Algunas historias de fútbol trascienden los títulos, las canchas y los reflectores. Se convierten en recuerdos imborrables que hablan de humanidad, de palabra y de vínculos que el tiempo no puede romper. Así es la historia que el exfutbolista Jair Pereira guarda con profundo cariño: la historia de una moto… y de una promesa.
Todo comenzó con una conversación casual, un día cualquiera. Pereira, por entonces defensor de las Chivas de Guadalajara, no pudo evitar admirar la costosa Ducati que su jefe, Jorge Vergara, tenía en su poder.
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“Recuerdo que cuando la vi por primera vez, me acerqué y le dije: ‘Patrón, qué buena moto’. Él, como siempre muy amable, me preguntó: ‘¿Te gustan las motos o qué?’ Le dije que sí, que me encantaban, y me contestó: ‘Súbete, ve a dar una vuelta’”, rememora Pereira, con nostalgia en la voz.
Aquella breve charla fue más que una anécdota. Vergara, visionario empresario y dueño de Chivas, quiso saber más. Al enterarse de que Jair había trabajado entregando pizzas en Irapuato, manejando motos para ganarse la vida, le lanzó una frase inesperada, pero firme: “Si somos campeones, te la regalo”, le dijo con una sonrisa.
Pasaron los meses. Chivas conquistó la Copa MX en 2015 y Pereira, entusiasmado, fue a reclamar su promesa. Pero Vergara, entre risas, fue claro: “No, no… de copa no, de liga”.
“Le contesté que así estaba difícil… y nos reímos los dos. Él siempre tenía ese toque de cercanía, de humor. Pero yo sabía que hablaba en serio”, recuerda el defensor.
Y la oportunidad llegó. En la antesala de la final contra Tigres, días antes de uno de los partidos más importantes para el club, Vergara se le acercó y le dijo, sin rodeos: “Todavía sigue en pie la oferta, ¿eh?”
Chivas se coronó campeón del torneo Clausura 2017. Pereira, entre la emoción del título y la incredulidad de la promesa cumplida, vivió uno de los momentos más impactantes de su carrera.
“Cuando subió al podio, me abrazó fuerte y me dijo: ‘¡Te ganaste tu moto, campeón!’ Fue un gesto que jamás voy a olvidar. Más allá del objeto, era su palabra. Era él”.
Una semana después, Pereira recibió una llamada inesperada.
“Me pregunta qué estaba haciendo. Le dije que arreglando mis cosas porque me iba de vacaciones. Me pidió mi ubicación. Se la mandé. A los 30 minutos me hablaron de la caseta y me dijeron que venía un señor en moto con dos camionetas atrás. Les pregunté quién era y me dijeron: ‘Jorge Vergara’. Les dije: ‘¡Pásenlo!’”.
Vergara llegó montado en la Ducati. Se bajó, entregó los papeles a Pereira y, con la sencillez que lo caracterizaba, dijo: “Lo prometido es deuda”. Luego se subió a la camioneta… y se fue.
Hoy, esa moto descansa en el hogar de Jair Pereira. No como una reliquia de lujo, sino como una pieza con valor emocional incalculable.
“Desde que falleció, me han ofrecido dinero por esa moto, incluso cantidades grandes, pero no está en venta ni lo estará nunca. Esa moto no tiene precio. No es por el valor material, es por el valor humano. Jorge no solo era mi jefe: era una gran persona, siempre preguntaba por tu familia, te escuchaba… era un ser humano excepcional”.
El recuerdo de Jorge Vergara permanece vivo no solo en Pereira, sino también en el fútbol tico. Como propietario del Deportivo Saprissa entre 2003 y 2011, dejó una huella imborrable. Modernizó el club, lo llevó a ganar seis títulos nacionales y lo catapultó al podio mundial en el Mundial de Clubes 2005, donde Saprissa fue tercero del mundo.
Hoy, en cada curva que no da con esa Ducati, Pereira lleva con él el recuerdo de un hombre que enseñó que cumplir la palabra dada es más importante que cualquier trofeo. Porque, a veces, el mayor legado de un líder no está en los títulos, sino en la forma en que toca la vida de los demás.
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