Las velas aromáticas son vendidas como mágicos artilugios que crean ambientes relajantes que invitan a un estado de sana meditación, aunque también son usadas para esconder olores desagradables o para evitarlos.
Son vistas como especies de llamas purificadoras del aire.
Sin embargo, la atmósfera zen en la que se sumergen quienes están cerca de estas emanaciones también puede traducirse en una concentración de gases tóxicos que incluso llegan a ser asimilados por el organismo como si del humo del tabaco se tratara.
La ironía del caso es que muchas de las personas que suelen encender estas velas, buscan crear un ambiente libre de tóxicos, tanto físicos como emocionales, por lo que es poco probable que conozcan el contenido contaminante de muchas de estas pequeñas antorchas.
Entre los componentes tóxicos que liberan las velas con aromas se cuentan plomo, zinc, estaño, tolueno, acetaldehído e hidrocarburos poliaromáticos.
Resulta que la mayoría de las velas, incluyendo las aromáticas, pueden tener parte de la responsabilidad de la contaminación en los espacios cerrados si se usan con frecuencia.
Entonces, en medio de la sesión de relajación entre velas, se van ensuciando los pulmones, se van activando las alergias, ataques de asma y otras afecciones que tienen que ver con la cotidianidad aromatizada por tóxicos.
La oferta es muy diversa. Hay velas con aroma de lavanda, canela, palo santo, madera, sándalo, eucalipto, rosa, limón, fresa, vainilla, chocolate e incluso hojas de tabaco.
También hay combinaciones de algunos de estos olores junto a otras esencias, unas mezclas que son bautizadas con nombres atractivos como “santuario de lectura”, “ángeles del bosque” o “nubes de rosas”, todo con la idea de que se vendan como parte del concepto de la aromaterapia, es decir, la terapia que relaja gracias a un sutil aroma que induce a ello o que lleva a la inspiración, las ganas de leer, de rememorar la Navidad o de, simplemente, respirar.
Se pueden conseguir las que cuestan un dólar o las que se ofrecen a 100 dólares pero, económicas o costosas, casi todas se exhiben con colores atractivos y bellas presentaciones que permiten que estos objetos sirvan de aromatizantes y también como parte de la decoración.
Por eso tienen mucha demanda y millones de personas las hacen parte de la decoración en sus casas y oficinas. Hay quienes se meten en bañeras a relajarse con la luz de esas velas o las usan para iluminar las cenas románticas. También son parte importante de los spas y locales de masajes.
Pero lo cierto es que hay tóxicos en presentaciones de todos los tipos y precios. Sin embargo, en estos productos nunca se indica detalladamente cada uno de los ingredientes, tanto los que contienen antes de quemarse, como los que son liberados al ser encendidas.
La profesora de Ingeniería Civil de la Universidad de Melbourne, Anne Steinemann, que además es experta en el estudio de la exposición a contaminantes y los efectos asociados a la salud, señala que ha visto casos de personas asmáticas que ni siquiera pueden entrar a una tienda que venda velas aromáticas pues se ven afectadas por las emisiones de estos productos, incluso sin que se prendan.
Por lo general, respiramos tóxicos, tanto dentro como fuera de las casas o las oficinas. No estamos a salvo y, al parecer, la contaminación se acumula aún más en los espacios internos, de hecho, hasta tres veces más.
Resulta que durante el proceso de combustión que se produce cuando prendemos una vela, se liberan pequeñas partículas que, en muchos casos, van directamente a los pulmones y esta es una verdad que recientemente fue confirmada en por la profesora titular de la Universidad de Deakin, Svetlana Stevanovic.
Durante una entrevista publicada en febrero pasado en el medio australiano 7NEWS, Stevanovic dijo que cualquier aroma que se emita, sea por parte de velas o de cualquier otra fuente, se asocia a la liberación de compuestos orgánicos volátiles y pequeñas partículas que permanecen en el aire.
La especialista en Ingeniería Ambiental y Mecánica, señaló que una tercera parte de las personas son sensibles a estas partículas orgánicas volátiles de las esencias que les pueden causar desde dolores de cabeza y alergias, además de afectar con más énfasis a quienes sufren de asma.
La constante inhalación de algunos contaminantes que salen de cierto tipo de velas está relacionado incluso con el cáncer.
Stevanovic dice, además, que una vez que se liberan esas partículas en el aire, las sustancias que se emiten siguen cambiando, se oxidan y sufren transformaciones que pueden hacerlas incluso más tóxicas para los seres humanos.
Es por eso que las velas deben mostrar sus componentes, como sucede con los alimentos, porque así como la comida termina en cada célula de nuestro cuerpo, lo mismo sucede con los gases que liberan estas pequeñas antorchas y que terminamos aspirando.
Pero Stevanovic dice que por lo general, con respecto a este tipo de productos como las velas aromáticas, hay regulaciones muy laxas.
Además, agrega, las marcas hacen muy bien su trabajo de greenwashing al ofrecer velas con supuestos productos “orgánicos” o “naturales” pero que igualmente liberan tóxicos nada respetuosos con el medio ambiente.
La mayoría de las velas tienen a la parafina como ingrediente principal, un componente derivado del petróleo con todo el efecto contaminante que esto implica.
Según la Agencia de Protección del Medio Ambiente de Estados Unidos (EPA) las velas de parafina liberan más de 20 químicos peligrosos como zinc, estaño, acetaldehído, formaldehído, hidrocarburos poliaromáticos (HAP) benceno y tolueno, entre otros.
Por ejemplo, la exposición al formaldehído puede causar irritación de la piel, ojos, nariz y garganta y si se trata de altos niveles, dispara incluso la aparición de ciertos tipos de cáncer.
El benceno, por su parte, puede aumentar el riesgo de padecer leucemia y otras enfermedades de la sangre.
El tolueno, que se usa frecuentemente en diluyentes de pintura y adhesivos, puede ser muy tóxico cuando no existe una ventilación apropiada. Exponerse a este componente puede irritar los ojos, la nariz, la garganta y la dermis, así como provocar dolores de cabeza, confusión y ansiedad.
Otro ingrediente tóxico que se consigue en muchas velas aromáticas son los llamados ftalatos, compuestos químicos que son usados generalmente para darle más flexibilidad y durabilidad a los plásticos.
Los ftalatos, que además de ingresar al organismo a través de algunos alimentos, también entran al inhalar polvo en suspensión y pueden causar daños en el sistema reproductor, en los riñones y en el hígado.
Asimismo, las mechas con núcleo de plomo u otros metales también son muy tóxicas.
Entre los ingredientes que son amables con el medio ambiente y con la salud de las personas están las ceras de abeja, coco y soja. Asimismo, las mechas que menos contaminan son las de algodón y las de madera.
La Asociación Nacional de las Velas de Estados Unidos asegura que no existen riesgos asociados al uso de velas perfumadas y señala que hay “preocupaciones infundadas sobre la seguridad de las fragancias”, sean estas artificiales o naturales.
Según esta organización, una vela bien hecha y quemada correctamente, no libera ningún tipo de químico tóxico.
De acuerdo con esta asociación, todos los tipos de ceras de velas que se producen en Estados Unidos se queman “de manera limpia” y “segura”.
Fuente: Yahoo Noticias