BUSCAR EN EVERGOL

Imagen

El estadounidense Anthony Brown es un respetado enfermero psiquiátrico y profesor universitario. Pero antes de eso, vivió más de 20 años como una persona sin hogar después de que huyó de su hogar para escapar de la violencia doméstica. Desafortunadamente terminó entregándose al alcohol y las drogas.

En una entrevista con el periodista Jo Fidgen, del programa de radio de la BBC Outlook, cuenta cómo su vida dio un giro increíble y hoy se dedica a ayudar a personas con problemas de salud mental y dependencia química.

Si encontraras al estadounidense Anthony Brown hoy, con traje y corbata, enseñando en la universidad o trabajando como enfermero psiquiátrico en una clínica en California, EE. UU., difícilmente podrías imaginar su trayectoria.

Para empezar, a los nueve años, encontró a su madre tirada en el suelo del salón con un disparo en la cabeza. 

“Yo vengo de una familia pobre, nos despertabamos en medio de la noche para robar del refrigerador, y una noche, por alguna razón, fuimos a la sala y encontramos a mi mamá ahí, tirada en el piso en un charco de sangre y materia gris. Mi memoria se borró, y lo siguiente que recuerdo es a ella con un vendaje en la cabeza y que nos habíamos mudado a otra ciudad", dice.

Sin embargo, este no sería el único evento traumático de su infancia. Anthony y sus hermanos vivían en el estado de Ohio, en un hogar algo disfuncional, marcado por la violencia doméstica y el alcoholismo de la madre, que crió sola a sus hijos.

"Era un hogar extremadamente abusivo", dice él, quien fue constantemente agredido físicamente. "Mi mamá nos golpeaba". 

Sin embargo, cree que hubo una buena intención detrás del castigo físico. "Sé que mi mamá se preocupaba por nosotros. Estoy seguro de que nos amaba porque estaba tratando de ayudarnos a convertirnos en mejores personas, estaba tratando de ponernos en la línea. Estaba tratando de descubrir cómo evitar robar, beber ...", dice Anthony, quien comenzó a beber alcohol y fumar marihuana a una edad temprana. 

Brown recuerda en detalle la peor paliza que recibió, que también acabaría siendo la última.

"Me acostó en la alfombra, puso su pie en mi cuello y luego me golpeó con un cable. Me pegaba, se cansaba, se fumaba un cigarrillo y me volvía a pegar", explica.

"Después de esa golpiza, cuando se cansó y fue a fumar su cigarrillo, me levanté y salí corriendo a la casa de una amiga, me escondí en el armario y pensé que estaba a salvo. Pero luego escuché un golpe en la puerta, la puerta del armario se abrió y allí estaba mi madre con el cable. Me quedé atrapado dentro del armario, no había ningún lugar a donde correr", recuerda.

Tras este episodio, a los 14 años, decidió huir de casa. Luego se fue a vivir a casas abandonadas. "Solía ​​recolectar cajas de madera para construir mis muebles, pero cuando llegó el invierno, tuve que romper los muebles y quemarlos en la chimenea para mantenerme caliente", recuerda.

En ese punto de su vida, Anthony decidió acompañar a un parque de atracciones, donde no solo trabajaba, sino que también vivía. Cuenta que durmió bajo la atracción de la que era responsable, conocida como la taza loca. "De día, operaba la atracción, de noche, dormía debajo. Era mi casa. Si alguien miraba allí, probablemente vería mi ropa, algo de comida vieja y otras cosas que tenía".

Dado que el parque de atracciones solo funcionaba durante el verano, en invierno, Anthony regresó a casa. Y, para su sorpresa, a la edad de 15 años, su madre lo alistó en la Marina. “Pero poco tiempo después me expulsaron, de hecho, recibí una baja honorable, y no sabía por qué. Solo después supe que habían descubierto la edad que tenía, mi madre había mentido a mi edad”, revela.

En los años siguientes, alternaría entre vivir en el parque de atracciones durante el verano y en casas abandonadas en el invierno. "En ese momento, a mi madre ya no le importaba. Incluso me dijo que no podía vivir así conmigo. Porque yo era un desastre. No creo que quisiera verme así."

A los 18 años, Anthony aceptó la invitación de un amigo para mudarse a Lynwood, California. Para tener algo de comer, buscaba en la basura de los restaurantes.

"Lo hice mucho. Los contenedores de hamburguesas son los mejores. Todo lo que tienes que hacer es sacar la lechuga y el tomate de la comida, que están un poco empapados después de un tiempo. Pero las drogas eran más importantes para mí, la mayoría de las veces no tenía apetito", dice.

Y para poder comprar drogas, empezó a venderlas. "Siempre hay alguien que quiere que vendas drogas. Y mientras devuelvas el dinero, te consiguen más drogas", explica.

