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El escritor peruano Mario Vargas Llosa falleció el domingo 13 de abril en Lima a los 89 años, según informaron sus hijos en un comunicado.

Ganador del premio Nobel de Literatura en 2010, Vargas Llosa fue el autor de obras cumbre de la literatura latinoamericana, como "La fiesta del Chivo", "Conversación en La Catedral" o "La ciudad y los perros".

"Su partida entristecerá a sus parientes, a sus amigos y a sus lectores, pero esperamos que encuentren consuelo, como nosotros, en el hecho de que gozó de una vida larga, múltiple y fructífera, y deja detrás suyo una obra que lo sobrevivirá", señalaron en su comunicado los hijos del escritor, Álvaro, Gonzalo y Morgana.

"Procederemos en las próximas horas y días de acuerdo con sus instrucciones. No tendrá lugar ninguna ceremonia pública. Nuestra madre, nuestros hijos y nosotros mismos confiamos en tener el espacio y la privacidad para despedirlo en familia y en compañía de amigos cercanos. Sus restos, como era su voluntad, serán incinerados", agregaron.

El Diario El Comercio de Perú hizo la siguiente reseña de Vargas Llosa: 

Los inicios del "escribidor"

Mario Vargas Llosa nació en Arequipa el 28 de marzo de 1936, único hijo de la pareja compuesta por Ernesto Vargas Maldonado y Dora Llosa Ureta. Un año después ambos se separan y la madre se muda a Bolivia, donde vive con el futuro escritor y su familia materna hasta cumplir los nueve años de edad. “Siempre me he sentido arequipeño, aunque no he vivido nunca en Arequipa desde que salí de ella de niño”, contará a los 77 años, en marco de la donación de su biblioteca a la Ciudad Blanca.

Es en la ciudad de Cochabamba donde aprendió a leer como alumno del colegio La Salle, algo que atribuye al hermano Justiniano; por esas épocas leyó “20.000 leguas de viaje submarino” del francés Julio Verne, así como “El árabe” de Edith Maude Hull, y también “Veinte poemas de amor y una canción desesperada” de Pablo Neruda, aunque a escondidas (su madre le tenía prohibido tocar ese libro, reveló el autor el 2020 en una de sus columnas “Piedra de toque”). Tras su estancia en Cochabamba volvió al Perú, a Piura, donde continuó sus estudios en el Colegio Salesiano. En esta ciudad, en “los últimos días de 1946 o los primeros de 1947”, es donde conoció a su padre, al que creía muerto y que acababa de reconciliarse con su madre.

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La relación con su padre fue tirante; Ernesto Vargas era un hombre duro, inflexible y de arrebatos violentos. Al vivir bajo el mismo techo, el futuro escritor conoció el miedo. “Yo sentía pánico. Me temblaban las piernas. Quería volverme chiquito, desaparecer. Y, cuando, sobreexcitado con su propia rabia, se lanzaba a veces contra mi madre, a golpearla, yo quería morirme de verdad, porque incluso la muerte me parecía preferible al miedo que sentía. A mí me pegaba también”, dijo en su autobiografía “El pez en el agua”. Sus padres se pelearán y reconciliarán numerosas veces a lo largo de la adolescencia del escritor. Dora no dejará a Ernesto, del que depende económicamente, y Ernesto no dejará sus conductas.

Se mudó a Lima, donde estudió en el colegio La Salle el sexto de primaria y el primero y segundo de secundaria. En 1948 un sacerdote de este colegio le hizo tocamientos indebidos; Vargas Llosa atribuyó a este abuso el por qué se alejó de la vida religiosa que le inculcó su madre, una mujer católica. Pasarán 45 años antes de que haga públicos los tocamientos que el hermano Leoncio, con “un hilito de baba en su boca”, le hizo en la bragueta. "Diario El Comercio. Todos los derechos reservados."

