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El expiloto francés de la Fórmula 1, René Arnoux, logró en su época ganar una buena cantidad de “poles”; sin embargo su deuda quedó en que nunca pudo llegar a ser campeón del mundo.

Arnoux, es el piloto con más “pole” en la historia sin llegar a ser campeón del mundo. Esta marca según el Confidencial también fue igualada en Turquía por Valtteri Bottas.

Así explica El Confidencial la situación del francés

La personalidad y forma de conducir del Valtteri Bottas no pueden ser más diferentes a las de René Arnoux, que siempre se caracterizó por una conducción muy agresiva y por su voluble forma de ser. Sin embargo, hay algo que une a ambos: cuando tienen el día, pueden ser tan buenos como el mejor. ¿El problema? No son tantos los momentos de lucidez como para aspirar al título de campeón mundial.

Valtteri Bottas acaba de firmar un contrato multianual con Alfa Romeo, la misma marca que sentenció la carrera de René Arnoux cuando ya iba cuesta abajo. En 1987 no se le ocurrió otra cosa que calificar en el primer test como "comida caducada" al nuevo motor de cuatro cilindros turbo de la marca de Milán. Aquel propulsor era un auténtico desastre y René tenía motivos sobrados para criticarlo. No obstante, la diplomacia nunca fue su fuerte y este era un ejemplo que ilustraba su incorrección política. 

Además del contraste entre las formas, entre Bottas y Arnoux hay una gran diferencia: el finlandés nunca ha dado muestras de ser un potencial campeón del mundo a pesar de su extrema profesionalidad, mientras que el francés no fue campeón del mundo porque no tuvo la necesaria profesionalidad, pero tenía talento para rabiar. Probablemente fue el que atesoraba un mayor don natural de aquella generación de oro del automobilismo galo: Laffite, Jabouille, Tambay, Pironi, Jarier y Alain Prost, que con los años se convirtió en la verdadera némesis de Arnoux.

Un piloto de la vieja escuela

A mediados de los 80, se produjo un gran cambio en los pilotos de Fórmula 1: ya no bastaba el talento para ser un piloto soñado por los equipos; se precisaban atletas para soportar el desgaste físico de los brutales motores turbo; la labor de trabajo de los ingenieros era cada vez más importante; cobraba mayor relevancia los avances electrónicos; y 'last, but not least', la imagen pública del piloto empezaba a cobrar una vital relevancia en la competición corporativa y multinacional que construía Bernie Ecclestone.

 

 Si Prost era el abanderado del nuevo tipo de piloto que demandaban los nuevos tiempos, Arnoux era pura vieja escuela. Un piloto absolutamente extraordinario, pero que fue condenado a la irrelevancia por el cambio de paradigma. Lo mismo le ocurrió a Rosberg y Angelis. Los fiesteros, fumadores o deslenguados cada día lo iban a tener más difícil. 

Cuando Alain y René compartieron equipo en Renault, el profesor a menudo se las veía y se las deseaba para igualar las estratosféricas vueltas rápidas que lograba en entrenamientos su compañero de equipo. Pero Prost no sólo sucumbía de cuando en cuando frente a Arnoux en velocidad pura a una vuelta, porque también había carreras donde simplemente no podía con él. Tanto fue así que forzó a Gerard Larrousse, el jefe de equipo de Renault en aquella época, a que decidiera entre uno de los dos para 1983, pues no estaba dispuesto a seguir compartiendo box con un compañero de equipo que, según él, 'era muy desleal'.

 Las hostilidades entre los dos gallos franceses estallaron precisamente con motivo del Gran Premio de Francia de 1982, donde Prost, que llevaba más puntos que su compañero de equipo en la clasificación del Mundial, afirmaba la existencia de un pacto para dejarle ganar en el caso de que ambos pilotos ocuparan las dos primeras posiciones. Arnoux dijo que de ordenes de equipo nada de nada, que estaban a mitad de temporada y que no iba a regalar una victoria en el Gran Premio de su país con tanto Mundial aún por delante.