Más tarde, consiguió un trabajo legítimo en la cocina de una cafetería. "Yo no tenía hogar, vivía en casas abandonadas y trabajaba en este lugar de comida rápida. Trabajando allí, no había escasez de comida, así que todo lo que recibía lo podía usar para comprar drogas", recuerda.

Anthony estaba siendo promovido internamente hasta que llegó a ser cajero de la cafetería; ahí fue cuando comenzó a robar dinero del establecimiento. Pero, antes de ser descubierto, dice que pidió un traslado a otro restaurante de la franquicia, donde se llevó muy bien con su nuevo jefe, que era consumidor de cocaína, e incluso lo ascendieron a gerente.

Esta vez, además de robar, Anthony comenzó a utilizar el establecimiento como punto de venta de estupefacientes. Pasó de ser un indigente a compartir una casa con su jefe, pero la sociedad no duró mucho, pronto sería acusado de robar drogas que estaban dentro de la casa.

"Me expulsaron de su casa y me despidieron al mismo tiempo. Pero ya había establecido mi punto de venta de drogas. Así que iba a las 2:00 am, 3:00 am, me paraba a la vuelta de la esquina y vendía drogas".

A partir de ese momento, Anthony empezó a tener problemas con la policía y acabó varias veces tras las rejas. Entre sus primeros períodos en la cárcel, recibió una llamada de su hermano diciendo que su madre se estaba muriendo de cáncer.

"En ese momento, había estado fuera de casa durante aproximadamente 12 años, sin ningún contacto con mi familia", dice.

Pero la noticia parece no haberle afectado. "En mi cabeza, a mi madre le habían disparado y había sobrevivido, así que cuando me dijo que se estaba muriendo, pensé, está bien, que pase lo que sea. Estuve bajo la influencia de las drogas todo el tiempo", agrega.

Después de esa llamada, hubo otras, incluida una de su propia madre. Pero Anthony permaneció impasible hasta que se enteró de la noticia de su fallecimiento, cuando decidió tomar un vuelo para asistir al velorio.

"Estaba tan intoxicado, tan drogado que realmente no sentí nada. Solo sabía que debía asistir al funeral de mi madre, y eso es lo que hice".

Dice que estaba anestesiado, incapaz de sentir ninguna emoción. "Recuerdo el ataúd, que era rosa, el velorio fue en su casa. Vi a mi madre un poco más oscura de lo que recordaba. Hacía frío, le toqué la cara. Y eso fue todo. Solo quería emborracharme, drogarme y volver a California".

Una vez de regreso en la costa oeste, Anthony sintió que no tenía nada que perder. "Después de la muerte de mi madre, nada más importó", dice.

Y entró en un círculo vicioso. "Me arrestaron y me liberaron. Me arrestaron y me liberaron. Siempre sucedió en la misma región, así que siempre fui arrestado por el mismo policía".

Y fue precisamente este policía el responsable del gran punto de inflexión de su vida. "Probablemente después de la cuarta vez que me arrestaron, el oficial de policía me arrestó de nuevo y me preguntó si quería ayuda. Le dije que sí. Y me presentó a una señora que tenía un centro de rehabilitación".

Anthony comenzó su viaje de recuperación, hasta que finalmente alcanzó la sobriedad en 1999.

"Mi vida se volvió completamente buena. Estaba feliz de despertarme por la mañana, estaba agradecido por las cosas, la vida era simplemente buena", dice.

Pasó las siguientes dos décadas estudiando: terminó la escuela secundaria y fue a la Universidad Estatal de California, Fullerton, donde se graduó en enfermería, la misma profesión que su madre.

Actualmente se dedica a brindar tratamiento especializado para personas con problemas de salud mental asociados con el abuso de drogas. "Cambiar mi vida desde el lugar en donde estaba, tomó tiempo y mucho trabajo. Pero una vez que encontré un grupo de personas que me apoyaron, el viaje fue mucho más fácil", dice.

"Entonces, si tengo que dar un consejo sobre el cambio, sepan que los cambios toman tiempo y requieren consistencia".

 

© 2017 Un Equipo Adelante, San Rafael de Alajuela, Comercial Udesa Sport. Todos los derechos reservados Los derechos de propiedad intelectual del web everardoherrera.com, su código fuente, diseño, estructura de navegación, bases de datos y los distintos elementos en él contenidos son titularidad de Un Equipo Adelante a quien corresponde el ejercicio exclusivo de los derechos de explotación de los mismos en cualquier forma y, en especial, los derechos de reproducción, distribución, comunicación pública y transformación. El acceso y utilización del sitio web everardoherrera.com que Un Equipo Adelante pone gratuitamente a disposición de los usuarios implica su aceptación sin reservas.