En 1950 su padre, obsesionado con reforzarle la masculinidad, lo hizo entrar al Colegio Militar Leoncio Prado del Callao, provincia constitucional vecina de Lima. Estudiar allí fue un sufrimiento, empezando con el llamado “bautizo”, abuso físico y sexual disfrazado de rito de pasaje ejercido por los alumnos de años superiores; a pesar del martirio el escritor considera que su paso por esta institución fue más positivo que negativo, en esos claustros leyó completa la saga de los Mosqueteros de Alejandro Dumas, además de empezar a desarrollar su vocación de escritor.

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Víctor Flores, su compañero de camarote, le conseguía clientes entre las filas de cadetes que estaban dispuestos a pagar por cartas de amor para las enamoradas que, a causa del rigor del internado, no podían ver. Cada carta se hacía con información proporcionada por el interesado, insumo vital para que el futuro nobel se ponga a trabajar. “Como los cadetes llevaban fotos en blanco y negro, yo les pedía que me precisen los colores, por ejemplo, de los ojos o del pelo, y yo con esos datos iba donde Mario”, contó Flores en 2001, en entrevista con El Comercio. Pero no solo escribió y vendió cartas, sino “novelitas eróticas” que tuvieron más demanda. Estas anécdotas alimentaron la primera novela del escritor, “La Ciudad y los Perros” (1963). “Con historias de sexo me convertí en escritor profesional”, contará en 2001, en entrevista con Playboy.

El verano de 1952 lo pasó trabajando en el diario La Crónica, donde entró por recomendación de su padre al director. Allí escribió crónica roja, sobre víctimas y victimarios, y vio por primera vez un cadáver. También hizo vida bohemia, algo que perturbó a su padre, quien terminó sacándolo del periódico para que no se eche a perder. “A pesar de sus quince años no se comportaba como un novato, era muy observador”, declaró a este Diario Carlos Ney Barrionuevo, compañero de trabajo. Su último año de secundaria lo hizo en el colegio San Miguel de Piura, mientras vivía en casa de su tío Luis Llosa Ureta, padre del director de cine Luis Llosa Urquidi. Las notas de su último año de secundaria muestran a un alumno bueno en Literatura, malo en Educación Física, curso que aprobó a duras penas.

En 1952 compaginó sus estudios escolares con trabajo en el diario La Industria de Piura; también acabó la obra de teatro “La huida del inca”, que presentó en el Teatro Variedades. En esta época además conoció por dentro la Casa Verde, prostíbulo piurano que serviría de inspiración para su segunda novela, “La Casa Verde” (1966). “[Era] una cosa, muy, muy extraña; era una sola habitación muy grande con puertas alrededor y había una orquesta compuesta por tres individuos, un arpista medio ciego y muy viejo, un guitarrista que además era el cantante y un hombre muy musculoso que tocaba el tambor y los platillos... Y esos tres personajes los he dejado en la novela con los nombres que tenían en Piura”, relatará Vargas Llosa en entrevista con la escritora mexicana Elena Poniatowska.

Su encuentro con el mundo

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En 1953 ingresó a la Universidad Nacional Mayor de San Marcos como estudiante de Letras y Derecho, donde empezó su militancia comunista en el movimiento Cahuide. Dos años después ya trabajaba como asistente del historiador Raúl Porras Barrenechea cuando contrajo matrimonio con su tía, la boliviana Julia Urquidi, que se había mudado a Lima tras el divorcio de su primer marido. La boda, desarrollada contra los deseos de sus padres, inspiró la novela “La tía Julia y el escribidor” (1977).

En los años posteriores el escritor se hizo de varios “cachuelos”, trabajos pequeños que le servían para mantener su matrimonio, incluyendo escriba de noticias en Radio Panamericana, autor de un libro para la Universidad Católica, colaborador para el suplemento El Dominical de El Comercio, etc. Precisamente en 1957 este diario reportó su victoria en un concurso de cuentos organizado por la Alianza Francesa, ganando un viaje a Paris por 15 días, primero de los muchos encuentros que tendría con el mundo francófono.

