuando llevaba cinco años en la clandestinidad. Ahí, él sabía que tenía pocas opciones, tenía todos los problemas del mundo”.
En la actualidad y pasado más de tres décadas de la muerte del capo, El Chino continúa trabajando en el barrio que es conocido por el nombre de Pablo Escobar, pero busca deconstruir los imaginarios que dejo la época del narcotráfico en Medellín.
“Hace diez años estaba prohibido hablar mal de Pablo Escobar por el agradecimiento hacia él. Pero hemos logrado generar debates y discusiones. Empezamos con los niños, porque si bien Pablo nos dio casas, fue un ser muy malo”, destacó y agregó “Lo más importante es cambiar la historia de Pablo Escobar. Queremos tener otro referente diferente al de hace 37 años. La idea es trasformar una nueva sociedad y generación. Aquí los niños dicen que no quieren ser como ese señor porque era muy malo”.
Fuente: Infobae