En México, será ahora el Ejército quien gestione los fondos recibidos gracias al turismo, una muestra más de la militarización impulsada por el Gobierno de López Obrador.
México es uno de los países que más turistas recibe del mundo. En 2019, recibió 45 millones de visitantes internacionales. Cada año aparece entre los diez destinos más visitados del planeta y, en años boyantes, ha formado parte del top 5. Pero esa no es la única lista internacional en la que el país azteca destaca. Según la organización Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y la Justicia Social, 9 de las 10 ciudades más peligrosas del mundo son mexicanas.
Turismo y violencia son dos fenómenos comunes en esta tierra que cada día parecen más cerca de solaparse. El ejemplo más claro y cercano es la oleada de asesinatos que azotó Acapulco, antaño uno de los destinos más populares para los viajeros, en las recientes vacaciones de Semana Santa. Una balacera en un conocido restaurante dejó cuatro muertos y cuatro heridos; un cadáver en avanzado estado de descomposición apareció flotando en el mar de la exclusiva playa privada Las Brisas y el viernes santo, en un barrio popular, la policía encontró el cuerpo de una persona en una bolsa de plástico.
Lo mismo ocurrió en Cancún, otra de las playas más concurridas y destino predilecto de muchos turistas. Tras lo que fue considerado como un ajuste de cuentas entre dos grupos mafiosos, cuatro cuerpos sin vida aparecieron en la playa frente al lujoso hotel Fiesta Americana Condesa. Ni la prensa local ni los comunicados oficiales, son claros al respecto. Algunos hablan de ejecuciones, otros no esclarecen si se trata de turistas, residentes o criminales. Aún así, esa ciudad caribeña reportó casi el 100% de ocupación en los hoteles, en una temporada estival que, de acuerdo con la agencia EFE, recaudaría cerca de 8.000 millones de euros a nivel nacional. Casos como estos son el motivo por el que han fueron desplegados más de 8.000 soldados (de la Guardia Nacional, la Marina y el Ejército) en los principales destinos turísticos durante esos días festivos. Una escena propia de la era de Andrés Manuel López Obrador, un Gobierno cada vez más definido por dos factores. El primero, el de liderar el periodo más violento de los años en democracia, con más de 36.000 asesinatos cada año —la cifra oficial es de 101 al día, pero los datos oficiales siempre son más bajos, pues el 94% de los delitos no son denunciados, de acuerdo con la organización Impunidad Cero—. El segundo, el de provocar una militarización sin precedentes en la historia moderna del país.
Para ver hasta qué punto las Fuerzas Armadas están cobrando protagonismo en México, basta asomarse al plan en marcha para formar una empresa paraestatal, gestionada por el Ejército, que podrá administrar la mayor parte de los fondos destinados a los proyectos turísticos, ferroviales, aeroportuarios y de cultura. Así lo propuso el mismo López Obrador hace unas semanas ante el Senado, presentando una reforma que fue aprobada por la mayoría de los legisladores. Próximamente, será esta compañía la que gestione el 80% de los fondos que recibe el país por la cuota —de 35 euros de media— que paga cada turista que entra a México por aire, mar o tierra. De acuerdo con la línea telefónica de información del Gobierno mexicano en materia turística, esa cuota está incluida en los billetes aéreos, pero si el turista entra por vía terrestre entonces deberá pagarla directamente en la frontera. Resulta muy difícil evadir esa contribución obligatoria, que sólo está exenta para quienes permanezcan menos de 7 días o tengan entre 0 y 4 años. Lo que significa que, próximamente, cualquier extranjero que viaje a México estará ayudando directamente a financiar al Ejército mexicano. Como consecuencia de esta modificación, se desmantelaría el Fondo Nacional del Fomento al Turismo (Fonatur), una institución gubernamental que, hasta ahora, estaba encargada de la promoción turística y el desarrollo de esa industria. Además, el Gobierno mexicano promulgó la semana pasada la creación de una aerolínea comercial administrada por el Ejército que ofrecerá vuelos nacionales, internacionales y de carga.
Un Ejército omnipresente
El avance de la militarización del país no ha parado. Hasta hace un par de años, en materia turística y de transportes, su presencia se limitaba a cuestiones de seguridad, pero ahora parece estar por todas partes. El Ejército ya se ha encargado de la construcción del nuevo y polémico Aeropuerto Felipe Ángeles (AIFA, considerado por los seguidores de López Obrador como una obra insignia de su gobierno), así como el también controvertido Tren Maya (que, una vez terminado, será patrimonio de la Secretaría de la Defensa Nacional, la institución de la que depende el Ejército). Se trata de una de las transformaciones más polémicas de la historia reciente mexicana. Braulio Arsuaga, presidente del Consejo Nacional Empresarial Turístico (CNET), ha criticado en el diario Expansión la modificación a la ley por la forma en la que se han financiado proyectos como el Tren Maya. Además, no está de acuerdo con la desaparición del Fonatur, ya que las tareas de cuidado y mantenimiento de los destinos turísticos y el patrimonio cultural dejarían de estar en manos de centros especializados para pasar a los municipios. Esto, en un país considerado como el más corrupto de la OCDE, según el ranking de 2022 de Transparencia Internacional.
La omnipresencia del Ejército ha desatado muchos temores. Mario Vargas Llosa, célebremente, calificó a México como una "dictadura perfecta" en 1990, en referencia a un sistema en apariencia democrático, pero en el que gobernaba un solo partido. El Partido Revolucionario Institucional (PRI) ocupó la silla presidencial durante 70 años. En el año 2000 esto cambió con la llegada del Partido de Acción Nacional (PAN) y el fantasma de la "dictadura" parecía haberse diluido —a pesar del retorno del PRI al poder en 2012—. Sin embargo, pese a que la alternancia partidista sí que ha funcionado en los últimos 23 años, una encuesta de 2021 del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI, el INE mexicano) reveló que el 40% de los mexicanos estaría de acuerdo con un Gobierno encabezado por los militares. ¿Los motivos? La inseguridad, la creciente corrupción y el empobrecimiento sostenido. Por eso, voces como la de la periodista mexicana Anabel Hernández se han mostrado muy críticas con el imparable proceso de militarización de México. “En esta nueva versión (en referencia a la comparación de Morena, el partido de AMLO, con el antiguo PRI), el Ejército no parece conformarse con servir de apoyo al régimen de turno, como en el pasado, sino que ahora quiere cogobernar", afirma en una pieza publicada en el medio alemán Deutsche Welle. "En esta versión de la dictadura perfecta, parece que quien ocupa de facto la silla en la cabecera de la mesa no es el poder Ejecutivo, sino el poder militar”, agrega.
Al presente Gobierno le queda año y medio en el poder y todas las encuestas indican que el siguiente presidente también será de Morena. Una garantía de continuidad para el proyecto de militarización de López Obrador que sirve para posponer la pregunta más incómoda: ¿Qué pasará en un futuro cuando se intente arrebatar a los militares los privilegios que han ganado durante esta administración? destinos como Acapulco o Cancún se consolidan como reductos del crimen organizado, También, parte de la respuesta es porque las extorsiones y secuestros a empresarios, así como el narcomenudeo, son actividades que mueven ingentes cantidades de dinero en un puerto turístico operado desde hace décadas por el crimen organizado.
Fuente: Diario El Confidencial México