Arnoux y Senna, los especiales

Es muy relevante observar que Alain Prost sólo ha tenido este tipo de problemas en toda su carrera de Fórmula 1 con dos pilotos: con Ayrton Senna y con René Arnoux. Al resto de pilotos con los que compartió equipo acabó dominándolos sin problemas y, ojo, que la nómina es de quitar el hipo: Watson, Lauda, Rosberg, Johansson, Mansell, Alesi o Hill. Poca broma con René, por tanto. 

Porque, a menudo, se acuerda la gente de Arnoux por su épico duelo con Gilles Villeneuve en el Gran Premio de Francia de 1979, probablemente la batalla rueda con rueda más espectacular de la historia de la Fórmula 1, pero aquello no fue el culmen de la carrera deportiva de Arnoux, sino el momento en el que decidió quitarse todos sus complejos de muchacho de provincias y postularse como un potencial campeón del mundo.

Y es que, para Arnoux, nunca fue fácil ganarse el respeto del paddock en general y del otrora poderoso clan francés de la Fórmula 1 en particular. Él era un chico de orígenes humildes, con mucha timidez y, a menudo, tratado con desdén por los altivos parisinos o los procedentes de familias acomodadas. Quizá por eso se llevara tan bien con Gilles Villeneuve, porque nadie les había regalado nada y eran transparentes hasta la ingenuidad. Baste el ejemplo que después de la mencionada pelea a cuchillo en el circuito de Dijon-Prenois, ambos se fundieron en un abrazo, sin reproche alguno, quejas a la prensa o reclamaciones a los comisarios. 

Sin embargo, desgraciadamente Arnoux se creyó demasiado su innegable talento y su ascenso social cuando fichó por Ferrari y empezó a asomar la posibilidad de ser el primer campeón del mundo francés de la historia. Dejó a su Nelly, su novia de toda la vida, y se ligó a una glamourosa rubia de nombre Veronique. Comenzaron las fiestas, las 'amistades peligrosas' y la progresiva 'jameshuntización' comenzó a hacer efecto tras la pérdida del título mundial en la última carrera de 1983 a manos de Nelson Piquet. Ya no volvió a ser el mismo.

Un declive demasiado prolongado

Hubo flashes ocasionales de talento hasta la misma última carrera que disputó en el Gran Premio de Australia de 1989, donde fue el más rápido bajo la lluvia junto a Ayrton Senna, pero desde 1984 su carrera comenzó un irremisible declive. Dentro de esa falta de motivación o profesionalidad, algo más gordo debió pasar para que, apenas comenzado el Mundial de 1985, fuera despedido del equipo Ferrari sin contemplaciones. Nunca se ha sabido la verdad de aquel episodio, pues el despido debió pactarse con una generosa indemnización, pero al mismo tiempo con una exigencia de silencio por ambas partes que, de hecho, se mantiene hasta hoy. 

Las especulaciones sobre aquel turbio asunto varían desde coqueteos con las drogas, a líos de faldas con esposas de personas tan relevantes como de la misma parentela del propio Enzo Ferrari. Probablemente, la cosa sea mucho más simple y tenga más que ver con lo poco que le temblaba la mano al 'Commendatore' cuando un piloto respondía de mala manera a las presiones para mejorar en su rendimiento. El temperamento de Arnoux era poco dado a los juegos o presiones políticas y un mal gesto o una palabra a destiempo probablemente fue lo que sentenció su suerte con efecto inmediato en Maranello.

 Como pueden, ver las personalidades de René Arnoux y Valtteri Bottas no pueden ser más dispares, pero sin pilotos como ellos, los grandes de la competición definitivamente serían mucho menos grandes y la Fórmula 1, seguro, menos divertida.

Fuente: El Confidencial

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