Miles y miles de costarricenses peregrinan todos los años al santuario de la Virgen de Los Ángeles , que celebra su día el 2 de agosto , es una manifestación de fe extraordinaria .
Madre mía, intercesora nuestra.
Esta romería fue un acto de profundo agradecimiento por tu guía, tu amparo constante y tu silenciosa pero poderosa intercesión. Mi fe hacia ti es absoluta. Por eso, el nombre de mi hijo, Mariano, lleva su significado con orgullo: devoto de la Virgen María.
El camino hacia tu casa estremece el alma. Se respira una fe viva, sincera, entregada. Tus fieles caminan no solo por ellos mismos, sino por otros: con fotos en la mano, con camisas de empresa, con nombres escritos en el corazón. Vi padres pidiendo por sus hijos, ancianos avanzando con dolor, jóvenes caminando con esperanza. Cada paso, una súplica. Cada lágrima, una oración.
El paso de rodillas a tu altar, a mi lado una mujer sollozaba con un dolor que no comprendí, pero que sentí muy profundo. En ese instante, mis propias preocupaciones se volvieron pequeñas, casi desaparecieron. Y ratifiqué que mi oración no era solo por mí. Era por ella, por mi familia, y por todos los que claman al cielo abonados en una profunda fe.
La romería no se mide en kilómetros. No importa si llegás a pie, de rodillas, o si no podés ir físicamente. Lo verdaderamente importante es la fe que se despierta, la reflexión que brota del alma y el agradecimiento sincero a Dios, por su infinita misericordia, y a vos, Madre querida, por no soltarnos nunca la mano.