África es, quizás, el continente donde los antiguos ritos sobreviven más que en cualquier otro rincón del mundo. Ritos que, a los ojos occidentales se sientes increíbles, hasta crueles. Como el paso de las niñas a mujeres.
Para convertirse en miembro de pleno derecho de su comunidad, los chicos tienen que comprender cuando termina la infancia y comienza la adolescencia y que espera de ellos la cultura a la que pertenecen.
En diversas zonas de África, cuando las niñas alcanzan la madurez sexual son aisladas para que las mujeres adultas las adiestren en "el arte de la feminidad". En el caso de los varones, además de la instrucción cultural, suelen enfrentarse a durísimos retos, en cuyo transcurso afirman y se ganan el derecho del paso a la virilidad. En todos los casos, existe un reconocimiento de que la adolescencia implica un proceso y una transformación.
Desde los zulués en África a ciertos pueblos originarios de América del Sur, el encierro suele ser una respuesta al inicio de la menstruación en las comunidades que no percibimos como "occidentales", o sociedades no industrializadas, campesinos que suelen mantener viajas tradiciones y estilos de vida. Las "chozas de menstruación" se consideran un lugar seguro, en el que las jóvenes pueden completar su transformación física y aprender sus responsabilidaded de persona adulta.
Cuando las niñas de la comunidad Lese, una etnia que viven en aldeas semi nómades del Zaire, tienen la primera menstruación, permanecen encerradas durante un mes en una "choza menstrual"con otras jóvenes de su edad. Es así que comienza el período de iniciación de la pubertad, durante el cual las mujeres adultas instruyen a las niñas sobre el sexo y la crianza de los hijos. Mientras que los hombres y demás jóvenes, tienen la entrada prohibida. Cuando el período de aislamiento culmina, la familia organiza una gran fiesta para la comunidad.
Mientras que las jóvenes Ndembu, de Zambia, permanecen también encerradas, pero por un período de tres meses. En ese período, solo se comunican con el mundo exterior, a través de unos mensajes en tonos de melodías que son transmitidos con un instrumento similar a un arpa. Así, una vez que finaliza este largo período de encierro, son presentadas como nuevas mujeres y posibles esposas.
En varias culturas africanas, el color de las prendas rituales y del arte corporal, se utiliza como un código. Por ejemplo, el rojo simboliza la sangre y la fuerza vital, mientras que el blanco es un símbolo del vigor y la buena salud reproductora.
Esto se percibe en lugares como Gabón,donde las mujeres Eshira no permanecen dentro de las chozas, pero si lo hacen sentadas al lado de una "choza curativa". El ritual consiste en pintarse la cara con pemba, o polvo blanco de arcilla, y hacerse unos dibujos con significados que su pueblo interpreta y decodifica. Este rito les garantizará la buena salud, cuando entren en el estado de mujeres adultas.
En tanto, los miembros de la etnia Kota, del Congo, también se pintan la cara cuando hacen el paso a la adolescencia. Lo hacen con unas máscaras azules que representan el espectro de su infancia. Ellos entienden que para que nazca el adulto, el niño tiene que morir simbólicamente. En tiempos remotos se iniciaban a los diez años, y más allá de pintarse, solían sacrificar animales en honor de su paso por la infancia. Pero hoy en día, esperan hasta la mitad o el final de su adolescencia, en que termina el período de escolarización, y además pintarse la cara, reciben donaciones de dinero.
En Kenia, los jóvenes guerreros Masai, una de las etnias africanas mas numerosas, que cuenta con unos 800.000 habitantes repartidos entre Tanzania y Kenia, han abolido varias prácticas, pero aún mantienen la circuncisión como el paso a la adolescencia.
Los niños, que tienen entre 9 y 15 años, se someten a una ceremonia previa, llamada 'enkipaata', que se hace una vez cada 8 o 10 años, en la que se realiza una ceremonia colectiva para toda una generación. Los que presentan mayores aptitudes para ser líderes pintan su cuerpo con motivos blanco. Es en este momento en el que se ganan el derecho a ser circuncidados. Inmediatamente después, llegará la circuncisión o 'emuratare', en un ámbito más familiar. Durante la circuncisión, en la que se corta el prepucio tras sumergirse en agua fría como único método anestésico, si los jóvenes expresan dolor perderán la consideración del grupo. En cambio, los que la superen sin llorar, irán inmediatamente después del ritual a cazar pájaros, para así adornarse la cabeza con sus plumas, como un símbolo del guerrero en el que se acaban de convertir..