En 1959 publicó en Lima “Los jefes”, colección de cuentos entre los cuales estaba “El abuelo”, publicado originalmente en 1956 por el suplemento El Dominical de El Comercio. “El fragor de combate que poseen las historias del volumen de Vargas Llosa no ensordece esa vibración delicada, sutil, viva, que constituye en ellas la vigencia del amor limpio que sus personajes manifiestan por la existencia”, dijo por aquel entonces el escritor peruano Sebastián Salazar Bondy, amigo suyo, sobre el libro. En el texto aparece por primera vez el personaje de Lituma, guardia civil que estará presente en varias obras a lo largo de su carrera literaria. "Diario El Comercio. Todos los derechos reservados."

En 1960 el escritor se mudó a Paris, donde seguiría su trabajo como escritor, con dificultades, aunque siempre acompañado de Julia Urquidi, quien hacía las labores domésticas para que Mario haga lo único que sabía: teclear en su máquina de escribir. Fue en París donde frecuentó a otros escritores de su generación, a Gabriel García Márquez (“Cien años de soledad”) y Julio Cortázar (“Rayuela”); dos de los literatos del llamado ‘Boom Latinoamericano’, nombre que se le dio al grupo de escritores de América Latina que destacaron en esta década.

Vargas Llosa fue reconocido con el premio Biblioteca Breve por “La ciudad y los perros” (1963), novela que le abriría las puertas a la fama y que recreó, con elementos ficcionados, la vida de tres cadetes del Colegio Militar Leoncio Prado enamorados de la misma mujer. La novela no sentó bien en el colegio. “El libro no tiene otra importancia que la económica para su creador”, dijo entonces Armando Artola, director del colegio. El mismo escritor revelará en 1965 que hubo un “auto de fe” en el colegio en el que se quemaron ejemplares de la novela.

En 1964 se divorció de Julia Urquidi; el abogado boliviano Mario Salinas, quien lo ayudó a divorciarse, dijo que el escritor jamás le pagó sus honorarios (años después incluso se los cobró en persona). Un año después se casó con Patricia Llosa Urquidi.

Con “La Casa Verde” (1966) ganó el premio Rómulo Gallegos. “Es una novela que casi me ha disgustado de la literatura y casi de la vida porque he padecido lo indecible escribiéndola”, dijo el escritor. Ese mismo año nació su primer hijo, Álvaro Vargas Llosa, que también será escritor.

Mario Vargas Llosa continuó escarbando en sus anécdotas personales y así publicó “Conversación en La Catedral” (1969), que debe su título al bar de la avenida Alfonso Ugarte donde departía con sus colegas de La Crónica. La novela famosa por una de sus primeras frases (“¿En qué momento se había jodido el Perú?”), compaginó también su experiencia como estudiante de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y la represión de la dictadura de Manuel Odría, representada por el personaje de Cayo Bermúdez.

Por estas épocas Vargas Llosa era simpatizante socialista, algo que cambiará con los años. “Creo que la solución para los problemas terribles que vive América Latina sólo puede ser de carácter socialista”, dijo en entrevista con este Diario. Aun así, dejaba en claro su oposición a los dogmas y su lucha a favor de la libertad. “Estoy también, resueltamente, con aquellos que luchan por descongelar el marxismo”. "Diario El Comercio. Todos los derechos reservados."

Consolidación como escritor

En 1971 renunció a la Casa de las Américas de La Habana por el trato del régimen cubano al poeta Heberto Padilla. En 1972 criticó al régimen militar del Perú por los atropellos a la libertad de prensa y la censura de películas; también señaló algunos aspectos positivos del gobierno. En 1974, días antes de la toma de los diarios por el gobierno, alertó de los peligros que esto representaría: “si los diarios son intervenidos ―cualquiera que sea la forma que adopte la intervención― corremos el peligro de que, en un período corto o largo, toda la prensa adopte el carácter uniforme, incondicional y meramente propagandístico que tiene en los países socialistas”, dijo. Para 1975 dirá que la Revolución Peruana está “divorciada ya de las grandes masas y apartada de la realidad”.

