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Hay varias maneras de reconocer a una figura de Hollywood como clásica. El perfil de sus proyectos, las características de su vida personal dentro de los sets y fuera de ellos, ciertos gustos, preferencias en materia de géneros y directores.

A sus 77 años, Harrison Ford es uno de los pocos nombres que hoy podemos ubicar en todos esos casilleros y completarlos sin dificultad.

 

Si hace falta una prueba más para demostrarlo allí está El llamado salvaje ( The Call of The Wild), su más reciente proyecto cinematográfico, cuyo estreno en la Argentina anuncia Buena Vista para este jueves 25 de febrero. Está basado en el libro más leído de Jack London, que en la Argentina llegó a varias generaciones a través de la histórica colección Robin Hood con el título de El llamado de la selva.

Pero esa "selva" en realidad alude a otro tipo de naturaleza, la que vivieron los buscadores de oro de comienzos del siglo XX en el Yukón canadiense. Una inhóspita región de inviernos largos, helados y crueles que sirve de escenario para que el actor que vivió su carrera en el cine de aventura en aventura (otra cualidad de los verdaderos clásicos) regrese a los primeros planos.

 

"Siempre pensé que esta historia tenía mucho para decir tanto sobre los humanos como sobre los animales", llegó a decir Ford en plena alfombra roja, previa al estreno mundial de la película en El Capitán, la histórica sala que conserva Disney en el corazón de Hollywood, frente al teatro en el que se celebra cada año la ceremonia del Oscar.

De hecho es Disney quien produjo esta nueva versión para el cine de la obra de London. Y desde el vamos Ford quiso tomar distancia de las versiones previas más recordadas, que protagonizaron Clark Gable, en 1935 (la película se estrenó en la Argentina como La ley de la sangre) y Charlton Heston, en 1982. No solo por mantener cierta identidad frente a sus pares ("Quería tener mi propia idea, independiente del resto", dijo el actor), sino porque esta remake de 2020 tiene como característica distintiva central la presencia protagónica de un gigantesco perro concebido cien por ciento por medio de efectos digitales (CGI).

Buck (así se llama el imponente can) es, como en la novela, el personaje central. Mezcla de San Bernardo y pastor escocés, vive una plácida existencia como mascota de un juez en un paraje californiano hasta que es robado por un jardinero que lo usa para pagar sus deudas de juego. Allí empieza un largo peregrinaje del perro hacia el norte, cautivo de sucesivos dueños que lo maltratan, hasta que termina integrando un equipo canino que arrastra un trineo de correos entre Canadá y Alaska. Allí se cruzará con John Thornton, el personaje de Ford, un hombre de larga barba blanca huraño y desengañado, convertido a la fuerza en buscador de oro, con quien compartirá el viaje central de esta aventura.

 

Las características de Buck son las mismas que tiene la mascota de la familia de Chris Sanders, director de la película. Pero a Ford nunca le tocó interactuar con un perro de verdad, sino con el actor Terry Notary, que lo interpreta. Notary se encargó de hacer los movimientos caninos capturados por las herramientas digitales que luego, en pantalla, lo transformaron en un animal. "Acariciarle la cabeza a Terry como si fuese un perro fue lo de menos. Imagínense el momento en que me tocó rascarle la panza", bromeó Ford sobre su compañero de rodaje, que además lo tenía como ídolo indiscutido de su vida desde que lo vio cuando tenía ocho años en uno de los episodios iniciales de Star Wars.

A Ford no parece preocuparle demasiado el hecho de aparecer en pantalla siempre un poco más atrás del lugar central del relato. Le viene ocurriendo en la última década casi sin excepción y a pesar de ello nunca perdió el lugar indiscutido de estrella que tiene ganado desde hace muchísimo tiempo. Podría decirse, con algunas excepciones como Cowboys vs. Aliens, que su último e indiscutido gran papel protagónico fue el de la cuarta aventura de Indiana Jones, en 2008. A partir de allí, todas sus apariciones en el cine fueron relevantes, pero siempre instaladas bajo el cartel de "gran participación especial".