Matrimonio y adultez
Durante buena parte de la historia, el matrimonio fue más una alianza entre familias, que un vínculo entre dos personas enamoradas. En las sociedades más tradicionalistas, los padres y hasta los casamenteros solían -y aún suelen hacerlo- elegir a las parejas de tal manera que fortalecieran el parentesco o mejoraran la situación socioeconómica de las familias.
En Marruecos, las mujeres bereberes se casan durante el Timghriwin, o el festival de las novias. Tradicionalmente, los habitantes de este desierto del norte africano concertaban las bodas de sus hijos y al matrimonio lo consideraban permanente. Los bereberes, sin embargo, añadieron un toque romántico, basado en la antigua leyenda de Isli y Tilsit, que cual Romeo y Julieta africanos, era unos jóvenes enamorados, que se encontraban imposibilitados de concretar ese amor por la enemistad de sus familias. Y prisioneros del dolor, se ahogaron en un lago.
Es así que, para evitar este destino, y sin dejar de cumplir con la tradición, los bereberes encontraron una solución salomónica: concertan las bodas de sus hijas pero, al mismo tiempo permiten que se divorcien y escriban su propia leyenda. Es así que cada otoño, las familias bereberes se congregan para intercambiar mercancías, vender sus frutos, cereales y carnes, y también, para casar a sus hijas solteras, cercanas a los 18 años. Así, los padres llevan a cabo las bodas previamente concertadas en una ceremonia que se extiende por cinco días. Sin embargo, al terminar la ceremonia, la mayoría se divorcia para casarse con otro.
La despedida
En la región montañosa del centro de Mali, los guerreros Dogon, una etnia numerosa que alcanza unas 400 mil personas y son conocidos por sus tradiciones religiosas, sus bailes con máscaras, sus esculturas de madera y hasta su arquitectura, hacen danzas rituales para los difuntos y les ofrecen presentes que les pueden ser útiles en el más allá. Los rituales funerarios solían hacerse en dos etapas. La primera parte se hace inmediatamente después de la muerte, mientras que la segunda a la que se llama dama puede ocurrir años después. Se trata esencialmente de bailes de máscaras, que se confeccionan durante los años entre la muerte y el ritual. La segunda parte raramente se practica de manera tradicional, y los Dogon hacen una versión aggiornada para el turismo. El simbolismo del ritual tradicional consiste en que esa mascarada lleva a las almas de los difuntos a sus lugares de descanso final a través de esta serie de danzas rituales. Suelen ser celebraciones muy coloridas porque además de ser reconocidos por su arte cada aldea tiene sus propios diseños. De aquí, su impronta más turística.
En Madagasrcar los distintos grupos étnicos comparten la creencia de que los antepasados controlan su destino. Y es por eso que manifiestan su respeto a los muertos promedio de complicados entierros, reuniones de antepasados y exhumaciones, ceremonias que forman parte de los principales acontecimientos sociales y culturales de la isla.
La etina Bara, del sur de Madagascar, suele colocar a los recién fallecidos, en un sitio que llaman la "Casa de muchas lágrimas", donde las mujeres de la tribu lloran por tres días. En el transcurso de esta vigilia, hombres y mujeres permanecen separados durante el día, pero se reúnen a la noche para beber, cantar y bailar. Recién al tercer día el cadáver se deposita en un ataúd, y así es conducido en una procesión hasta el sepulcro familiar. Una vez en la tumba, un anciano rocía la entrada con ron, que anuncia la llegada de un antepasado.
Pero no todo concluye aquí. La fase final es la exhumación, que se realiza una vez que el cadáver se descompuso. En esta región, consideran que mientras la carne permanece adherida a los huesos, el cuerpo está en estado liminal, una suerte de limbo. No está vivo, pero tampoco se halla plenamente integrado al mundo espiritual. Entonces, para que un pariente pueda hacer la transición final al mundo espiritual, es necesario exhumar el cuerpo y lavar los huesos. Y antes de volver a depositarlo en su tumba, los parientes los conducen a aquel lugar o acontecimiento que el difunto solía disfruta en vida, sea un baile, una fiesta o o hasta un partido de fútbol. Ahora sí, tras esta incursión al mundo de los vivos, los huesos son cuidadosamente colocados en la tumba, para que finalmente descansen en el mundo de los antepasados.
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