Con “Pantaleón y las visitadoras” (1973) hace una pausa a las novelas inspiradas en su vida y transforma una anécdota real, donde el Ejército Peruano contrató a prostitutas para sus soldados en la selva. Dos años después Vargas Llosa dirigirá una adaptación al cine del libro, protagonizada por el español José Sacristán (Pantaleón) y la peruana Camucha Negrete (la Brasileña); en 1999 habrá otra versión, éxito en la taquilla, esta vez dirigida por Francisco Lombardi.

En 1975 es integrado como miembro de la Academia Peruana de la Lengua. En 1976, es noticia en América Latina y España el puñetazo que Vargas Llosa le dio a Gabriel García Márquez en la Ciudad de México, tumbándolo. Un ojo morado después, y sin una explicación por ninguna de las partes afectadas (ni en ese momento ni en décadas posteriores), terminó una amistad de más de una década, forjada en Europa, y que incluso había motivado al peruano a escribir un libro sobre su colega (“García Márquez: historia de un deicidio”, 1971).

Con “La tía Julia y el escribidor” (1977) volvió a tomar elementos de su vida personal para narrar. El escritor dijo, no obstante, que esta no es una historia real. El personaje se llama como él, tiene los mismos amigos y familiares, la misma esposa que también es su tía, pero sus circunstancias han sido transformadas, incluyendo el añadido de Pedro Camacho, prolífico autor de radioteatros al que se le cruzan las tramas en la cabeza y sufre una crisis emocional. En 1983, Julia Urquidi lanzará su propia versión de los hechos con “Lo que Varguitas no dijo”.

En 1978 también Mario Vargas Llosa publica en Francia “La orgía perpetua”, ensayo donde explica su fascinación por Gustave Flaubert, tal vez el escritor que más lo influenció. “Nos encontramos frente a un guía perfecto, novedoso y personal que nos sitúa de lleno en la literatura y que nos permite comprender mejor lo que hace la diferencia entre una mala novela y una novela de Flaubert”, dijo entonces la revista francesa Le Point sobre el libro, que fue un paso para su establecimiento como uno de los mayores defensores de la cultura francófona en idioma español. "Diario El Comercio. Todos los derechos reservados."

Un hombre político

“Todo lo que he escrito de ficción está vinculado al Perú a pesar de que he vivido fuera de mi país muchos años. (…) El tipo de novela que yo hago exige una experiencia directa de la realidad que se describe”, contó en 1979 en una entrevista desde Rusia. Esto cambiará con la publicación de “La guerra del fin del mundo” (1981), que cuenta la Rebelión de los Canudos en el Brasil del siglo XIX. “Uno nunca premedita lo que va a escribir. No me imaginé cuando empecé a escribir esta novela que iba a tomar estas dimensiones”, dijo a El Comercio, sobre la que entonces fue su novela más extensa. También en 1981 debutó como presentador de televisión con el programa “La Torre de Babel” por Panamericana (canal 5), donde entrevistó a diversas personalidades de la cultura, entre ellas la novelista española Corín Tellado y el cuentista argentino Jorge Luis Borges.

En 1982 Vargas Llosa marca distancia de las dictaduras, mencionando a Augusto Pinochet (Chile) y a Fidel Castro (Cuba), “a quien me acerqué en los primeros tiempos”, dijo desde Roma. Ese mismo año habló sobre los peligros de la fama, así como de uno de sus mayores temores: “Si en algún momento quedara privado de mi capacidad intelectual realmente sería peor que quitarme la vida. Las cosas que escribo son mi manera de vivir. Temo al apolillamiento”, dijo.

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En 1983 fue nombrado integrante de una comisión del gobierno para investigar la masacre de Uchuraccay (Huanta, Ayacucho), donde ocho periodistas y su guía fueron asesinados. La conclusión del informe indicó que los comuneros fueron responsables de las muertes. “Estoy convencido de que las conclusiones del informe son justas, con las precisiones que he señalado, y lo seguiré estando mientras no aparezcan evidencias que demuestren algo distinto”, dijo ese mismo año. "Diario El Comercio. Todos los derechos reservados."