Así ocurrió con su regreso al glorioso personaje de Han Solo en el Episodio VIII de Star Wars ( El despertar de la fuerza, 2015) y de su segunda aparición como Rick Deckard en la fallida secuela de Blade Runner estrenada dos años después. Los otros trabajos recientes que entregó en el cine ( El secreto de Adaline, El juego de Ender, Paranoia) tuvieron similares características y lo mismo podría decirse de su primer trabajo como actor de voz en la segunda parte de La vida secreta de las mascotas. Hay más de una sutil conexión entre el imponente perro de granja al que Ford hace hablar en ese film animado y El llamado salvaje, una película en la que personajes de carne y hueso conviven con animales digitales que se mueven como si estuvieran dentro de un dibujo animado. De hecho esta es la primera película con actores que dirige Sanders, cuya filmografía incluye títulos como Lilo y Stitch, Los Croods y el comienzo de la trilogía de Cómo entrenar a tu dragón, todos ellos éxitos animados.

Ford no se siente incómodo con el nuevo lugar que le toca ocupar. "Ya no necesito más ser el protagonista de la historia. Me alcanza con demostrar que los personajes que hago son tan atractivos e interesantes como cuando aparecieron por primera vez. Va a ser suficiente si no me hago el tonto", dice.

Tampoco le molesta, pese a su reconocido bajo perfil y al poco interés que tiene de participar de las rutinas de Hollywood y de verse obligado a opinar casi sobre cualquier tema por su condición de estrella, salir de la manera más destemplada y cruda a criticar al presidente Donald Trump después de que su administración propuso una reducción sensible del presupuesto federal para programas ambientales. "En noviembre debemos elegir a alguien que merezca el nombre de presidente de Estados Unidos y haga respetar ese cargo. Hoy la persona que ocupa ese lugar vive haciendo el ridículo y ni siquiera cree en la ciencia", dijo Ford en la antesala del estreno de El llamado salvaje, una película que desde su mirada levanta una bandera muy precisa en la defensa del cuidado de la naturaleza. Fue más lejos todavía, al calificar con su clásica sonrisa sardónica a Trump como "hijo de p.." al visitar el late night show de Jimmy Kimmel, en plena campaña promocional del film.

 

Mientras tanto, Ford se prepara para regresar a otro viejo amor. En cuentagotas viene anticipando el retorno de Indiana Jones y reveló que "en un par de meses" empezará el rodaje de la quinta aventura del personaje creado por George Lucas y al que dio vida desde la pantalla Steven Spielberg en cuatro películas muy celebradas. Después de varias demoras, postergaciones y cambios respecto del proyecto original, la película tiene previsto hasta ahora su estreno mundial el 9 de julio de 2021.

Nadie quiere decir demasiado sobre la trama, y mucho menos Ford, que se limitó a decir: "Lo que veremos es que parte de la historia personal de Indiana Jones quedará develada y resuelta en esta próxima aventura". Hace unos meses, Kathleen Kennedy (máxima autoridad de LucasFilm) dijo muy convencida que la nueva película es una continuación hecha y derecha de lo que ocurrió hasta ahora y no un nuevo comienzo (reboot). Spielberg volverá a dirigirla una vez concluidos sus compromisos con la remake de Amor sin barreras (que se estrena a fines de este año) y el guión sería de Jonathan Kasdan, uno de los hijos del guionista original Lawrence Kasdan, junto a David Koepp.

Kennedy avaló a Ford cuando dijo que Indiana Jones se termina cuando el actor diga basta. Esto quiere decir dos cosas: que el personaje jamás tendrá otro rostro y que la quinta aventura de su dueño original muy probablemente no sea la última. No importa que Harrison Ford cumpla 78 años el 13 de julio próximo, porque de todas las figuras actuales de Hollywood con su trayectoria sin dudas es una de las que mejor envejece. ¿Tendremos en el futuro un Indiana Jones octogenario? En manos de un clásico como Ford todo es posible.

El llamado salvaje quedará en la historia de Hollywood por un detalle que no pasará inadvertido. Es el primer largometraje que se abre con el tradicional logo de 20th Century Fox (las letras sobre una plataforma iluminada con reflectores, una inconfundible fanfarria musical de fondo que empieza con un redoble de tambores), pero sin la palabra "Fox" en el logo. Se trata de una decisión empresaria que apunta a marcar una diferencia entre todo lo que posee Disney, luego de la adquisición de los estudios Fox en 2019, de aquello que sus anteriores dueños (la familia Murdoch) conservan todavía con ese nombre. Por eso, esta película es la primera de 20th Century Studios.

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