Buscar en Google:

"Babe, el cerdito valiente": la historia detrás de un éxito sorprendente

En un corral oscuro, un pequeño cerdo es separado de su camada para convertirse en una atracción de feria ganadera, mientras su madre y otros cerdos son llevados al matadero. 

Así comienza "Babe, el cerdito valiente", una película de 1995 que Universal Pictures inicialmente rechazó promocionar por considerarla "demasiado oscura" para el público infantil. Sin embargo, lo que parecía ser una apuesta arriesgada resultó ser un éxito sorprendente.

Con una inversión de 30 millones de dólares en tres años de producción, la película dirigida por George Miller, creador de la famosa saga "Mad Max", enfrentaba un estreno competitivo y críticas mixtas. Sin embargo, los primeros visionados dejaron boquiabiertos a los periodistas, quienes elogiaron la película efusivamente. Pronto, "Babe" cautivó al público de todas las edades y recaudó 254 millones de dólares en todo el mundo, recibiendo siete nominaciones al Oscar.

  

El actor James Cromwell, quien interpretó a Arthur Hoggett en la película, señaló que "Babe" no era simplemente una historia para niños, sino una serie de parábolas para adultos con un atractivo universal. Más allá de la aparente trama sobre un cerdito adorable que sueña con ser pastor de ovejas, la película ofrece una crítica mordaz a las jerarquías sociales, el poder opresivo y el statu quo, en un estilo reminiscente de George Orwell.

Así, "Babe, el cerdito valiente" se convirtió en un clásico del cine que trascendió las expectativas y dejó una huella perdurable en la cultura cinematográfica, demostrando que incluso las historias aparentemente simples pueden contener profundas reflexiones sobre la sociedad y la naturaleza humana.

Cuando Universal le pidió a un pequeño grupo de periodistas que vieran “un filme sobre un cerdo”, no predijeron la respuesta emotiva que recibieron, mucho menos imaginaron que al día siguiente los diarios publicarían efusivos elogios al sencillo largometraje de hora y media. Ese mismo año, la película recaudó 254 millones de dólares en los cines de todo el mundo y recibió siete nominaciones al Oscar, incluyendo Mejor película y Mejor director.

¿El motivo del éxito? “Babe realmente no era para niños. Eran parábolas para adultos que casualmente le gustaban a los niños”, tal como dijo el actor principal James Cromwell a The Hollywood Reporter (THR).

A primera vista, la trama va sobre un adorable cerdo que llega a una granja debido a que el propietario, Arthur Hoggett, se lo ganó en una apuesta. Durante las siguientes semanas, el marrano es alimentado por la alegre esposa del granjero, quien planea convertirlo en la cena de Navidad. Babe, ignorante de su destino, aspira a convertirse en un pastor de ovejas, y tendrá que soportar las burlas de los otros animales, y el desprecio del perro ovejero, para demostrar que puede cumplir con su objetivo.

Como es previsible, la inofensiva historia podría encasillarse en las cursis pero efectivas películas que repiten el desgastado mensaje: “¡Lucha por tu sueño!”. En cambio, Babe es una crítica, al puro estilo orwelliano, de las jerarquías sociales, el poder opresivo y el status quo.

El perro pastor Fly es explícito al mencionar que “las ovejas son estúpidas” y que la mejor forma para controlarlas es dominarlas, mordiéndolas si es necesario. Mientras que la gata doméstica le dice a Babe, sin miramiento alguno, que mientras ella está ahí para ser “bella y amorosa”, él no sirve para nada más que ser un jamón o tocino.

Bajo la premisa “los humanos solo se comen a los animales tontos como los patos, borregos y cerdos”, la granja funciona como una microcosmos de la sociedad, en la cual cada animal está confinado a roles que determinan su valor y función. Babe desafía su posición marginal para cuestionar esta rigidez. Su sueño no es ser un “perro pastor”, sino desmantelar la idea de lo que puede y debe hacer, de cuál es su identidad. Además, se cuestiona el poder ejercido por dominación o fuerza, frente a liderazgo por empatía, cooperación y consenso.

“George Miller quería lograr que los animales se relacionaran entre sí como si fueran seres humanos. Los animales reales miran al frente cuando caminan; pero nosotros contamos con visión periférica, Por eso [en la ficción] ellos se miran unos a otros. Y esa pequeña diferencia entre la forma en que George concibió la película, fue una de las cosas que la hizo única”, explicó Cromwell a THR.

La labor no fue fácil. Se necesitaron 59 personas para entrenar a los 500 animales actores que formaron parte del reparto. Para interpretar al protagonista de cuatro patas, se requirió de 48 cerdos Large White Yorkshire, ya que la raza crecía rápidamente. La magia se reforzó con las creaciones animatrónicas de Jim Henson’s Creature Shop, y una ligera ayuda de CGI para conseguir el movimiento de bocas.

Del otro lado, James Cromwell, entonces de 55 años, era un actor estadounidense poco conocido que captó la atención de Miller por su actitud taciturna y amable. “Estuve a punto de decir que no”, confesó Cromwell a Forbes, y la razón era porque consideraba que este era un trabajo “menor” en el que le ofrecían apenas USD 50 mil dólares [USD 100 mil dólares de 2024] y que no tenía margen para negociar.

Él desconocía completamente las posibilidades del CGI y pensaba que el proyecto resultaría insignificante. Además, como su papel solo tenía 16 líneas de diálogo, pensó que su esfuerzo sería en vano. “Durante el rodaje, y al leer el guión por primera vez, no imaginé su posterior impacto”, sostuvo.

Finalmente, un amigo terminó convenciéndolo de aceptar el papel al señalarle que, aunque la producción no le entusiasmara, le brindaría la oportunidad de viajar gratuitamente a Australia, donde se llevaría a cabo la filmación. “Y si la película es un fracaso, no será tu responsabilidad, sino del cerdo”, le aseguró.

Durante el tiempo de rodaje, Cromwell disfrutó de la “humanidad, corazón y dulzura” con la que trabajaba el director Chris Noonan. Su tiempo junto con los animales también fue “extraordinario” por lo bien entrenados que estaban. Sin embargo, le horrorizaba que a los australianos “les gustara matar todo lo que se mueve y comérselo”.

“Y así, en la mesa del almuerzo estarían todos los animales con los que acababa de trabajar. Había pato y había cordero. Pensé: ‘Oh hombre, esto es realmente horrible’”, recordó para THR. Fue ese el momento en que el actor optó por convertirse en vegano, una decisión que mantiene a día de hoy, participando activamente en protestas y siendo arrestado y condenado más veces de las que puede recordar.

George Miller, por su lado, logró estrenar en 1998 una secuela titulada Babe: el puerquito va a la ciudad, que fiel a su visión original, fue incluso más cruda y tocó temas de explotación animal, el consumismo desenfrenado y el individualismo exacerbado en las sociedades capitalistas modernas.

“En el primer corte, cuando van al hospital, se muestra un laboratorio de experimentación. Hay animales con estacas taladradas en el cráneo y llagas, cánceres. Dios mío”, recordó Cromwell, quien fue testigo de la primera proyección. El largometraje también incluía una extensa escena de un perro animatrónico ahogándose que simulaba ser real.

Escandalizados, los directivos de Universal obligaron a Miller a recortar el metraje, y se negaron una vez más a promocionarla, afectando su rendimiento en taquilla, donde fue considerada un fracaso al no lograr recaudar lo suficiente para recuperar la inversión. Sin bien afectó su rendimiento, esta secuela aún merece la pena ser vista, y consigue ser igual de valiosa que su idílica primera parte.