China ha puesto en órbita, y ha conseguido hacer aterrizar de regreso, un misterioso vehículo espacial experimental reutilizable, en una misión de dos días. Los datos que han dado a conocer los medios estatales son muy escasos, y apenas se conoce nada de las características de la nave ni de las actividades que llevó a cabo durante su viaje o que acometerá en el futuro.
Pero el éxito de la prueba representa un enorme paso adelante para el ambicioso programa espacial de la segunda potencia del mundo y su objetivo de lanzar misiones tripuladas al espacio.
El vehículo, del que no se conoce siquiera el nombre, fue lanzado el viernes 4, impulsado por un cohete Larga Marcha 2F y, tras orbitar la Tierra, regresó con éxito a la base espacial de Jiuquan, en el desierto del Gobi, este domingo.
Según un conciso despacho de la agencia de noticias estatal Xinhua en el que informaba del aterrizaje, el éxito de la misión representa un “importante avance en la investigación sobre naves espaciales reutilizables”. El desarrollo del vehículo permitirá, apunta Xinhua, “ofrecer transporte para viajes de ida y vuelta convenientes y de bajo coste”. También subraya que la nave hará un uso “pacífico” del espacio.
Pese a esas garantías, toda la misión ha estado rodeada de secreto. A diferencia de otros lanzamientos en el programa espacial chino, no se anunció en los días previos: las únicas pistas de que se preparaba algo fueron súbitas restricciones en el espacio aéreo. Un documento oficial citado por el periódico hongkonés South China Morning Post y que ha circulado por las redes sociales chinas exigía al personal de Jiuquan y a los visitantes de la base que no grabaran el lanzamiento o lo mencionaran en internet. “Todas las unidades deben reforzar la formación del personal sobre cuestiones de seguridad, y la gestión del personal, durante las misiones, para garantizar que no se produce una filtración de secretos”.
No se han dado a conocer imágenes del vehículo o sus características, aunque el secreto que lo rodea ha dado pábulo a conjeturas de que pueda querer rivalizar con el Vehículo Orbital Experimental X-37B estadounidense: una nave no tripulada que funciona como una versión más reducida de los transbordadores espaciales que Washington retiró en la última década.
El X-37B, como sus predecesores, se lanza verticalmente montado sobre un cohete, y aterriza horizontalmente, como un avión convencional. Hasta el momento, ese ingenio ha completado cinco misiones secretas, entre ellas una que le ha mantenido en órbita durante 730 días entre 2017 y 2019, y desarrolla una sexta. Nunca se ha dado a conocer qué tipo de actividades ha desarrollado en el espacio, lo que ha dado pie a conjeturas sobre un posible uso militar, bien para espionaje o bien para la prueba de armamento. Oficialmente, la Fuerza Aérea de EE UU asegura que se emplea para experimentar con una serie de tecnologías avanzadas, desde propulsión a materiales para su uso en el espacio.
Ya en 2017 China había confirmado que desarrollaba un vehículo espacial reutilizable, capaz de aterrizar en una pista y que se pudiera utilizar para el transporte de tripulaciones.
Entonces, Chen Hongbo, de la Corporación de Tecnología y Ciencia Aeroespacial de China, declaró a los medios oficiales que esta agencia espacial trabajaba en un vehículo “capaz de volar como un avión” que podría transportar carga o tripulaciones al espacio y volver a tierra. Según declaraba, ese vehículo estaría listo en 2020 y sería más fácil de mantener que un sistema de naves tradicionales de un solo uso. También permitiría reducir los costes de los lanzamientos y aumentar su frecuencia, con lo que sería posible que más gente tuviera acceso a viajar al espacio exterior.
El desarrollo de un vehículo capaz de transportar carga o personal al espacio es particularmente importante para el programa espacial chino, al que la legislación estadounidense prohíbe colaborar con la NASA de la primera potencia. Entre sus proyectos, cuenta con completar en la década entrante una estación espacial, Tiangong, que estará en órbita a unos 380 kilómetros de la Tierra. Este verano lanzó una misión a Marte, en competencia directa con la estadounidense que ha enviado el vehículo de exploración Perserverance al planeta rojo.