En 1984 publica “Historia de Mayta”, novela que es la reconstrucción de la vida de un trostkista responsable de una intentona revolucionaria que sale mal. “Yo no escribo para demostrar algo. Pero sí creo que en esos libros hay una mayor reflexión de tipo social y político y una menor ingenuidad que en mis primeras novelas”, dijo sobre su proceso literario en estas épocas.

En 1985 el escritor fue doblemente distinguido. En abril recibió la Medalla de Honor en grado de Oficial del gobierno francés. También en Francia se le dio el premio literario Hemingway, cuya dotación de 50.000 dólares donó a la construcción de un hospicio en la ciudad de Ayacucho. Ese mismo año publicó una serie de artículos periodísticos sobre la realidad nicaragüense en El Comercio, titulados “Nicaragua en la encrucijada”.

Los siguientes tres años se vieron marcados por la publicación seguida de tres novelas: “¿Quién mató a Palomino Molero?” (1986), “El hablador” (1987) y ”Elogio a la madrastra” (1988). También lanzó “La Chunga”, obra de teatro derivada de “La Casa Verde”. El año 1988 también marca su ingreso definitivo en política, al ser lanzado como candidato presidencial del Frente democrático (Fredemo); un año antes había declarado no tener aspiraciones políticas.

“La violencia no ha nacido en las barriadas pobres del Perú. Ha nacido en las universidades y en los sindicatos”, declaró el escritor en entrevista con la revista Newsweek. También dijo, en una conferencia desde el Banco Mundial con sede en Washington, que el grupo terrorista Sendero Luminoso cometió “grandes crímenes en nombre de un extravagante maoísmo”.

En enero de 1989 dos terroristas intentaron matarlo con cartuchos de dinamita en la ciudad de Pucallpa; el escritor salió ileso del fallido atentado. Ese mismo año, en diciembre, hubo otro intento de atentado, esta vez contra su domicilio; el escritor responsabilizó de estos últimos hechos al comando paramilitar de filiación aprista Rodrigo Franco.

En 1990 lideró las votaciones en la primera vuelta, pasando a segunda enfrentándose al entonces desconocido Alberto Fujimori del movimiento Cambio 90. En ese marco, pidió a su rival no avivar las divisiones entre los peruanos. No se hizo con la victoria en la segunda vuelta. A finales de ese año dijo estar desilusionado de la política. “[Descubrí que] es muy difícil tener éxito en política, si uno no está dispuesto a utilizar ese tipo de..., no diré de maquiavelismo, porque sería injusto con Maquiavelo, diría ética maquiavélica”.

Mario Vargas Llosa perdió las elecciones y, durante toda la década de los 90, fue un férreo opositor al régimen autoritario del presidente. Tras el autogolpe del 5 de abril de 1992, el novelista pidió los países cortar relaciones con el Perú. “En nombre de la cultura de la libertad, exhorto a todos los gobiernos democráticos a cortar todas las relaciones con el ilegítimo gobierno [de Alberto Fujimori] y a hacerlo sentir el repudio de la comunidad”, dijo en un artículo publicado en el diario El País de España.

El gobierno de Fujimori desató una campaña contra el escritor, cuestionando su peruanidad, tras haber recibido la nacionalidad española en 1993. Ese mismo año el escritor denunció que correspondencia suya, enviada desde Berlín, Alemania, hasta su casa en Lima, se extravió.

Tras la derrota en las elecciones Vargas Llosa continuó con su trabajo literario. En 1993 ganó el Premio Planeta por su novela “Historia de Mayta”, que trajo de regreso al Cabo Lituma. En 1994 recibió el Premio de Literatura Miguel de Cervantes “por sus reconocidos méritos en la creación literaria”, el que calificó de “un gran honor, el máximo galardón para un escritor en lengua castellana”. En 1997 publicó “Los cuadernos de don Rigoberto”, que marcó su paso a la editorial Alfaguara. Ese mismo año recibió un doctorado honoris causa por parte de la Universidad de Lima; como relata Pedro Cateriano en el libro “Vargas Llosa, su otra gran pasión” (2025), este reconocimiento no sentó bien al régimen de Fujimori.

