Los disturbios continuan en las calles italianas para protestar contra las drásticas medidas decretadas por el Gobierno del primer ministro, Giuseppe Conte, para frenar el avance de la pandemia.
Para contener el número creciente de contagios diarios (alrededor de 17.000 el lunes), el Gobierno tomó una serie de medidas que los medios de comunicación califican de "semi-confinamiento", con el cierre de bares y restaurantes a las 18 horas, así como de los gimnasios, cines, teatros y salas de conciertos. Medidas "dolorosas" para el país que vive su peor recesión desde la segunda guerra mundial, pero consideradas imprescindibles para defender "la salud y la economía", aseguró Conte.
Desde que se decretaron las nuevas medidas, hace tres días, se han organizado, convocadas por las redes sociales, marchas pacíficas protagonizadas por los sectores más afectados al grito de "¡libertad, libertad!" y "queremos trabajar", pero que han acabado con actos de violencia dirigidos por grupos de ultras encapuchados que destruyen comercios, establecimientos y tiendas, ya sean de Apple, Gucci, Geox o una simple zapatería de barrio. Los saqueos están también a la orden del día.
Los actos empezaron en Nápoles y Roma, pero se han extendido a Milán, Turín, Triste, Cremona, Lecce, Verona, Cosenza, Ferrara, Salerno, Palermo y Siracusa. El guion es siempre el mismo: petardos, cócteles molotov, enfrentamientos con la policía, escaparates destruidos, contenedores volcados e incendiados, tranvías devastados, y corte de calles y carreteras. Tampoco han faltado agresiones a periodistas. En Nápoles, a un reportero de Sky News le estamparon contra un coche. En Turín, un fotógrafo fue apaleado y, en Bari, otro recibió amenazas.