Luego de 13 años de investigación, la NASA finalmente confirmó que Encélado, una helada luna de Saturno, esconde un océano en su interior. Y eso no es todo: la agencia espacial también publicó impresionantes imágenes de su descubrimiento.
Los astrónomos estadounidenses han detallado que el informe está basado en el análisis de la información recopilada por una nave espacial conocida como Cassini.
Los datos obtenidos en todos estos años han permitido confirmar que Encélado tiene un enorme océano de agua bajo su suelo, pero no solo por las características de su polo sur (donde el suelo se había "recompuesto"): esto ocurre también en el norte del satélite.
"Ahora, gracias a estos ojos infrarrojos, se puede retroceder en el tiempo y decir que una gran región del hemisferio norte también parece joven y estuvo activa no hace mucho tiempo", dijo Gabriel Tobie, coautor de la investigación.
"Este resurgimiento en el norte puede deberse a chorros de hielo o a un movimiento más gradual del hielo a través de fracturas en la corteza, desde el subsuelo del océano hasta la superficie", agregó.
Otro dato interesante es que este hecho está relacionado con la llamada “franja de tigre”: un fenómeno que crea grietas en la superficie que esconden agua de un océano subterráneo que cada poco tiempo sale disparada hacia el espacio.
"Cassini reveló la dramática verdad: Encélado es una luna activa que esconde un océano global de agua salada líquida debajo de su corteza", expuso la NASA por medio de un comunidado.
"Los chorros de partículas heladas de ese océano, mezcladas con una infusión de agua y químicos orgánicos simples, brotan continuamente al espacio y el material sale disparado a unas 800 millas por hora, formando una columna que se extiende cientos de millas en el espacio", finaliza.
Este descubrimiento plantea un reto que desborda la capacidad tecnológica humana. Es difícil imaginar una misión espacial —robótica, pues Encélado está a 1.200 millones de kilómetros de la Tierra— capaz de alcanzar esta luna, posarse en ella, taladrar o derretir su sarcófago de hielo y llegar al océano. Una vez dentro, ¿cómo llegar al fondo y situar las chimeneas hidrotermales, analizar los compuestos que escupen y detectar en este entorno microbios similares a los que existen en la Tierra, si los hubiera? Y más aún, ¿cómo hacerlo sin contaminar el mar con formas de vida terrestres que hayan viajado en la sonda como polizones? Los responsables del trabajo son mucho más realistas y proponen enviar cuanto antes una nueva sonda orbital capaz de analizar en detalle la composición de las fumarolas que escupen los géiseres de Encélado y saber si contienen compuestos orgánicos.