El olfateo es una de las interacciones caninas más frecuentes que muestran los perros; el objetivo de esta nota presentada por el sitio web 20 minutos de España, es determinar si hay factores que influyen en el comportamiento de olfateo del perro.
Para ello, en un estudio, se observan 658 encuentros entre perros sin castrar guiados por su tutor durante el paseo, en nueve zonas diferentes de la ciudad de Přerov (República Checa).
Los perros son animales sociales que necesitan interactuar con los de su especie, y una de las primeras formas de interacción es a través del olfato. Como es bien sabido su olfato es muy sensible, entre 10.000 y 100.000 veces más potente que el de los humanos y pueden detectar olores a muy bajas concentraciones.
El proceso olfativo consta de varias etapas, como la percepción y la identificación. Comienza en la cavidad nasal, donde receptores olfativos captan las moléculas odoríferas y, a continuación, esta señal química se convierte en una señal eléctrica que se transmite desde el bulbo olfatorio (más desarrollado comparativamente que el del humano) hasta la corteza olfativa del perro (que ocupa aproximadamente el 40% del cerebro del perro).
Además, recientes estudios han demostrado que el olfato influye en la percepción de visión del perro. "Cuando entramos en una habitación, principalmente usamos nuestra visión para determinar dónde está la puerta, quién está en la habitación, dónde está la mesa. Mientras que en los perros, este estudio muestra que el olfato está realmente integrado con la visión en términos de cómo aprenden sobre su entorno y se orientan en él".
Conclusiones del estudio
Los investigadores observaron que los perros olfateaban más a otros perros si sus propietarios se comunicaban entre sí. También que los machos iniciaban más el olfateo que las hembras y la parte trasera era una de las primeras elegidas para olfatear cuando es uno de los perros los que inicia el olfateo. Si ambos inician el olfateo después de escoger la zona trasera, luego olfateaban el abdomen o la cabeza. Curiosamente, cuando un perro adulto se encuentra con un cachorro, es el adulto el que finaliza el comportamiento de olfateo.
Leyendo toda la bibliografía de la que disponemos hoy en día sobre la anatomía del perro, el funcionamiento del cerebro y cómo percibe el mundo, podemos comprender que el olfato es, sin duda, su órgano más desarrollado y el primero con el que conoce lo que hay alrededor.
Al inicio de la profesión de adiestrador canino (que no educador o especialista) allá por el 1910, toda esta información se desconocía. Esto unido a que los primeros profesionales eran soldados entrenadores de perros de guerra, hizo que se extendiera rápidamente la creencia de que el perro debe caminar del lado izquierdo marchando a ritmo militar con la cabeza a la altura de nuestra pierna.
En origen estos perros debían marchar a la izquierda de los soldados porque a la derecha llevaban el arma, y debían seguir la perfecta línea de soldados marchando al ritmo. Lamentablemente, de ese origen lógico se ha extendido la creencia infundada que esa es la mejor manera de pasear al perro, y eso conlleva que el perro no olfatee, un gran error.
Permitir que el perro olfatee todo lo que necesite durante el paseo es innegociable, y dejar que el perro se acerque a oler a otros perros es muy necesario. Los perros olfatean ciertas zonas de sus congéneres, como genitales, ano y comisura de labios y no hay nada de malo en ello. La razón es que estas zonas suelen secretar sustancias llenas de feromonas, de las que extraen toda la información sobre sus congéneres. A través de las feromonas los perros pueden obtener información como el sexo, edad, estado de salud, estado anímico...
Cabe destacar que ellos deben olfatear activamente, y en ningún caso es recomendable seguir los consejos de colocar el trasero de un perro delante del morro del otro para que se deje oler, porque además de carecer de fundamento científico, no asegura que el perro olfatee, ni es amable, ni necesario. Es una forma errónea de entender la comunicación olfativa de los perros.
Además de, obtienen la información de dichas feromonas olfateando restos como orines y heces. Y esto conlleva malos entendidos y riñas innecesarias a los pobres canes ante lo que es para ellos una conducta totalmente natural.
Uno de los malentendidos más comunes es el de que los perros beben orines, cuando en realidad lo que hacen es llevar con la lengua una pequeña porción de sustancia con feromonas hacia el órgano vomeronasal (o de Jacobson) que está en la zona superior del paladar y conecta con el olfato. Esto origina un castañeteo de dientes denominado reflejo de Felhmen, con el que movilizan las moléculas de olor dentro de la cavidad nasal y así perciben más información. El movimiento es similar al retrogusto que realizan los expertos en vinos para percibir notas de olor. Por lo tanto no beben orines, ni hay que reñirles por una conducta absolutamente natural.
El estudio que nos ocupa nos muestra que los perros están más motivados a oler a sus congéneres si el humano participa, en cierto modo, comunicándose con el humano del otro perro. Esto unido a que es fundamental que puedan olfatear a los demás perros para conocerlos, nos indica que durante el paseo debemos observar a nuestro perro en la interacción con otro y facilitar el olfateo social. Si nuestro perro muestra interés en ir a oler a otro perro, podemos simplemente saludar o sonreír al humano del otro perro (con lo que iniciamos la comunicación) y permitir que se olfateen los perros el rato que necesiten, manteniendo la correa relajada.
Pero lo que observo en la calle es al revés: cuando dos perros se olfatean los humanos raramente esperan y suelen arrastrarlos para que se alejen. Si los perros son reactivos: los humanos tensan la correa, se paran, valoran con el otro propietario el riesgo que de sus perros se ataquen (con comentarios del tipo "tiene un poco de mala leche mi perro" o "se pone un poco chulito"), iniciando la comunicación y fomentando que interactúen dos perros que no quieren interactuar. Tras unos segundos, con mucha tensión y correas muy cortas, permiten el acercamiento. Y si ladran, les piden que se sienten, les riñen y les explican que el otro perrito es un perrito guapo y no hay que ladrarle (sin comprender que el ladrido en un perro reactivo es la forma que tienen de alejar a los demás perros ya que les producen miedo). Con lo que incrementamos el miedo a los otros perros y elevamos las probabilidades de que ladren al siguiente perro que vean.
Si tenemos un perro reactivo, por un lado acudiremos a un especialista para que nos ayude a solucionar ese problema y por otro basta con que nos alejemos del otro perro evitando, eso sí, tensar la correa o aplicar tirones de correa.
Fuente: 20 minutos.es