“Hay quienes eligen simplemente vivir en la fantasía y desconectarse de la realidad; pero para mí, esa no es la condición ideal. El mundo real, tangible, me parece que tiene extraordinarios atractivos, no tengo ninguna gana de abandonarlo. Al mismo tiempo, creo que ese mundo se enriquece extraordinariamente gracias a la ficción, si introducimos los fantasmas de nuestra imaginación”, dijo en 1997, a manera de comentario sobre su vínculo tan fuerte al mundo real en su literatura. "Diario El Comercio. Todos los derechos reservados."

El premio que se hizo esperar

Este Diario tiene registro de que, al menos desde 1995, Mario Vargas Llosa fue propuesto para recibir el Premio Nobel de Literatura. Ese año la Asociación Nacional de Escritores y Artistas, ANEA, se dirigió al presidente del Comité Nobel de la Academia Sueca, presentando al peruano como candidato.

La década del 2000 había sido bastante activa para el escritor peruano. Publicó “La fiesta del Chivo” (2000), inspirada en la dictadura del dominicano Rafael Trujillo; “El Paraíso en la otra esquina” (2003), sobre Flora Tristán y Paul Gauguin; y “Travesuras de la niña mala” (2006), una historia de romance. Semanas antes de publicar “El sueño del celta” (2010), basada en la vida de Roger Casement, recibió la noticia mientras estaba en Nueva York: la Academia Sueca lo iba a anunciar como ganador del Premio Nobel de Literatura. En un principio recibió el mensaje con incredulidad; poco a poco se hizo a la idea de que no era una mala pasada.

“Creo que la función más importante de la literatura es enriquecer nuestras experiencias con historias imaginarias que den mayor profundidad a nuestras ideas, enriquezcan nuestra sensibilidad y aumenten nuestro desasosiego y actitud crítica frente al mundo tal como lo vemos”, dijo el escritor ya en Estocolmo, días antes de recibir el premio.

No fueron sus únicas palabras en torno al Premio Nobel. Ya es historia su discurso de aceptación, donde tuvo palabras elogiosas para Patricia Llosa.

“Ella hace todo y todo lo hace bien. Resuelve los problemas, administra la economía, pone orden en el caos, mantiene a raya a los periodistas y a los intrusos, defiende mi tiempo, decide las citas y los viajes, hace y deshace las maletas, y es tan generosa que, hasta cuando cree que me riñe, me hace el mejor de los elogios: ‘Mario, para lo único que tú sirves es para escribir’”.

También estuvieron las palabras que dijo en el banquete oficial de Estocolmo: “Érase una vez un niño que a los cinco años aprendió a leer. Eso le cambió la vida. Gracias a los libros de aventuras que leía, descubrió una manera de escapar de la pobre casa, del pobre país y de la pobre realidad en que vivía, y de trasladarse a lugares maravillosos, es pléndidos, conseres bellísimos y cosas sorprendentes donde cada día, cada noche, significaba una manera más intensa, aventurera y novedosa de gozar”. "Diario El Comercio. Todos los derechos reservados."

Los años posteriores al Nobel también estuvieron marcados por más novelas publicadas, por sus mediáticas posiciones políticas (apoyó a uno u otro candidato presidencial peruano), así por su separación de Patricia Llosa. El Nobel radicó más en España, donde estuvo cerca de su pareja Isabel Preysler. Eventualmente la relación terminó y el escritor volvió a Lima junto a su familia. Su última novela fue “Le dedico mi silencio”, dedicada a Patricia Llosa, que nunca dejó de ser su esposa.

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Fuente: Diario El Comercio Perú

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